Un gobierno dedicado al espionaje
By CARLOS ALBERTO MONTANER
Chris Simmons, ex coronel de la contrainteligencia norteamericana,
asegura que hay decenas de espías al servicio de Cuba dentro del
gobierno de Estados Unidos y en las universidades del país. La
declaración vino a cuento de la reciente detención de Walter Kendall
Myers, alto funcionario del Departamento de Estado, y de su mujer
Gwendolyn. Myers espió durante tres décadas para Cuba y su motivación,
como la de su mujer, era de carácter ideológico. Simpatizaba con la
dictadura cubana y sentía un enorme desprecio por el sistema económico y
la conducta política de su país.
Las informaciones de Simmons hay que tomarlas en cuenta. Es el mayor
conocedor que existe de las actividades de la inteligencia cubana en
Estados Unidos. Simmons suele afirmar que Cuba tiene uno de los mejores
servicios de espionaje y contraespionaje del mundo y debe creérsele. No
hay una sola institución importante norteamericana que no haya sido
penetrada de alguna manera, directa o indirectamente, por el G-2 cubano.
Fue él, Simmons, quien descubrió a la ''topo'' Ana Belén Montes,
funcionaria de mucho rango en el Pentágono, luego condenada a 25 años
por espiar para La Habana.
Lo interesante del caso de Myers no es que fuera un espía de Cuba
reclutado en el Departamento de Estado, sino que los cubanos lo
''sembraron'' en ese organismo. Hace tres décadas, le pidieron que
volviera a la institución, de la que se había separado, con el objeto de
pasarle a Cuba información secreta sobre cualquier tema que tuviera
valor estratégico y pudiera ser utilizado, vendido o can-
jeado a naciones como la URSS o Irán. Y lo que los cubanos hicieron en
el Departamento de Estado y en el Pentágono sin la menor duda lo han
replicado o lo han intentado repetir en la CIA, el FBI, el ejército, el
Departamento de Justicia, y en cualquier instancia administrativa,
política o medio de comunicación en el que fuera conveniente tener
colocada una buena oreja capaz de recoger información sensible o una
garganta dispuesta a defender sutilmente los intereses del gobierno de
los hermanos Castro.
No dudo, incluso, y seguramente Simmons tampoco, que los servicios
cubanos directa o indirectamente se hayan esforzado por ''sembrar'' o
''cultivar'' a una persona afín dentro del poder legislativo de Estados
Unidos. ¿Por qué no? Hacer elegir a un congresista norteamericano y
mantenerlo en el Capitolio no es una tarea muy complicada. Es sólo
cuestión de dar con el candidato adecuado y aportar discreta y
permanentemente los recursos. Mucho más cuesta arriba era penetrar los
altos niveles del Pentágono y lo lograron.
Pero Estados Unidos no es el único objetivo del G-2 cubano. A principios
de la década de los noventa los servicios cubanos ''voltearon'' al
entonces jefe de la inteligencia española para América Latina, un amable
teniente coronel de Infantería. Fue descubierto y lo separaron
discretamente del cuerpo. Luego los cubanos se apuntaron un tanto más
valioso aún: conquistaron a un eurodiputado socialista español al que
convirtieron en un dócil y eficiente agente de influencia por medio del
Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, una de las ramas más
eficaces de la inteligencia cubana.
Ni siquiera la Iglesia católica se ha salvado de la habilidad de los
espías cubanos. En la década de los sesenta le colocaron al sacerdote
Manolo Ortega --culto y carismático--, en quien ''el aparato'' veía a un
futuro obispo, ''y quién sabe si hasta un papa'', como entonces
fantaseaban los agentes cuando hablaban del cura insertado por ellos en
el seno de la organización religiosa. Tal vez no era el único, pero sí
el que parecía tener más futuro, hasta que una crisis de conciencia lo
hizo abandonar su labor de infiltración y retirarse discretamente tras
un viaje al extranjero. La triste historia se conoció cuando su ex
amante la reveló, quién sabe por qué misteriosas razones. Ella también
formaba parte de los servicios cubanos.
Tras la inevitable desaparición de la dictadura comunista cubana, cuando
se abran los archivos de la inteligencia, se verá hasta qué punto el
Ministerio del Interior, adiestrado por la KGB y por la Stasi, pero con
mucha más imaginación, con sus miles de agentes y colaboradores, con sus
docenas de entidades satélites, y con los enormes recursos dedicados a
sus tareas de recabar información, desinformar, diseminar propaganda, o
hasta matar si les parecía necesario, lograron éxitos asombrosos. El
MININT no podrá, por supuesto, impedir el fin del sistema, porque es
demasiado improductivo y contra natura, pero las generaciones futuras al
menos conseguirán entender cómo y por qué se sostuvo esa absurda y cruel
manera de esclavizar a una sociedad ante la indiferencia de medio
planeta y el aplauso de la otra mitad. Todo se sabrá.
CARLOS ALBERTO MONTANER: Un gobierno dedicado al espionaje - Opinión -
El Nuevo Herald (21 June 2009)
http://www.elnuevoherald.com/opinion/v-fullstory/story/479661.html
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