Castro: "Este país puede autodestruirse"
El director de 'Le Monde Diplomatique' publica en un libro sus cien
horas largas de conversación con el presidente de Cuba
Ignacio Ramonet, El País, España, 2 de abril de 2006.
Fidel Castro no ha escrito sus memorias, pero las cien horas que el
periodista ha conversado con él son una suerte de "biografía a dos voces".
Pregunta. ¿Cómo se encuentra de salud?
Respuesta. Bueno, me encuentro bien. Por lo general, sí me siento bien,
sobre todo me siento con energía, me siento con entusiasmo por las
cosas. Me siento muy bien física y mentalmente. En esto seguramente ha
contribuido el hábito del ejercicio; yo creo que el ejercicio físico no
sólo ayuda a los músculos, ayuda también a la mente. (...)
P. El 23 de junio de 2001 sufrió usted un desmayo durante un discurso
público, y el 20 de octubre de 2004 tuvo usted una caída, también en
público, que le causó la fractura de una rodilla. ¿Cómo se ha repuesto
usted de esos dos percances físicos?
R. Mire, como siempre, se ha especulado mucho con eso. Es cierto que,
aquel 23 de junio de 2001, en un barrio de La Habana, en El Cotorro,
bajo un calor intenso y durante un discurso que duró más de tres horas,
transmitido en directo por televisión, conocí una ligera pérdida de
conciencia. Algo muy venial. Fue un desvanecimiento ligero de apenas
unos minutos, debido al calor y al sol excesivos. Unas horas después,
los que allá, en Miami, ya lo estaban celebrando, se llevaron la
sorpresa de verme reaparecer en un programa televisivo donde pude darle
al pueblo, directamente, la versión auténtica de lo sucedido. (...)
P. ¿Y su caída en Santa Clara?
R. Sobre lo del 20 de octubre de 2004 ya he tenido ocasión de contarlo
en una carta enviada el día siguiente al pueblo. Al finalizar un
discurso en Santa Clara, fui afectado por una caída accidental. Algunas
agencias y otros medios divulgaron varias versiones sobre las causas del
accidente. Como protagonista, le puedo explicar con toda precisión lo
ocurrido.
Yo había concluido mi discurso alrededor de las diez de la noche. Varios
compañeros subieron a la tribuna para saludarme. Estuvimos allí varios
minutos y bajamos a reunirnos de nuevo por una misma pequeña escalerita
de madera que usamos para acceder a la tribuna. Yo iba a sentarme en la
misma silla que me habían asignado antes de que llegara mi turno en la
tribuna, y caminaba sobre el pavimento de granito a la vez que, de vez
en cuando, saludaba a los invitados al acto.
Cuando llegué al área de concreto, a unos quince o veinte metros de la
primera hilera de sillas, no me percaté de que había una acera
relativamente alta entre el pavimento y la multitud. Mi pie izquierdo
pisó en el vacío, por la diferencia de altura. El impulso y la ley de
gravedad, descubierta hace tiempo por Newton, hicieron que, al dar el
paso en falso, me precipitara hacia adelante hasta caer, en fracción de
segundos, sobre el pavimento. Por puro instinto, mis brazos se
adelantaron para amortiguar el golpe; de lo contrario, mi rostro y mi
cabeza habrían chocado contra el piso. (...)
Alrededor de las once de la noche, tendido sobre una camilla, me
trasladaron en ambulancia hacia la capital. Algunos analgésicos, en
cierto modo, aliviaron mis dolores. (...)
La operación duró tres horas quince minutos. Los ortopédicos se
dedicaron a reunir y ubicar cada uno de los fragmentos en los sitios que
les correspondían a cada uno de ellos y, como tejedores, proceder a
unirlos, cosiéndolos con fino hilo de acero inoxidable. Un trabajo de
orfebrería.
Solicité a los médicos que no me aplicaran ningún sedante, y utilizaron
anestesia por vía raquídea, que adormece la parte inferior del cuerpo y
mantiene intacto el resto del organismo. Dadas las circunstancias, era
necesario evitar la anestesia general para estar en condiciones de
atender asuntos importantes. (...)
