2006-12-31
Oswaldo Yáñez, Periodista Independiente
Ciudad de La Habana. A treinta y uno de diciembre del año de la
inminente Libertad para los Cubanos. Cuando las barbas de Sadam vean
pelar, echen los revolucionarios las suyas a remojar... En cumplimiento
de la sentencia que le impuso el tribunal por la masacre de cientos de
compatriotas utilizando armas químicas en respuesta a un atentado contra
su persona, Sadam Husein ha muerto ahorcado en el mismo cadalso y con la
misma cuerda que ajusticiaba a sus opositores.
Que corren malos tiempos para los dictadores es cosa conocida, pero los
últimos acontecimientos nos demuestran que no hay futuro para los
represores de la libertad de su pueblo. Milosevic, Stroessner, Pinochet
y Sadam ya están enterrados pero a ello debemos añadir que tres
presuntos responsables del genocidio ruandés fueron puestos a
disposición judicial en el Reino Unido y la detención de Rodolfo Almirón
Sena, ex comisario presunto responsable de la Triple A de Argentina, en
España para ser extraditado a su país.
Pede poena claudo. El castigo sigue al crimen con pie incierto.
Todos estos acontecimientos deberían hacer reflexionar desde el primer
ministro al último soldado y policía que apoyan a la revolución cubana.
Ninguno puede estar completamente seguro de que en un futuro próximo no
será encausado por los delitos cometidos en nombre de la revolución.
No hay nadie a salvo. Desde el corrupto patrullero que hace la vista
gorda a las infracciones cometidas cobrando; los policías que ejercen de
factotum de pingueros y jineteras, compartiendo los beneficios de la
prostitución; los aduaneros que requisan indebidamente; los custodios de
los hoteles que cambian por dólares la entrada de cubanos que nunca
debió ser prohibida; los funcionarios que requieren chavitos para
tramitar cualquier expediente; los médicos que no visitan si no son
remunerados; los altos funcionarios que negocian convenios a cambio de
un ingreso en cuenta; los que reparten viviendas a voluntad de los que
les sobornan; los fiscales que extravían expedientes a cambio de dinero;
los segurosos que torturan a voluntad; los encargados de las prisiones
que negocian con la comida de los presos; los funcionarios encargados de
la reeducación de los penados que abusan sin límite de los que no
quieren renunciar a sus principios; los soldados y oficiales que
fusilaron sin piedad y quienes impartieron las órdenes; todos son
susceptibles de ser comprados con dinero o favores y estos delitos
pudieran ser enjuiciados en un futuro.
Absolutamente todos se justificarán diciendo que lo hacen porque no
tienen otra salida, tanto si es el régimen quien los impulsa a cometer
estos delitos como si es el sistema el que los empuja para poder
resolver. Creo que ha llegado el momento de que sean ellos mismos los
que alcen su voz para que la revolución sea enterrada con su Comandante
en Jefe.
Sí, señores, es el momento de vestir de Blanco, de no cooperar con la
dictadura, sea esta del Partido o de los herederos de Castro; de decir
basta, de pedir la libertad que les ha sido hurtada por un visionario
que es incapaz de ver la viga en su ojo y que lleva toda su vida
denunciando la paja en el ojo ajeno.
Patere legem quam ipse fecisti. Sufre la ley que tú mismo hiciste.
La mayoría de los cubanos está de acuerdo en la necesidad de cambios.
Unos lo dicen ya abiertamente, otros no se atreven a hacerlo todavía,
pero si Raúl Castro y sus compadres no son capaces de valorar esta
inquietud, en su justa medida, se arriesgan a acabar como Sadam Husein.
Este mero hecho debería bastar para que idearan una estrategia de salida
que condujera a su propia salvación y a la del pueblo cubano, pues si
solo intentan salvarse ellos, apoyados en sus fusiles, puede que se
encuentren que la ley que ellos promulgaron sea la que los condene.
Ya hay muchos prebostes del Partido que fraguan alianzas, incluso por
casamientos, con los que se tiene previsto que ocupen puestos de poder
que les permitan continuar disfrutando de las prebendas que el Partido
ofrece y que son uno de los motivos por los que el sistema fallido no
reconoce su muerte.
Deben tener la certidumbre que si no ayudan a la salvación del pueblo y
este llega a conseguir la libertad en un sistema democrático sin su
ayuda, no serán perdonados por las atrocidades cometidas. A pesar de
todo, quien tenga las manos manchadas de sangre no escapará al brazo de
la ley en una Cuba Democrática, por lo que los represores que tienen
todavía limpias sus manos deberían mantenerlas así por su propia
conveniencia.
Los oficiales, suboficiales y soldados que cumplen las órdenes de los
cobardes, que no serían capaces de realizarlas en persona, deben también
nadar y guardar la ropa, pues es más que habitual que la cadena se rompa
por el eslabón más débil y en este caso son ellos los que lo personifican.
Todos ellos deberían empezar a asumir que la ruindad de su trabajo no
merece que continúen con él. Por lo que es necesario que comiencen a
respetar los derechos de los cubanos y muy especialmente de los
injustamente encarcelados. El mayor enemigo que tiene la revolución son
ellos mismos, pues la violencia no es aceptada, ni por los más acérrimos
defensores de la revolución, fuera de Cuba, por lo menos los que están
en su sano juicio.
Los atropellos del régimen a los derechos humanos y la restricción de
las libertades del pueblo son cada vez más conocidos en el exterior, y
que el sistema tiene los días contados es una verdad asumida en el
exterior antes que en el interior de la Mayor de las Antillas, pero no
por ello deja de ser una verdad inmutable.
Salus populi suprema lex esto.
Que la salud del pueblo sea la suprema ley.
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