Viernes 24 de Septiembre de 2010 10:21 Reinaldo Escobar, La Habana
Como casi nunca tenía nada que hacer en su puesto de electricista de
mantenimiento, Cuco era el que se ocupaba de actualizar diariamente el
mural del sindicato; llevaba además, con esmerado rigor, la libreta
donde se anotaba el cumplimiento de la Guaria Obrera y era el encargado
de darle la bienvenida a los nuevos trabajadores, a quienes les contaba
la historia del centro, les explicaba las medidas de protección e
higiene y les enseñaba cada rincón de aquel taller de reparación de
muebles escolares donde llevaba 18 años trabajando.
Nadie tenía tanto entusiasmo como él para conseguir las flores y los
regalos que cada 8 de marzo se le entregaban a las compañeras en el Día
Internacional de la Mujer, no se perdía un solo trabajo voluntario ni un
solo Círculo de Estudio y era el que con más pasión aplaudía cuando se
leían los comunicados en las fechas significativas. Por todo eso y
porque en realidad nunca tenía nada que hacer, nadie le quiso poner a
mano el periódico Granma del pasado lunes 13 de septiembre donde la
última página estaba dedicada totalmente a publicar el pronunciamiento
de la Central de Trabajadores de Cuba en el que se anunciaba que, como
parte del proceso de perfeccionamiento del modelo económico cubano,
medio millón de trabajadores vinculados a diferentes sectores estatales
quedarían disponibles, o sea, serían despedidos.
Fue Manolo, el gordito autosuficiente, que nunca participaba en nada,
argumentando que estaba muy ocupado, el que con una risita maliciosa se
lo dijo con toda la crudeza y crueldad de que era capaz: "Oye Cuco,
saliste en el Granma. Aquí dice que tú sobras", y le puso ante los ojos
la octava página del periódico con un titular de letras rojas de dos
centímetros de alto, ilustrada con el logotipo de la CTC y una foto,
donde otros entusiastas como él, levantan la mano unánimemente.
Como no tenía nada que hacer se sentó a leer el órgano oficial del
Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en especial los 18
párrafos del "pronunciamiento" en los que la máxima instancia de los
sindicatos cubanos lo identificaban como alguien que no resultaba
indispensable y le proponía "nuevas formas de relación laboral no
estatal como alternativa de empleo".
Cuando terminó de leer el texto tuvo la extraña sensación de que se
había saltado una línea muy importante. No era posible que sus máximos
dirigentes sindicales hubieran olvidado que él no era solamente el
asalariado de una empresa del Estado, sino además el fiel afiliado, que
durante su impecable trayectoria laboral había cotizado puntualmente.
Volvió a buscar ente las 155 líneas de aquel pronunciamiento (¿Por qué
se llamaba así, si aquello no era un alzamiento, ni una sedición ni un
amotinamiento, como aseguraba su diccionario de sinónimos?) y descubrió
horrorizado que en muy poco tiempo sería no solo un desempleado sino
también un huérfano sindical.
Como electricista podría ganarse la vida en su futuro nuevo papel de
cuentapropista, pero no sabía a qué Círculo Social llevar a su familia,
ni con quién compartiría los matutinos. Estaba confundido. ¿Cómo
aportaría su jornal de un día a las Milicias de Tropas Territoriales, a
qué Brigada de Respuesta Rápida podría incorporarse, cómo quedaba el
asunto de los méritos, con quién tendría que emular, quién le entregaría
ahora algún diploma? ¿Será que nada de eso era importante?
http://www.diariodecuba.net/cuba/81-cuba/3316-el-que-sobra-.html
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