Thursday, May 26, 2011

Desamparo como castigo

Seguridad Social

Desamparo como castigo
Alberto Méndez Castelló
Las Tunas 26-05-2011 - 8:30 am.

Los campesinos que no se sometieron a la cooperativización forzosa, en
la inseguridad social.

Un campesino cerca de Jaruco. (REUTERS, agosto de 2010)

El gobierno cubano explotó al campesino individual como mano de obra
barata para, al final de su vida útil, desentenderse de él.

Según fuentes oficiales, existen más de 360.000 campesinos inscritos en
la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), de los que sólo
21.164 son jóvenes. A los viejos que no están integrados en las
Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) les espera el más absoluto
desamparo, pues no contarán con seguridad social.

Los campesinos están agrupados en dos estructuras: las CPA, que son
granjas productivas y sí cuentan con seguridad social mediante el
Decreto Ley del 23 de marzo de 1991, y las llamadas Cooperativas de
Créditos y Servicios (CCS), que son los campesinos individuales sin
jubilación ni asistencia social en caso de accidentes.

Paradójicamente, la mayor parte de los alimentos producidos en Cuba
—carne, leche granos, hortalizas, viandas y toda suerte de cultivos
menores— los produjeron estos campesinos individuales, sin apenas
recursos y sin seguro ahora en la vejez, en menos del 30% del suelo
arable. Las únicas tierras, por cierto, que no han sido invadidas por el
marabú.

Las llamadas CPA fueron el modo de colectivización empleado en Cuba.
Comenzaron a crearse a finales de los años setenta, pero
institucionalmente a partir de la Ley 36 del 22 de julio de 1982. Se
convirtieron en el terror del hombre del campo, que veía su terruño
incorporado a "formas socialistas de producción".

De estas cooperativas, 106 ya se han desintegrado y con ellas poco más
de 10.000 cooperativistas. Pero aunque la situación del campo en Cuba es
muy desigual, pues no tienen las mismas condiciones de vida los
campesinos del occidente que los de oriente, más atrasados, explotados y
reprimidos, todos por igual están enyugados al derecho agrario cubano,
legislado para reducir propietarios, no para incrementarlos.

Si en la Unión Soviética, Stalin empleó el ejército, la policía y los
comisarios en la colectivización forzosa, en Cuba los campesinos fueron
cooperativizados con igual eficacia, aunque de forma menos ruidosa. La
política, en uno y otro país, ha consistido en despojar a los campesinos
de la última franja de tierra.

"Pienso que las leyes deben propiciar fórmulas, ¿no?", dijo Fidel Castro
en el discurso de clausura del V Congreso de la ANAP, el 17 de mayo de
1977, a propósito del muy candente tema de la cooperativización del
campo cubano.

Entonces el campo cubano no había sido tomado todavía por la desidia y
por el marabú.

La fórmula: tierras a cambio de pensiones

Puesto que, salvo excepciones, las únicas tierras productivas en Cuba
son las que se conservan en manos de los campesinos individuales, DIARIO
DE CUBA preguntó a un funcionario del Departamento de Organización de la
ANAP provincial en Las Tunas de qué manera un campesino de 80 años,
enfermo y sin posibilidad de trabajar ya, podría conseguir una pensión
para terminar sus días, luego de haber dedicado más de 50 años al
cultivo de la tierra sin poder ahorrar un centavo. (Hasta hace muy poco,
el Estado le pagaba a 6,50 pesos cubanos el quintal de pepino, a 9,90 el
de lechuga y a poco menos de 12 pesos las cien libras de tomate.)

"Mediante el Decreto Ley 125", respondió el funcionario. "Pero no se lo
aconsejo."

El Decreto 125, firmado por Fidel Castro el 30 de enero de 1991 y aún
vigente, regula la posesión de la tierra.

"Mire mi tierra, una tacita de oro. Pago por la mala hierba que
encuentren aquí. Pero ya no puedo trabajarla, estoy viejo y achacoso.
Tengo quien me la compre, y con lo que me dan por ella sobra para lo que
me resta de vida, pero está prohibido, tengo que vendérsela al Estado o
entregarla a cambio de una pensión, y ¿para qué?", dijo a DIARIO DE CUBA
un campesino propietario de un terreno.

Según el Decreto 125, si este viejo propietario se viera en la necesidad
de reclamar una pensión, tendría que entregar a cambio sus tierras. Más
allá del campo del anciano, el terreno estatal cubierto de marabú se
pierde en el horizonte.

Las leyes agrarias son tan severas con quienes no se sometieron a la
colectivización que aún campesinos excepcionales han sido privados de la
seguridad social.

En Cuba, salvo para los encumbrados, ser millonario es ser delincuente,
pero otra cosa es ser cortador de caña millonario, lo que significa ser
elevado a la categoría de héroe.

Abel Batista, un campesino propietario de unas 30 hectáreas de tierra,
en los años ochenta cortó caña por millones, lo que le valió ganar un
automóvil y fama en la nomenclatura. Fueron sus amigos el difunto
ministro de la Agricultura, Alfredo Jordán, y el actual presidente de la
ANAP, Orlando Lugo Fonte.

Pero Abel se dio a las faldas y a la bebida y perdió amigos, familiares
y hasta la tierra, que según el Decreto 125 de Castro, debió entregar a
cambio de una de esas pensiones que oscilan entre 65 y 125 pesos cubanos
mensuales.

De nada le sirvió esforzarse entre los surcos cortando millones de
arrobas de caña. Si se es un campesino no colectivizado, en Cuba esos
millones no sirven ni para una chequera de seguridad social.

En lo adelante, junto con los nuevos trabajadores por cuenta propia,
también los campesinos individuales aportarán ingresos para la seguridad
social, por lo que se beneficiarán de ella. Pero esto es "en lo
adelante". El pasado no cuenta.

Decir que en Cuba un campesino es un propietario es un falso
razonamiento. La tierra no pueden venderla ni arrendarla, el Estado fija
los precios de las cosechas y las condiciones del mercado.

Entre un campesino particular y un obrero estatal las diferencias son
mínimas. Luego, como tantos otros, también los Artículos 46, 47, 48 y 49
de la Constitución de la República en lo referido a trabajo y seguridad
social son meros sofismas.

A miles de campesinos que durante más de 50 años produjeron para la
nación, que debieron pagar impuestos onerosos por semillas,
fertilizantes, herramientas y combustibles, hoy el gobierno, ese mismo
que les fijo precios, plan de siembra y les reguló el mercado para que
no obtuvieran más ganancias que las de un obrero asalariado, los deja en
la calle, sin recursos.

Y después dicen que son socialistas.

http://www.ddcuba.com/cuba/4927-desamparo-como-castigo

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