Saturday, February 05, 2011

Cuba, entre el dólar y el "pesito"

Cuba, entre el dólar y el "pesito"

En Cuba conviven dos monedas que, en realidad, han abierto una nueva
brecha entre los isleños

Sábado, 5 de Febrero de 2011 - Actualizado a las 05:50h

XABIER LAPITZ

CASI siempre hay un dicho popular para explicar lo que sucede en Cuba.
Este se lo escucho a un camarero de uno de los restaurantes más
populares de La Habana Vieja: "El que anda en barro, embarrado acaba; el
que toca oro, le brillan los dedos". Le estaba preguntando a Osmani por
la increíble desigualdad de ingresos que representa su sueldo de 400
pesos cubanos con los cincuenta pesos convertibles (CUC) que puede
llegar a recibir los meses de temporada alta turística.

Habría que empezar una rápida tabla de equivalencias. Veinticuatro pesos
cubanos equivalen a un CUC. Y un CUC vale lo que cuesta un dólar más una
penalización del 10%. Si tratan de encontrarle alguna lógica a esta
última paridad, olvídense. Se trata de hacer caja a la vez que se envía
el mensaje de que la dolarización de la sociedad se hace a regañadientes.

Ahora volvamos al caso del mesonero Osmani: gana en propinas el triple
de lo que gana en su sueldo. Él, y todos los que de alguna manera tienen
la oportunidad de tocar los convertibles en su actividad diaria son unos
privilegiados frente a los que tienen que bregar con el peso cubano, el
pesito. Para el otro, "el que de verdad pesa y manda", hay otros apodos
como chavo o fula (aplicado al dólar norteamericano antes de que el
Gobierno de Castro instaurara la nueva moneda hace ya casi diez años).

dolarización En Cuba conviven dos monedas que, en realidad, suponen de
hecho una nueva brecha en una sociedad que, teóricamente, aspira a ser
igualitaria. Todo empezó a aflorar tras la desintegración del bloque
soviético y la llegada del llamado "periodo especial".

"Hasta los primeros años de la década de los noventa la cosa funcionaba
bien porque Cuba cambiaba dos toneladas de azúcar por una de petróleo y
con el sobrante lo revendía y obtenía recursos financieros para ir
avanzando en infraestructuras y en los que siempre había sido lo
admirable de este país: la educación, la sanidad, etc", explica un
empresario europeo que lleva casi treinta años haciendo negocios en Cuba.

Pero la falta de esos recursos en divisas llevó al Estado al borde de la
quiebra y entonces "como se ha ido repitiendo después, el Gobierno
cubano tuvo que tomar decisiones que le creaban algunos problemas. Por
ejemplo, se admitió la dolarización de la economía, que supuso un acto
admitido como "contrarrevolucionario" pero muy necesario. Claro, aquello
les creaba problemas porque se daba la circunstancia de que un camarero
podía ganar más y vivir mejor que un buen cirujano". Ahí está el caso de
Osmani.

Antes de esa decisión, tomada no por convencimiento sino por obligación,
el dólar había sido una moneda exclusiva del mercado negro. Pero la
apertura al turismo, otra medida que se admitió como "especial" pero
también "contrarrevolucionaria", obligaba a normalizar la realidad y
regularla. Para este empresario aquellos años duros terminaron por
dibujar la realidad actual porque "fue entonces cuando se construyeron
los grandes complejos turísticos con empresas mixtas y capital siempre
mayoritario del Estado, porque Cuba puede decir que no ha vendido un
solo palmo de terreno. Creo que aún Cuba tiene en este sector, que es la
primera fuente de entrada de divisa, mucho recorrido".

Al Gobierno de Fidel Castro no le gustó tener que hacerlo. De hecho, lo
ha manifestado en diferentes ocasiones públicamente. Los recelos
provenían de lo que después se demostró que, efectivamente, podría
suponer la división en la sociedad en dos castas económicas: la del
pesito y la del dólar. Junto a ello, la llegada del turismo suponía
introducir una "cuña" capitalista en un sistema comunista. De ese sector
turístico, donde más dinero se ha manejado en los últimos años, han
llegado los casos de corrupción más destacados.

