Del oro de Moscú a la plata de Chávez
ADOLFO RIVERO CARO
El triunfo de la revolución bolchevique de 1917 fue un horrible
desastre. Le impuso inenarrables sufrimientos al pueblo ruso, y a todos
los que quedaron bajo su órbita, a nombre de un progreso que nunca se
alcanzó. Es útil recordar que antes de la Primera Guerra Mundial, Rusia
era el mayor exportador de granos del mundo; sus exportaciones más que
duplicaban las de Estados Unidos y consti-
tuían casi una tercera parte del mercado mundial del grano. La de-
sastrosa colectivización estalinista arruinó la agricultura rusa hasta
el día de hoy. Recientemente, para la profunda irritación de Vladimir
Putin, el gobierno ucraniano estaba recordando la trágica hambruna,
deliberadamente inducida por Stalin, que provocó millones de muertos,
tantos como todos los que perecieron en la Primera Guerra Mundial.
Se pretendía justificar todo esto como un heroico esfuerzo por financiar
la acelerada industrialización del país. Hoy sabemos que el verdadero
crecimiento industrial de la URSS en los años 30 fue aproximadamente el
mismo de Alemania y otros países en el mismo período, aunque mucho menos
eficiente. Esa triste realidad siempre estuvo encubierta por alegres
promesas. Los fracasos económicos se achacaban al ''sabotaje''. Todas
las críticas del sistema se descartaban como producto de una hostilidad
de clase, como la hostilidad de una amargada burguesía ante los éxitos
de un gobierno ''proletario''. Los adversarios no se presentaban como
simples opositores de un proyecto y de un grupo político, sino como
enemigos de la justicia, la igualdad y la independencia nacional.
Demonizarlos políticamente preparaba el camino para su posterior
eliminación física.
El único triunfo real e indiscutible del gobierno soviético fue de
propaganda. Desde su mismo nacimiento dedicó vastos recursos a la
exportación de su revolución. Surgieron partidos comunistas en todas
partes. Esto nunca fue un proceso espontáneo. Siempre tuvo como agente
fundamental al Partido Comunista de la Unión Soviética. Durante mucho
tiempo los anticomunistas denunciaron la influencia de lo que llamaban
''el oro de Moscú''. Muchos lo consideraban una calumnia. No lo era. Es
sólo recientemente que se ha podido conocer la extensión del
financiamiento soviético de los partidos comunistas. Uno de los libros
más reveladores sobre este tema es Oro da Mosca, de Valerio Riva. Riva
documenta el financiamiento soviético de los partidos comunistas basado
en la información encontrada en los archivos de la Federación Rusa.
Aunque no hay información completa sobre todo el período soviético, sí
existe sobre los años 1953 a 1984.
En 1959, por ejemplo, 43 partidos comunistas recibieron un total de
$8.759,700; para 1963, 83 partidos comunistas estaban recibiendo
$15.750,000. En este período, el Partido Comunista de Estados Unidos
recibió $42.102,000, casi tanto como el Partido Comunista Francés
($50.004,000) y el italiano ($47.233,00). Otro subsidio era el pago de
royalties por libros escritos por comunistas occidentales y sus
simpatizantes publicados en la URSS. Normalmente, los soviéticos no
pagaban los materiales extranjeros impresos en su país. Fue sólo mucho
más tarde que Moscú firmó el acuerdo internacional de derechos de autor
(Copyright).
Esta información está lejos de ser completa. El financiamiento de los
periódicos y publicaciones comunistas jugó un papel extraordinariamente
importante. Hasta 1991 los soviéticos estuvieron dando fondos para las
publicaciones británicas Morning Star, Seven Days y Marxism Today
($173,000). El capital inicial soviético lanzó innumerables
publicaciones de ese mismo tipo en todo el mundo. Esto fue un factor
decisivo en la difusión de las ideas marxistas y de su popularidad entre
los intelectuales en todas partes.
Una inesperada consecuencia de este fenómeno fue poner una ideología
inmensamente atractiva a la disposición de muchos aspirantes a
dictadores. No estoy hablando de una historia lejana e irrelevante.
Estoy hablando de Venezuela y de la influencia de Cuba. Hace 50 años,
cuando gran parte de la izquierda mundial creía en el éxito del sistema,
deslumbrada por el sputnik y algunos éxitos deportivos, muchos creyeron
que la revolución cubana tenía la fórmula para salir del subdesarrollo.
Pensaban que la razón del mismo estaba en la ''penetración'' del capital
americano, el famoso ''imperialismo''. El secreto marxista para un
acelerado desarrollo económico era terminar con las inversiones
extranjeras primero y con el capitalismo nacional después. Cuando se
acabara con los propietarios privados, el ''proletariado'' podría
gobernar para el bien de las masas. Es increíble que tantos
intelectuales occidentales compraran esta bazofia y que Jean-Paul Sartre
terminara sus días defendiendo la revolución cultural de Mao Zedong. Más
increíble todavía es que ''el socialismo del siglo XXI'' pretenda
reciclarla.
Mijail Bakunin, el famoso anarquista ruso, había hecho una crítica
lapidaria de la dictadura del ''proletariado'': ``Cuando esos antiguos
trabajadores se conviertan en gobernantes o representantes del pueblo,
dejarán de ser trabajadores, mirarán a los trabajadores desde las
alturas del poder y no van a representar a los trabajadores, sino a sí
mismos. El que lo dude no conoce la naturaleza humana.
Hoy por hoy Hugo Chávez está utilizando los millones del boom petrolero
para comprar influencia internacional. El valijagate ha descubierto la
razón de su decisiva influencia sobre el nuevo gobierno argentino.
Todavía más preocupante son sus millonarias inversiones para controlar
el próximo gobierno colombiano. Si ayer había que preocuparse por el oro
de Moscú, hoy hay que preocuparse por la plata de Chávez.
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