P. Yo quisiera, a este respecto, abordar el tema del porvenir. ¿Ha
pensado usted en algún momento en retirarse?
R. Mire, sabemos que el tiempo pasa y que las energías humanas se
agotan. Pero le voy a decir lo que les dije a los compañeros de la
Asamblea Nacional el 6 de marzo de 2003, cuando me reeligieron
presidente del Consejo de Estado. Les dije: "Ahora comprendo que mi
destino no era venir al mundo para descansar al final de mi vida". Y les
prometí estar con ellos, si así lo deseaban, todo el tiempo que fuera
necesario mientras tuviera conciencia de poder ser útil. Ni un minuto
menos, ni un segundo más. (...)
P. La CIA ha anunciado, en noviembre de 2005, que usted padece la
enfermedad de Parkinson. ¿Qué comentario le inspira esa "información"?
R. Ellos están esperando un fenómeno natural y absolutamente lógico, que
es el fallecimiento de alguien. En este caso, me han hecho el
considerable honor de pensar en mí. Será una confesión de lo que no han
podido hacer durante mucho tiempo: asesinarme. Si yo fuera un vanidoso,
podría estar incluso orgulloso de que esos tipejos digan que tienen que
esperar a que yo muera. Todos los días inventan algo, que si Castro
tiene esto, que si tiene lo otro, si tal o más cual enfermedad. Lo
último que inventaron es que tengo Parkinson. Dice la CIA que descubrió
que yo tenía Parkinson. Bueno, no importa si me da Parkinson. El papa
Juan Pablo II tenía Parkinson y estuvo un montón de años recorriendo el
mundo. (...)
P. Usted va casi siempre armado, y como consecuencia de esa caída
perdería, me imagino, el uso de su brazo derecho y la posibilidad de
usar su arma. ¿Le preocupó eso?
R. (...) Dispongo de una Browning de 15 tiros. He disparado mucho en mi
vida. Siempre he tenido buena puntería, fue una suerte, y la he
conservado. En cualquier circunstancia, no temo al enemigo. Lo primero
que quise ver fue si mi brazo tenía fuerza para manejar esa arma que yo
siempre usé. Ésa está al lado de uno. Moví el peine, la cargué, le puse
el seguro, se lo quité, le saqué el peine, le saqué la bala, y dije:
"Tranquilo". Eso fue al día siguiente. Me sentía con fuerza para disparar.
P. Usted, en varios de sus discursos y de sus entrevistas, ha evocado la
cuestión de su eventual sucesión, de lo que ocurrirá en Cuba el día que
usted no dirija este país. ¿Cómo ve usted el porvenir de Cuba sin Fidel
Castro?
R. Bien, voy a tratar de ser breve sobre eso. Ya le conté los planes de
eliminación física. Al principio, mi papel era más decisivo porque había
que librar una batalla de ideas muy importante, había que persuadir
mucho. Le dije que había prejuicios y que las leyes revolucionarias los
fueron transformando. Había prejuicios raciales, prejuicios
antisocialistas, todo el veneno sembrado durante mucho tiempo.
P. ¿Quiere decir que desde hace mucho tiempo ha pensado en una
eventualidad de que pudiesen asesinarlo y ha tenido que pensar en lo que
podría pasar?
R. Ya casi me está preguntando por la sucesión.
P. Sí, sí, por la sucesión.
R. Bueno, mire, al principio, con todos esos planes de atentados, yo
tenía un papel decisivo, papel decisivo que no tengo hoy. Hoy tengo, tal
vez, más autoridad y más confianza de la población que nunca.
Nosotros, ya se lo dije, estudiamos todos los estados de la opinión
pública. Seguimos con un microscopio los estados de opinión. Y le
podemos decir los estados de opinión en la capital, por ejemplo, y en el
resto del país, y le puedo presentar todas las opiniones. Aunque sean
adversas. La inmensa mayoría nos son favorables.
