2009-06-02.
José Vilasuso
(www.miscelaneasdecuba.net).- El mantengo de vagos, aunque produzca
beneficios, a la hora de crisis por su improductividad nos arrojará a la
bancarrota.
Fraternalmente a don Oscar Espinosa Chepe.
En estos días se ha vuelto a colocar sobre la balanza internacional el
estatus de Puerto Rico. Caso sin duda interesante, polémico, que atañe a
todo el continente hispanoparlante y no menos al norte de habla inglesa.
Los puntos de referencia al respecto van y vienen por la isla entera y
viajan al exterior bifurcándose en todo espacio disponible. Desde los
parlamentos y cafés de las esquinas hasta las redacciones de grandes
periódicos encontraremos pareceres y opiniones controversiales con los
que se podrá coincidir o discrepar a gusto o disgusto. Al fin y al cabo
de eso se trata, de opinar.
Pero no estoy seguro del monto de información fidedigna disponible a la
hora de emitir juicios atendibles entroncados con el asunto. Temo
sinceramente que puede predominar cierta tendencia a la incertidumbre y
al lugar común que poco o nada iluminará las mentes rectas a la búsqueda
de explicaciones satisfactorias. Puerto Rico no es caso de fácil
explicación.
Como se dice por aquí no es cáscara de coco. