Juan Carlos Hernández
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - L os sucesos relacionados
con la Iglesia Santa Teresita del niño Jesús, en Santiago de Cuba,
recobran singular importancia al conmemorarse el 4 de diciembre su
primer aniversario. Las citaciones oficiales a la unidad de
enfrentamiento comenzaron a llegar algunos de los activistas de derechos
humanos involucrados.
El martes parecía un día normal, pero advertí, como cualquier transeúnte
que pasa cerca de esa unidad, que las lajas colocadas en el portal
sirven de estacionamiento a varias motos Suzuki.
Al entrar sentí la mirada penetrante de los oficiales. En la recepción
me pidieron el carné de identidad y me dijeron que esperara afuera.
Minutos después estaba sentado en un butacón negro. Del otro lado del se
encontraba el oficial Michel.
Por mi mente pasaron los anteriores interrogatorios a los que fui
sometido y las advertencias que le hicieron a otro opositor el día
anterior, por lo que me preparé para guardar el más absoluto silencio.
Sin mirarme, el joven oficial recordó mi participación, el 27 de
noviembre del pasado año, en la Habana, en la entrega de las primeras 5
mil firmas del proyecto Universitarios sin Fronteras, la marcha que
realizamos hasta llegar muy cerca de la Universidad de La Habana, la
visita a la residencia del señor Thomas Hamms, Secretario Político de la
Oficina de Intereses de Estados Unidos, mi detención en Santiago de Cuba
el 3 de diciembre de 2007, y otras actividades opositoras.
Al finalizar levantó su vista y dijo:
-¡Ni una más!
Acto seguido me prohibió que asistiera a la iglesia el próximo día 4
vestido de negros, salir en grupo, sacar pancartas o pegatinas, a la vez
que me responsabilizaba de cualquier desorden que se produjera antes o
después de la misa.
Alcancé a mantenerme callado, a pesar de sus provocaciones para que le
respondiera. El tono entonces fue más amenazante. Me acuso de mercenario
y marioneta del enemigo.
Luego de tres horas de interrogatorio donde apenas pronuncié unas
cuantas palabras, me dijo que podía irme, que ya estaba advertido.
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