El nivel de autoridad, después de cuarenta y seis años de lucha y
experiencia, es más alto de lo que era. Es muy alta la autoridad de
aquellos que luchamos y que hicimos la guerra, condujimos al
derrocamiento de la tiranía y a la independencia de este país. (...)
P. Si usted, por cualquier circunstancia, desapareciera, ¿Raúl
sería su sustituto indiscutible?
R. Si a mí me pasa algo mañana, con toda seguridad que se reúne la
Asamblea Nacional y lo eligen a él, no le quepa la menor duda. Se reúne
el buró político y lo eligen.
Pero ya él me va alcanzando en años, van llegando, ya es problema más
bien generacional. Ha sido una suerte que los que hicieron la revolución
hayan tenido tres generaciones. También los que nos precedieron, los
antiguos militantes y dirigentes del Partido Socialista Popular, que era
el partido marxista-leninista, y con nosotros vino una nueva generación.
Ya después, la que viene detrás de nosotros, e inmediatamente después,
las de la campaña de alfabetización, la lucha contra bandidos, la lucha
contra el bloqueo, la lucha contra el terrorismo, la lucha en Girón, los
que vivieron la crisis de octubre, las misiones internacionalistas...
Mucha gente con muchos méritos. (...)
P. Es decir, usted piensa que su verdadero sustituto, más allá de una
persona, más allá de Raúl, sería más bien una generación, la generación
actual...
R. Sí, ya son unas generaciones las que van a sustituir a otras. Tengo
confianza, y lo he dicho siempre, pero estamos conscientes de que son
muchos los riesgos que pueden amenazar un proceso revolucionario. Están
los errores de carácter subjetivo... Existieron errores, y tenemos la
responsabilidad de no haber descubierto determinadas tendencias y
errores. Hoy, simplemente, se han superado algunas y se están
combatiendo otras.
Ya le dije lo que pasaría mañana; pero ya son nuevas generaciones,
porque ya la nuestra va pasando. Ya el más joven, digamos, le he
mencionado el caso de Raúl, es apenas cuatro años y tantos más joven que yo.
Esta primera generación todavía coopera con las nuevas que acatan la
autoridad de los pocos que vamos quedando... Está la segunda; ahora, la
tercera y la cuarta... Yo tengo una idea clara de lo que va a ser la
cuarta generación, porque tú ves a los muchachos de sexto grado haciendo
su discurso. ¡Qué talento hemos descubierto!
Hemos descubierto miles de talentos, esos niños impresionan, impactan.
No se sabe cuánto genio y cuánto talento hay en el pueblo. Yo albergo la
teoría de que el genio es común, si no para una cosa es para otra, es
para la computadora o es para la música, es para la mecánica; el genio
es común y unos lo tienen para una cosa y otros para otra. Ahora,
desarrolla y educa a una sociedad completa -eso es lo que estamos
haciendo- y veremos entonces lo que da. Ésos son los ocho millones que
después del primer año de "periodo especial" suscribieron: "Soy socialista".
Yo tengo mucha esperanza, porque veo con claridad que estos que yo llamo
de la cuarta generación van a tener tres, cuatro veces más conocimientos
que nosotros los de la primera y, más o menos, más de tres veces los
conocimientos de la segunda. Y la cuarta debe saber, con todo lo que se
está haciendo ahora, por lo menos, dos veces y media lo de la tercera. (...)
P. ¿Usted está diciendo que esta revolución no está agotada?
R. No hemos terminado ni mucho menos. Vivimos en la mejor época de
nuestra historia y la de más esperanza de todo, y usted lo ve en todas
partes.
Es cierto, es correcto, yo estaría dispuesto a aceptar la crítica de que
cometimos algunos errores de idealismo, quizá quisimos ir demasiado
rápido, quizá subestimamos fuerzas, el peso de los hábitos y eso. Pero
ningún país se ha enfrentado a ningún adversario tan poderoso, tan rico,
a su maquinaria de publicidad, a su bloqueo, a una desintegración del
punto de apoyo. Desapareció la URSS y nos quedamos solos, y no
vacilamos. Sí, nos acompañó la mayor parte del pueblo, no le digo que
todo, porque algunos se desalientan, pero nosotros hemos sido testigos
de las cosas que ha hecho este país, cómo resistió, cómo avanza, cómo se
reduce el desempleo, cómo crece la conciencia. (...)
