Martes, Septiembre 27, 2011 | Por Pablo Pascual Méndez Piña
LA HABANA, Cuba, 27 de septiembre (Pablo Méndez, www.cubanet.org) -Los
timadores campean por La Habana, los cómplices se benefician con sus
correrías y los policías les dejan actuar libremente.
Recientemente, una turista argentina seleccionaba víveres en el
mercadito de la "Manzana de Gómez", una mujer de aproximadamente 50 años
de edad cargando a un niño en sus brazos, sin rodeos se le aproximó, le
rogó para que le ayudara porque no tenía leche ni pañales para el bebé;
la buena samaritana aceptó, desembolsó más de veinte dólares para la
compra, la timadora dio las gracias, salió de la tienda y se esfumó por
la calle Obrapía. Los que la conocen, aseguran que los pañales y la
leche, serán revendidos.
Laritza y Claudia, son dos chicas que estudian en una escuela de arte,
ellas observaron la escena del mercado, conocen a la mujer por sus
reiteradas estafas, les resultó muy desagradable ser testigos del engaño
y aunque el timo no afectó sus bolsillos, rechazan esta forma de
subsistencia; también observaron como el cajero de la tienda endureció
el rostro, pero no brotó una sola palabra para prevenir a la embaucada,
porque nadie quiere buscarse problemas y las autoridades se hacen de la
vista gorda, "ella es una tramposa, una insensible que utiliza a un
menor para su engaño", expresaron las chicas.
Por la calle Obispo y sus alrededores, dos niños llamados Mary y
Cristian deambulan entre los transeúntes, él tiene un brazo amputado a
causa de una vacuna infestada; ella exhibe quemaduras en su cuerpo; los
chicos le piden a los turistas que les compren cualquier cosa, luego se
las entregan a la madre quien se encarga de revenderlas. Todos conocen
a la mamá, la famosa "jimagua", sus vecinos del municipio 10 de Octubre
le creen capaz de haber quemado a su hija con agua hirviendo para
utilizarla en el oficio de pedigüeño.
"La jimagua es un monstruo"—comenta Oscar, un tendero de la calle
Obispo—, quien argumentó sentir impotencia al ver como explota a sus
hijos discapacitados; todos están al tanto de sus andanzas, incluso
soborna a los policías para que le dejen actuar con libertad. Oscar
asegura que la jimagua es solo un caso entre mil—y sentencia
finalmente—"éste país es en un tanque séptico".
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