Callar es complicidad
Henry Constantin
A veces sospecho que bloguear en Cuba es como un grito desde el fondo de
una gruta que se pierde en el vacío sin encontrar receptores. El eco me
devuelve un silencio irascible, me hace desconfiar, pensar que afuera de
la caverna no hay habitantes, estamos solos.
Simplemente el alarido se difumina en el aire. Y continuamos bramando en
vano. Sólo logramos exorcizar la impotencia de sabernos inconformes e
insignificantes. Que el peligro por postear es asunto personal, aunque
hacerlo signifique, de alguna manera, devolverle la Patria a millones.
La muerte en Cuba es como un juego de carta donde el perdedor se sabe
consciente que así son las reglas y con ética debe aceptar los hechos y
retirarse conforme. Y la historia no me contradice, y recordaré algunas
tragedias entre las más significativas:
Un remolcador con varias familias, incluyendo niños, uno de brazos,
mujeres, ancianos, es asaltado por otro trasbordador y con presión de
agua son barridos de la cubierta y lanzados al mar hasta su muerte por
asfixia. Y la prensa oficial apenas tiene en cuenta el incidente.
Fusilan a varios adolescentes por el delito de intentar cruzar el
estrecho de la Florida, después de engañarlos y garantizarles la vida,
sin que los salpique la sangre.
Un hombre se muere de hambre en una celda oscura y sucia sin que los
culpables pierdan un minuto de sueño. Sólo queda su nombre en los
aniversarios: Orlando Zapata.
Recientemente expulsan de la Asamblea Nacional, y le cierran su taller
de trabajo, al artista Pedro Pablo Oliva, porque expresó públicamente
sus ideas personales de democracia, y abogaba por el multipartidismo.
En los últimos días apalean a un opositor en el parque más céntrico de
la ciudad de Santa Clara, horas después muere por la secuela de los
golpes. La noticia se da a conocer gracias a la voluntad y valentía de
muchos que corren el riesgo por otros, y en apenas unos días, la noticia
se diluye como un relámpago en el horizonte.
Hace pocas horas, el Instituto Superior de Arte (ISA), declara nula la
matrícula y las notas del estudiante Henry Constantin, porque en su blog
comentó la noticia del disidente asesinado en Santa Clara. El joven
artista decide "no salir por sus pies de la escuela". El gobierno lo
entenderá como un enfrentamiento directo a sus designios, y nada más
peligroso podría sucederle.
A continuación varias secuencias posibles de lo que podría sucederle:
1- Asedian al estudiante, lo amenazan, es abusado por oficiales de la
Seguridad del Estado y lo sacan a la fuerza del recinto estudiantil.
2- Manipulan a un grupo de estudiantes dispuesto a "desafiar" la
posición de Henry, y jóvenes al fin, enardecidos por la presión oficial,
quieran castigarlo y lo golpeen.
3- En cualquiera de las variantes puede existir un accidente fatal: una
caída por la escalera, un resbalón producto del forcejeo y reciba un
golpe de gravedad.
Sé que estoy siendo trágico, pero ¿después de leer el comienzo del post
cabe alguna posibilidad de ingenuidad o de optimismo? ¿Hay que soportar
que otro abuso se acometa antes de producirse? ¿Para qué más vidas a
recordar? ¿Qué conquistaremos con permitir que añadan más dolor al que
poseemos?
El silencio de los que levantan las cejas al leer el horror y luego
pasan la página, es cómplice directo de la dictadura castrista.
http://loshijosquenadiequiso.blogspot.com/2011/05/callar-es-complicidad.html
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