P. ¿Usted cree que el relevo se puede pasar sin problema ya?
R. De inmediato no habría ningún tipo de problema; y después tampoco.
Porque la revolución no se basa en ideas caudillistas, ni en culto a la
personalidad. No se concibe en el socialismo un caudillo, no se concibe
tampoco un caudillo en una sociedad moderna, donde la gente haga las
cosas únicamente porque tiene confianza ciega en el jefe o porque el
jefe se lo pide. La revolución se basa en principios. Y las ideas que
nosotros defendemos son, hace ya tiempo, las ideas de todo el pueblo.
P. Veo que no está usted preocupado por el porvenir de la Revolución
Cubana; sin embargo, ha sido usted testigo en estos últimos años del
derrumbe de la Unión Soviética, del derrumbe de Yugoslavia, del derrumbe
de la revolución albanesa, Corea del Norte en esa situación tan triste,
Camboya, que se hundió también en el horror, o la propia China, donde la
revolución ha tomado un cariz muy diferente. ¿No le angustia a usted
todo eso?
R. Pienso que la experiencia del primer Estado socialista, la URSS,
Estado que debió arreglarse y nunca destruirse, ha sido muy amarga. No
crea que no hemos pensado muchas veces en ese fenómeno increíble
mediante el cual una de las más poderosas potencias del mundo, que había
logrado equiparar su fuerza con la otra superpotencia, un país que
aplastó al fascismo, se derrumbara como se derrumbó. Hubo quienes
creyeron que con métodos capitalistas iban a construir el socialismo. Es
uno de los grandes errores históricos. No quiero hablar de eso, no
quiero teorizar; pero tengo infinidad de ejemplos de que no se dio pie
con bola en muchas cosas que hicieron quienes se suponían teóricos, que
se habían empanfletado hasta el tuétano de los huesos en los libros de
Marx, Engels, Lenin y todos los demás. (...)
En cuanto a China, es otra cosa, una gran potencia que emerge y una gran
potencia que no destruyó la historia, una gran potencia que mantuvo
determinados principios fundamentales, que buscó la unidad, que no
fragmentó sus fuerzas. (...)
P. Pero la pregunta que algunos se hacen es: ¿el proceso revolucionario,
socialista, en Cuba, puede también derrumbarse?
R. ¿Es que las revoluciones están llamadas a derrumbarse, o es que los
hombres pueden hacer que las revoluciones se derrumben? ¿Pueden o no
impedir los hombres, puede o no impedir la sociedad que las revoluciones
se derrumben? Yo me he hecho a menudo estas preguntas. Y mire lo que le
digo: los yanquis no pueden destruir este proceso revolucionario, porque
tenemos todo un pueblo que ha aprendido a manejar las armas; todo un
pueblo que, a pesar de nuestros errores, posee tal nivel de cultura,
conocimiento y conciencia que jamás permitiría que este país vuelva a
ser una colonia de ellos.
Pero este país puede autodestruirse por sí mismo. Esta revolución puede
destruirse. Nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa
nuestra. Si no somos capaces de corregir nuestros errores. Si no
conseguimos poner fin a muchos vicios: mucho robo, muchos desvíos y
muchas fuentes de suministro de dinero de los nuevos ricos.
Por eso estamos actuando, estamos marchando hacia un cambio total de
nuestra sociedad. Hay que volver a cambiar, porque tuvimos tiempos muy
difíciles, se crearon desigualdades, injusticias. Y lo vamos a cambiar
sin cometer el más mínimo abuso.
Habrá una participación cada vez mayor y seremos el pueblo que tendrá
una cultura general integral. Martí dijo: "Ser cultos es el único modo
de ser libres", y sin cultura no hay libertad posible, Ramonet.
http://www.elpais.es/articulo/elpporint/20060402elpepiint_4/Tes/internacional/Castro/pais/puede/autodestruirse
No comments:
Post a Comment