Friday, December 26, 2008

Navidades y celdas de castigo

Represión
Navidades y celdas de castigo

Las fiestas no van a recuperar su verdadera alegría hasta que todos los
cubanos las puedan recibir en libertad.

Raúl Rivero, Madrid | 24/12/2008

La Nochebuena, el día de Navidad y el fin de año son, en las cárceles de
Cuba, tres jornadas donde se eleva la calidad del sufrimiento. No
importa en qué parte de la semana caigan: para los presos son lunes
romos y parsimoniosos, tardíos y torpes a la hora de traer la noche.

Los relojes se ponen en cámara lenta y el sol se paraliza en las cercas
de alambre y en los techos de las garitas de seguridad, donde se asan
con sus AK los centinelas. Así, el preso puede verse con detalles
afuera, lejos, donde es una silla vacía y una pobre sombra con nombre y
apellidos que sonríe en las fotografías de la pared.

No duele tanto, decía Pedro Pablo Álvarez, condenado a 25 años de
prisión, que yo recuerde a mis nietos y no los pueda ver. Duele el miedo
a que me olviden y que vaya a ser yo, con el paso de los años, un
desconocido para los seres humanos que más quiero.

Esas fechas no tienen signos exteriores en las prisiones. Se escuchan
pedazos de conversaciones de los guardias y de los funcionarios que
preparan, en su precaria libertad, las fiestas familiares. Se leen las
cartas de la casa en las que se trata de disminuir la posible alegría
ajena. Palabras escogidas para dejar tensa la cuerda floja entre la
tristeza total y la esperanza.

En las celdas, la Navidad y las celebraciones de año nuevo, van por
dentro. Un desfile de escenas que se desvanecen. Una película privada
que edita la necesidad, y uno repasa solamente los episodios de amor y
afecto. Se evoca nada más que los olores agradables y el sabor de las
comidas compartidas en otros tiempos, que llegan a la cabecera del
camastro envueltos en frases rotas de la gente querida.

No, no hay en la vida en las celdas, nada que haga recordar que el mundo
está de fiesta. Es el prisionero el que lo sabe, y se deja acosar por
los recuerdos. Unos tienen fe y fortaleza para celebrar en soledad el
nacimiento del hijo de Dios. Otros, el cambio de año, con un sentimiento
confuso, porque han pasado doce meses de angustias y privaciones, pero
el rigor de la dictadura no los pudo vencer.

Que entre enero…

Sé que Adolfo Fernández Saínz, Antonio Sánchez, Félix Navarro, Fabio
Prieto y Regis Iglesias y Oscar Elías Biscet, por ejemplo, estarán
refugiados en el poder de sus creencias y en la certeza de hay quien
toma nota de los ruegos de sus plegarias.

Todos, ellos y los que no menciono, tienen voluntad y energía para
soportar esta otra forma del dolor (también prevista por los
carceleros), que es pasar otro año en la cárcel por tratar de liberar y
humanizar una sociedad empantanada en la pobreza y en la represión.

Son unos días más difíciles para Pablito Pacheco y Normando Hernández,
dos de los más jóvenes presos políticos cubanos. Los dos enfermos,
recluidos en las ásperas salas de penados de los hospitales de Ciego de
Ávila y Camagüey, postrados y en peligro, porque son ya muchos años de
residencia en celdas y calabozos, mal alimentados, atacados por
diferentes patologías y con una deficiente atención médica.

Más duro, sí. Enfermos, con molestias y dolores físicos, lejos de la
familia, sin visitas, en una sala junto a otros presos, vigilado por dos
guardias en el pasillo y encerrados por unas rejas altas pintadas de blanco.

Lo que se quiere en las prisiones es que estos días se vayan rápido. Que
entre enero con su nombre vacío y nada exterior le ponga rumbo a los
recuerdos.

Que pasen estas horas espesas y estacionarias. Y uno no sienta el rumor
de unas fiestas de Navidad y fin de año, que no van a recuperar su
ingenuidad y su verdadera alegría hasta que todos los cubanos las puedan
recibir en libertad.

http://www.cubaencuentro.com/es/cuba/articulos/navidades-y-celdas-de-castigo-141763

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