JUAN JOSÉ MATEO 22/05/2009
Habla Carles Moyà (Palma de Mallorca, 1976) y de su boca salen nombres
como fieros rugidos: Fidel Castro, Nelson Mandela, el apartheid. Es
curioso. Antes de ganar Roland Garros, de triunfar en la Copa Davis y de
ser el número uno del mundo, Moyà fue un estudiante con inclinación
hacia las ciencias y cierta alergia a las letras. Hoy, cuando llega a la
cita en un carrito de golf, convaleciente aún de una lesión en el pie,
se sienta delante de un plato de jamón y parece recorrer el camino
inverso. "No busco inspiración, sino saber", explica. "Siempre he sido
muy curioso con la historia, la política, las ideologías, con los
porqués de las cosas. Todavía me falta mucho por conocer, pero cuanto
más leo más me gusta. Tengo ganas de saber".
El tenista compagina el deporte con la comunicación y, sobre todo, la
lectura
El viaje literario de Moyà, tenista de altos vuelos, arranca en Cuba,
adonde viajó en abril. "Viendo la situación de ahora, quizás no
entiendes muy bien cómo [Castro] pudo contar con todo ese apoyo del
pueblo", cuenta al comentar el libro-entrevista que ha leído del
comandante. "La idea que tiene el revolucionario del principio no es
mala, pero con el tiempo se ha demostrado que lo que persigue es un poco
una utopía. Lo que él pensaba no ha evolucionado en lo que es ahora
Cuba. Son felices, pero habiendo visto todo lo que hay ahí, no es lo
ideal. Contó con el apoyo de más del 90% de la gente. Eso significa que
las ideas son buenas, sobre todo para la gente del campo: no tienen nada".
Moyà come poco. Tenía jamón del bueno en casa y no se ha podido resistir
a un bocata. Eso le deja la boca libre para seguir de libro en libro,
viajando con las letras, primero Cuba y luego Suecia, con Los hombres
que no amaban a las mujeres, de Stieg Larsson, para hacer camino. Ahora,
tras pedir otro vaso de agua, está en Suráfrica. "Cuanto más leo sobre
Mandela, más le admiro", dice tras leer El factor humano, de John
Carlin. "Pasó muchos años en la cárcel injustamente, y aún así es capaz
de perdonar. Te preguntas qué hubieras hecho tú. Muy poca gente hubiese
actuado como él. Es un luchador con capacidad de perdonar, con todo lo
que eso conlleva: perdonar y luego, a la que puedes, no intentar hacer
daño. Él, según lo que he leído, perdona de verdad. No sé si hay otra
versión de sus detractores, pero... ¡30 años en la cárcel por defender
unos valores! Por poder comer en los mismos restaurantes que los
blancos, por poder ir en sus autobuses. Es fuerte".
Viene y va la camarera, impoluta con su mandil negro. Moyà, que acogió
en sus entrenamientos a Rafael Nadal cuando éste era un niño, explica
sus proyectos. Ha montado un gimnasio, y compagina el tenis con B1PR, la
empresa de comunicación e imagen que tiene con dos amigos. Queda una
pregunta. ¿Qué le mantiene en activo? "Hace un año era el número 12 del
mundo con casi 32 años. Es para estar orgulloso", contesta. "Ver que soy
competitivo es lo que me permite seguir adelante. Eso, jugar ante 15.000
personas, ver que puedo llegar lejos en un torneo masters, no hay nada
que me lo pague. Cuando acabe la carrera de Rafa, para él no habrá nada
parecido a lo que sintió tras ganar a Novak Djokovic en el tie break del
tercer set en Madrid. Está el tener hijos, otras cosas, que ahí la
satisfacción es más grande... pero yo tenía los pelos de punta, y no era
el que jugaba. ¡Imagínese él! Es lo más. Esa sensación se debería
vender. Sería lo más consumido".
"Viendo Cuba, no entiendes el apoyo que tuvo Castro" · ELPAÍS.com (22
May 2009)
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