Ir de compras El concepto "ir de compras" es algo distinto al que
nosotros manejamos pero aun así me hago acompañar de Rosa, una excelente
guía habanera que ("por desgracia, ponlo así") no tiene acceso al CUC en
su puesto de directora de Recursos Humanos de una empresa dependiente
del Ministerio del Azúcar.

El objetivo es comprar un cristal para que su marido pueda reparar una
pequeña ventana rota. El primer asunto que hay que resolver es cuál de
los almacenes habrá entrado el material que necesita. Ella insiste en
que "lo arreglamos con algún vecino, pero si insistes vamos a
comprarlo". Parece que estamos de suerte porque "han entrado allá, en la
tienda que está detrás de Quinta avenida". Efectivamente, lo
encontramos, pero hay que pagar con CUC y el precio, aunque yo no sé
nada de bricolaje, me parece desorbitante para el sueldo de esta
familia: nueve "chavos". Representa la mitad de su sueldo.

La razón de este precio inaccesible para gran parte de la sociedad
cubana es que a todos los productos importados se les aplica, por ley,
un recargo del 240% sobre el precio de compra. El cristal en este caso
viene de Vietnam. Animo a Rosa a comprarlo y pago. "Es una manera de
cooperar, esta de tener amigos extranjeros que te visitan de vez en
cuando. Si no, el cristal se hubiera quedado así hasta que hubiéramos
conseguido resolver con algún trueque".

Con el cristal bajo el brazo, salimos a almorzar con la familia por la
Habana vieja. Se trata ahora de comparar cuánto le cuesta una pizza y un
refresco a ella y cuánto a mí. Busca decidida un restaurante "popular"
de acceso exclusivo para cubanos. Sabe que las pizzas están de oferta:
la de queso y jamón individual y una lata de naranjada, siete pesos
cubanos. Unos metros más adelante, ahora me toca a mí, el mismo menú (la
lata es exactamente de la misma marca) en una pizzería con manteles y
camareros exquisitamente uniformados: cuatro CUC y 25 centavos. Al
cambio, 120 pesos cubanos. "Sí -admite Rosa- es una locura pero si yo
manejara como tú los CUC en la cartera no me importaría pagar esa
cantidad, porque al menos podría elegir. Ese es el problema, que
nosotros comemos lo que hay, no lo que nos gustaría como hacen ustedes".

Futuro incierto No resulta sencillo augurar cómo va a terminar esta
"dialéctica monetaria" que trae de cabeza a las autoridades y que el
cubano medio va sorteando como puede. Para despejar la incógnita habrá
que ver cómo evoluciona esa apertura económica, aún tímida pero
aparentemente firme, que propugnan los estamentos oficiales.

"Los problemas son estructurales y por lo tanto, también lo tendrá que
ser la solución", afirma un economista en una de las Mesas Redondas que
emite casi a diario la televisión cubana. Siguiendo sus explicaciones
parece intuirse el deseo de ir conformando una pequeña clase media que
aporte, en CUC y no en pesos cubano, recursos financieros al Estado por
la vía de altos impuestos.

Pero nadie sabe cómo acabará el experimento que supone la convivencia de
ambas monedas en un momento en el que Cuba necesita, como casi todos los
países del planeta, financiación para ir superando una crisis que se ha
convertido en crónica. En lo que coinciden todos los analistas es en que
es necesario activar los negocios con el exterior para ir creando empleo
que suponga, a su vez, una actividad económica que permita ingresos a
las mermadas arcas estatales.

"Si en todas partes hay problemas por la crisis, aquí hay que añadir el
problema del bloqueo" y esto dificulta mucho los negocios en Cuba,
afirma el empresario. " los negocios se cierran con bancos que hacen un
trueque. Por ejemplo, el banco avala la operación para que ellos puedan
pagar y nosotros cobrar a cambio de materia prima, sobre todo el níquel.
Claro, esto tiene un problema. El níquel, cuyo precio ha subido en el
mercado mundial en los últimos años es una de las mercancías que forman
parte de ese trueque. Los huracanes de 2009 destruyeron buena parte de
las instalaciones y Cuba, sin poder exportar el níquel, volvió a pasar
graves apuros económicos". A perro flaco, todo son pulgas.

http://www.deia.com/2011/02/05/mundo/entre-el-dolar-y-el-pesito

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