Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión
LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - La crisis de la agricultura
en Cuba se debe, principalmente, a la maraña de burocracia y control
estatal y al miedo que tiene el Estado de que los campesinos se hagan
ricos. A pesar de las medidas puestas en marcha por el gobierno para
aumentar la producción en los campos, no se notan avances.
Prueba de ello es un artículo aparecido recientemente en el diario
Trabajadores, en el que el periodista relata los viajes de un lado para
el otro que sufren los productos del campo y la mala manipulación que
impide que lleguen al consumidor en buen estado.
El problema clave está en que los campesinos no pueden vender sus
cosechas directamente en los mercados, sino a la empresa estatal de
acopio, la cual se encarga de trasladarlas a los puntos de venta.
El cultivador debe esperar meses para que le paguen por los productos
vendidos a la empresa estatal. La situación de los "impagos" afecta la
cadena productor – empresarios – clientes.
La preocupación de las autoridades del sector agrícola no es gratuita,
pues las deudas se acumulan, y en lo que va de año ascienden a cerca de
2 millones de pesos. La falta de pago obliga prácticamente al campesino
a utilizar a intermediarios que sí les pagan puntualmente, además de que
desestimula el aumento de la producción.
Hay 21 municipios en el país donde la falta de pago a los campesinos
alcanza cifras elevadas. En la información sobre el tema aparecida en la
edición del 28 de septiembre del periódico Granma, se destaca al
municipio Isla de la Juventud por tener su deuda exorbitante con los
campesinos.
Si unimos lo anterior a la falta de fuerza de trabajo eficiente, con
conocimiento de las técnicas de cultivo y con el estímulo financiero
adecuado, llegamos a la conclusión de que es difícil salir de la crisis
agrícola que se extiende ya por años.
Por otra parte, la reintroducción de la tracción animal en las faenas
agrícolas puede ser efectiva en algunas zonas, como de montañosas, pero
regresar a la yunta cuando escasean los bueyes, no parece algo serio.
Una de las vías propuestas por el gobierno es la de la agricultura
urbana. Consistente en el aprovechamiento de terrenos baldíos en las
periferias de las ciudades, el empleo de patios caseros grandes para
siembra de frutales y crías de animales.
Sin embargo, lo que afecta de raíz este proyecto desde su inicio es la
falta de materiales y productos de crecimiento acelerado, que
contribuyan a lograr una producción suficiente en poco espacio. Los
llamados organopónicos se establecieron en áreas de todos los municipios
con el fin de abastecer a la población. Una respuesta que debería suplir
las necesidades de la comunidad. ¿Y por qué no dejar que los miembros de
las comunidades que lo deseen las instalen, produzcan y vendan sus
producciones libremente?
A pesar de las buenas intenciones, sus producciones no han logrado
llenar las tarimas de los mercados agrícolas, faltan la cantidad y la
calidad. La dificultad es que esas producciones las venden en rústicas
tarimas junto a las áreas de siembra y generalmente no llegan a manos
del gran público.
La eliminación de medidas de control estatal excesivo sobre los planes
agrícolas, la producción y la adquisición de útiles y herramientas
podría ayudar a estimular a los campesinos a cosechar lo que entiendan
que deben producir y a aumentar la producción para obtener más
beneficios, los que sin duda reinvertirían en adquirir mejores medios de
trabajo y de transporte. Esto aumentaría la presencia de productos
frescos en los mercados y, con el tiempo y el aumento de la producción,
bajarían los precios, y desaparecería la necesidad del mercado negro.
Si tenemos en cuenta que los campesinos privados aportan el 60 % de la
producción agrícola, cultivada en solamente 500 mil hectáreas de las 3,1
millones de hectáreas en uso, ¿cuál es el problema para no dejar en
manos de esos campesinos y de quienes quisieran dedicarse a estas
tareas, los terrenos hasta ahora baldíos y estimularlos debidamente?
Una y otra vez retorna la idea de que la culpa no la tiene el embargo,
sino el mal manejo de la burocracia que nos ahoga. Como otros sectores
de la vida del país, la agricultura necesita respirar.
Cuba: La agricultura no aguanta más (5 October 2009)
http://www.cubanet.org/CNews/y09/octubre09/05_C_5.html
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