Wednesday, October 01, 2008

Desde San Germán y Antilla

El golpe de los huracanes
Desde San Germán y Antilla

Una vecina: «El próximo ciclón voy a ser yo, si tratan de ponerme en la
calle».

Luis Felipe Rojas, Holguín | 30/09/2008

Bañado por las aguas del río Cauto y escondido entre la maleza de las
maniguas orientales de Cuba, San Germán es un pueblo que ha esquivado
siempre los grandes huracanes, excepto Flora e Ike.

Después de una devastación venida de manos burocráticas y alentada por
el olvido gubernamental —ya que la industria azucarera le dio la
espalda—, el huracán Ike vino a multiplicar la desgracia acumulada.

"Esta tragedia demuestra que no le importamos nada al gobierno. A ningún
'jerarca' se le voló el techo de la casa. Ninguna de las viviendas
afectadas estaba con las mínimas condiciones arquitectónicas, ellos
siguen empeñados en las viviendas de bajo costo, y el costo sigue siendo
alto para nosotros", dijo a CUBAENCUENTRO.com Lidia, una vecina del
Consejo Norte que perdió casi todo el techo y un par de ventanas de su casa.

Una muestra que describe mejor la penuria en que ha caído casi todo el
oriente de la Isla es que casi el 50% de las casas derribadas pertenecen
a los planes de "viviendas populares", también conocidos como "casas de
bajo costo".

Otro botón de muestra es que horas antes de llegar el fenómeno
meteorológico, los ciudadanos no tenían clavos, tablas, scotch tape,
para asegurar ventanales de cristal, ni aseguramientos mínimos
requeridos para tales efectos.

Retirado de una empresa local de construcción, denominada "Fábrica de
casas", a Carlos le viene bien el refrán de "en casa del herrero,
cuchillo de palo".

En 1999, el ciclón de turno le voló el portal de la casa y le derrumbó
dos paredes de la cocina, sin que pudiera hacer nada en mucho tiempo.
Luego de una enconada porfía con las autoridades, le vendieron dos
quintales de cemento y se las ingenió para buscar el resto de los
materiales necesarios. Ahora se cumplieron nueve años esperando siete
planchas de zinc para su techo, y el huracán Ike le agravó la miseria.

Dos días después del paso de Ike, una larga cola de gente esperaba
frente a las direcciones municipales de la Vivienda en Holguín, Banes y
Antilla, para declarar las afectaciones en sus propiedades, ya que las
llamadas Comisiones de Verificación y Control no aparecían por ningún lado.

En unos lugares, los delegados del Poder Popular pasaban, tomaban nota y
se marchaban; en otros, un camión repartía tejas de asbesto-cemento,
pero no traía los tornillos fijadores. Y, en los más de los casos, aún
no aparecían los materiales. Las autoridades aconsejan "ir resolviendo
con medios propios".

"A mi casa no pasan", dijo L. Méndez, mientras empuñaba un par de
pedruscos contra funcionarios que fueron a entregarle tres tejas de zinc
galvanizado. "No quiero limosnas, prefiero que otro ciclón me lleve la
casa completa", expresó airado este sangermanense de la calle 13, entre
20 y 22.

Mientras, la basura mediática oficial se cierne sobre los radioescuchas
y los pocos y privilegiados televidentes.

"Solidaridad", "confianza", "firmeza" y "razón" son términos que saturan
al más mendaz de los acólitos del gobierno y se empinan ante cualquier
queja. En la televisión nacional no hay espacio para el pesimismo ni
para el espíritu de derrota.

Horas antes de la llegada del mencionado huracán, fueron desabastecidos
los establecimientos de alimentos en divisas y cerradas tempranamente
las unidades de gastronomía popular, comedores y restaurantes. Sin
oportunidades de guardar alimentos, la familia se fue puertas adentro y
con la barriga vacía.

"Estoy desesperado, no sé a donde ir, tengo al niño sin leche para
desayunar, no tenemos aceite para cocinar, esto es un castigo de Dios.
Yo vi a la gente desfalcando los almacenes del Estado para llevarse el
techo y ponerlo en sus casas. La policía no pudo con ellos. Mi casa es
un potrero vacío", dice Cristian Toranzo Fundichely, que vive frente al
cuartel de la Policía en Antilla.

Un grupo de mujeres camina por la calle principal de ese pueblecito
recostado a la Bahía de Nipe, por donde una vez, según la leyenda,
apareciera la Virgen de la Caridad del Cobre. Van presurosas porque les
han dicho que venderán plátanos y algunas frutas. En varios días de
hambruna es la primera vez que ofertan algo de comer.

De entre ellas, Mildred Sánchez es la que accede a declarar. Está
viviendo en la Dirección Municipal de Educación y tiene dos hijas. Su
casa de madera, de más de sesenta años, se desplomó con los primeros
vientos y no tiene adónde ir.

Ella es una pública opositora al gobierno y ya le han indicado que debe
abandonar el local, la oficina que le prestaron para que amontonara los
pocos bártulos que le quedaron.

"Por aquí pasó ese huracán y se llevó medio pueblo. El otro ciclón voy a
ser yo, si tratan de ponerme en la calle", dijo a CUBAENCUENTRO.com.

http://www.cubaencuentro.com/es/cuba/articulos/desde-san-german-y-antilla-118485

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