Monday, June 02, 2008

El director de Granma quiere más sangre

El director de Granma quiere más sangre
By CARLOS ALBERTO MONTANER

El señor Lázaro Barredo, director de Granma y miembro del parlamento
cubano, acaba de pedir que se castigue con mayor rigor a los demócratas
de la oposición. Supongo que quiere que los golpeen con más saña, que
las condenas sean más elevadas, y que a las Damas de Blanco --por
ejemplo-- las ultrajen con mayor energía por estar al servicio del
imperialismo yanqui. Me imagino que Barredo habrá disfrutado mucho
cuando sus esbirros patearon hasta casi matarla a la madre de los
hermanos Sigler, una ancianita diminuta que pesa ochenta libras y pide
sin descanso la libertad de sus hijos presos, suficiente razón por la
que le partieron varias costillas.

Barredo, de quien amigos y enemigos se burlan llamándolo ''Berrido'',
según su camarada Martin Medem, ex corresponsal de Radio Televisión
Española en Cuba y persona muy vinculada a los comunistas, es un miembro
de la Seguridad. Otros ex compañeros suyos aseguran que es un viejo peón
del Departamento Tres de la Contrainteligencia, dedicado al acoso de los
intelectuales, y lo describen como un organizador de turbas y de actos
de repudio que disfrutaba golpeando y escupiendo a las personas que
deseaban abandonar el país durante el éxodo del Mariel. No sé qué habrá
pensado cuando su hijo Josué, un buen poeta, totalmente inocente de la
conducta de su padre, decidió exiliarse.

A Barredo, que le sobra vocación para maltratar a sus semejantes, le
falta, en cambio, rigor lógico. Por una punta, proclama fieramente el
derecho de la dictadura a practicar intensamente el ''internacionalismo
revolucionario'' en cualquiera lugar del planeta y en cualquiera de sus
modalidades (dinero, propaganda, armas, adiestramiento, guerrillas,
terrorismo), mientras, por la otra, sustenta su petición de que se
extermine a los disidentes y a los opositores por beneficiarse de
algunas tímidas manifestaciones de ''internacionalismo democrático''
consistentes en solidaridad política, pequeñas donaciones, computadoras,
cámaras fotográficas, medicinas y otros elementos que les permitan
resistir el embate del aparato represivo mientras sostienen en las
cárceles a sus familiares presos.

Barredo, además, no conforme con pedir más atropellos contra los
demócratas cubanos, quiere que me extraditen a Cuba. No me gusta
utilizar este espacio para examinar cuestiones personales, pero como el
asunto se ha convertido en una cuestión pública creo que debo abordarlo.
El director de Granma ha pedido mi extradición porque supuestamente soy
prófugo de la justicia, algo que constituye una media verdad: hace casi
medio siglo, en marzo de 1961, cuando tenía 17 años, me escapé de la
cárcel junto a otro estudiante menor de edad, también preso político.
Entonces tratábamos, como decenas de millares de estudiantes y
campesinos, de impedir que la dictadura comunista consiguiera
consolidarse. ¿Por qué Barredo dijo una media verdad? Porque yo no huía
de la justicia, sino de la injusticia de un juicio absolutamente ilegal
que duró media hora, con pruebas y testigos falsos, como me confesó
avergonzado, en un testimonio valiosísimo que todavía conservo, uno de
los miembros del tribunal que años más tarde se exilió en España.

¿Por qué esta extemporánea payasada del gobierno cubano? Si intentaran,
en serio, extraditarme a Cuba, se armaría un escándalo monumental en
todos los medios de prensa y la dictadura saldría muy mal parada. Y si
lo lograran y me llevaran a Cuba, tendrían dos caminos: me fusilan o me
encarcelan. Si me fusilan, la condena universal ante ese crimen
injustificado sería tremenda porque yo soy totalmente inocente. Si me
encarcelan, me convertirían en una víctima célebre por la que todos los
días la dictadura pagaría un precio político. O sea, la dictadura sabe
que el costo de tener éxito con esta payasada de Barredo es mucho más
alto que los escasos beneficios de apresarme, especialmente porque no
pueden acusarme de nada, salvo de haber huido de una condena injusta
cuando era casi un niño.

Pero, si la policía política sabe esto, ¿por qué ha montado este show
ridículo? Supongo que por dos razones: primero, para tratar de
desacreditarme o asustarme, cosa que jamás han podido lograr con todas
sus campañas sucias a lo largo de décadas de calumnias e infundios; y,
segundo, para intentar destruir a Yoani Sánchez, la muchacha que en La
Habana, muy valientemente, escribe el blog Generación Y. Persona a quien
admiro mucho, pero a quien no conozco ni directa ni indirectamente, pese
a que tratan de asociarla conmigo.

Debo advertir que no es la primera vez que el aparato represivo cubano
intenta silenciar mi voz. En el otoño de 1987 los servicios de
inteligencia cubanos, grandes cultivadores del terrorismo, me enviaron
una bomba dentro de un libro a mi oficina de Madrid. Yo mismo abrí el
paquete. El libro se llamaba Una muerte muy dulce y el detonador no
estaba conectado. No querían matarme. Era otra payasada encaminada a
tratar de atemorizarme con el obvio mensaje de ''cállate, podemos
asesinarte cuando queramos''. La inteligencia española, que investigó el
caso con seriedad, hasta me dio el nombre del diplomático cubano que
había organizado la operación: un señor llamado Eduardo Araoz. Supongo
que pertenecía al mismo departamento en que hoy el director de Granma
realiza sus sucias tareas.


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http://www.cubanet.org/CNews/y08/junio08/02inter_2.html

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