Aleaga Pesant
LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Al final de la década de los
ochenta, Esteban Morales entonces director del Centro de Estudios sobre
los Estados Unidos (CESEU), organizaba en la Universidad de La Habana un
evento para analizar las relaciones entre los dos países. Abría las
sesiones con las siguientes palabras: "Compañeros, aquí se pueden
expresar todas las ideas con entera libertad", e inmediatamente empezaba
a hablar como el periódico Granma.
Veinte años después, Morales, panelista del programa Mesa Redonda, pone
sobre el escenario político el polémico artículo Corrupción: ¿la
verdadera contrarrevolución? No es un hecho aislado. En los últimos
meses diferentes alabarderos de la monarquía con títulos académicos, se
suman a un debate sobre la realidad nacional en medios digitales
nacionales o extranjeros.
Por discutir esos problemas en público, cientos de hombres cumplieron y
cumplen presidio político. Adolfo Fernández Sainz, uno de esos
patriotas, planteó los problemas de la corrupción en el aparato estatal.
Por esa razón, cumple 18 años en la prisión Canaleta, Ciego de Ávila.
Para muchos, estas discusiones son excluyentes al no incorporar a
intelectuales como Fernández, ni abordar temas más importantes de la
actualidad insular. Tienen toda la razón. Pero un debate más amplio
requeriría un complejo de libertades mayores de las que gozamos hoy, y
un equilibrio de fuerzas más tendiente a la modernización.
Las filas del castrismo, aunque diezmadas, aun son fuertes y están
posesionadas a nivel estructural. La burocracia partidista y
gubernamental, las fuerzas armadas y el Ministerio del Interior, los
"intelectuales coherentes", aun juegan en el equipo de la monarquía.
Miles de jóvenes, adoctrinados desde la infancia, ven en Fidel Castro y
Ernesto Guevara los paradigmas de un comportamiento intolerante, fácil
de expresar a esa edad. Miles de ancianos se sienten incapaces de romper
con su pasado de compromiso con el régimen.
No obstante, en el seno de la élite comunista hay un debate político en
curso. Limitado y presionado por conservadores y reformistas del
partido, pero indicador de la fractura dentro de la institución y de la
ruptura visible del monolito propugnado por el discurso oficial.
Ante este escenario, el rol de las fuerzas democráticas es estimular el
debate y prepararse para el momento de entrar. Con esas discusiones
comenzaron la perestroika y la glasnot en la Unión Soviética. Ninguno de
los que la promovió aspiraba destruir al socialismo real. Alexander
Yakolev, Mijail Gorbachov, Eduard Shevarnadze, lo reconocieron
públicamente mas tarde.
Los demócratas cubanos del interior y el exterior deben apoyar y
contribuir al debate, aunque aun sean insuficientes los temas de
discusión. La reciente polémica entre Carlos Alberto Montaner y Silvio
Rodríguez, es el ejemplo a seguir.
La mesura y el equilibrio, las propuestas proactivas y la seguridad en
la aspiración deben regular el entendimiento. Si el debate no se amplia,
el marco de discusión morirá y la democracia demorará más en llegar.
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