La solución es el mercado
El gobierno sigue atascado en la mentalidad de la ayuda, sin asumir sus
responsabilidades por el estado deplorable de la economía.
Marifeli Pérez-Stable, Washington | 25/06/2008
"El crecimiento global es la historia que destaca en nuestros tiempos",
escribe Fareed Zakaria en su notable libro The Post-American World, cuya
lectura es recomendable. El subtítulo, The Rise of the Rest, nos dice la
razón por la que estamos en la cúspide de un verdadero orden global.
Dondequiera los países crecen: una tendencia que comenzó en Asia y que
se ha extendido por Europa Central, América Latina y África. La causa no
es un misterio: los países están expandiendo el alcance de sus mercados
internos, al mismo tiempo que aumentan las exportaciones.
El postamericanismo de Zakaria no es antiamericanismo. Si el nuestro, en
el plano político-militar, es un mundo de una sola superpotencia, en
todos los demás aspectos —industrial, financiero, educacional, social,
cultural— "la distribución del poder está cambiando". El mundo
postamericano se está formando "desde muchos lugares y por muchas
personas". Estas son buenas noticias, aunque Estados Unidos y todos los
demás deban aún comportarse acorde con esta idea.
El mundo todavía tiene ante sí retos difíciles que "no provienen del
fracaso sino del éxito". Dicho de otra forma, los problemas actuales no
son situaciones en que unos ganan y otros pierden (zero-sum), sino que,
potencialmente, todos se benefician de una u otra forma (win-win). Es
triste constatar que los gobiernos de Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua
y Venezuela, así como muchos ciudadanos en América Latina, favorezcan la
perspectiva del zero-sum, que sólo puede llevar al retroceso.
Las cuentas de Machado Ventura
Un ejemplo de lo anterior es la posición de La Habana sobre el alza del
costo de los alimentos, como expresara su representante, recientemente,
en la reunión de la FAO en Roma. El primer vicepresidente, José Ramón
Machado Ventura, arremetió contra una economía global basada en "la
pobreza, la desigualdad y la injusticia", e hizo cuentas de las sumas
anuales que, según él, deberían canalizarse hacia los países del Sur:
-La reducción de los gastos anuales de la OTAN en un 10% liberaría
100.000 millones de dólares.
-Si todas las deudas externas fueran anuladas, los países del Sur
contarían con 345.000 millones de dólares adicionales.
-Si el mundo desarrollado cumpliera con su compromiso de contribuir con
un 0.7% de su Producto Interno Bruto, el resto tendría 130.000 millones
a su disposición.
Machado no detalló, en realidad, cómo el Sur utilizaría estos recursos.
El alza en el costo de los alimentos es, por supuesto, una preocupación
profunda y urgente. El etanol —en especial el que tiene como base el
maíz— es uno de los factores. Los altísimos precios del petróleo hacen
más cara la siembra, recolección y la comercialización de las cosechas.
Los subsidios agrícolas en los países desarrollados y las restricciones
en la exportación de alimentos en otros países han encarecido todavía
más los precios. En los años 2005 y 2006, las más bajas reservas de
alimentos en todo el mundo agudizaron los efectos del mal clima y de las
cosechas reducidas.
Machado Ventura ignoró la mayoría de estos factores. La desigualdad y la
injusticia abundan, es cierto; sin embargo, el contexto y las tendencias
tienen importancia. Aunque ha aumentado la desigualdad en Vietnam, sus
ciudadanos viven mucho mejor, gracias a un crecimiento económico
sostenido. La injusticia —que no es sólo social o económica— se mitiga
más eficazmente con un Estado de derecho democrático. La pobreza, de
hecho, ha disminuido.
Terquedad antimercado
El gobierno cubano sigue atascado en la mentalidad de la ayuda. En
África, por ejemplo, muchos gobiernos refuerzan los créditos, la
tecnología y la infraestructura para apoyar la agricultura y facilitar
las exportaciones. Si no se resuelve el reto humanitario que supone la
inflación en el precio de los alimentos, el mundo podría perder el
terreno que ya ha ganado en la lucha contra la pobreza. La ayuda —que
tiene su momento y su lugar— es un recurso transitorio, no una solución
a largo plazo.
La agricultura cubana está en un estado deplorable. El país importa el
85% de los alimentos, principalmente de Estados Unidos. El marabú y
otras hierbas malas han invadido la mitad de las tierras fértiles. En
los últimos quince años, el Programa Mundial de Alimentos de la ONU le
ha dado a Cuba de 2 a 3 millones de dólares anuales en ayudas.
¿Quién es el responsable de esta situación vergonzosa? No se puede
culpar al embargo de Estados Unidos ni a una economía global "injusta".
El verdadero culpable es la terquedad antimercado que valora los
llamados "principios" por encima del bienestar de los cubanos de a pie.
Raúl Castro ha colocado, con razón, la seguridad alimentaria al centro.
Si aumentara la producción, las mujeres podrían alimentar a sus familias
con mayor facilidad y algunas de las angustias materiales de la vida
cotidiana desaparecerían. Los habitantes de las ciudades podrían
entonces preguntarse: si los campesinos pueden producir y ganar más por
cuenta propia, ¿por qué nosotros no?
Castro, Machado y los demás dirigentes seguirán con el viejo discurso,
aun cuando sus políticas permitan a los cubanos, con lentitud, andar por
nuevas sendas. Hace casi dos años, una encuesta de Gallup, realizada en
La Habana y Santiago de Cuba, mostró que el 75% de la población decía
que no tenía libertad para decidir qué hacer con su vida. A medida que
surjan las oportunidades económicas, menguará la desesperanza. Tarde o
temprano escucharemos a los cubanos de a pie expresarse de forma tal que
amplíen y profundicen las nuevas sendas.
http://www.cubaencuentro.com/es/opinion/articulos/la-solucion-es-el-mercado-93068
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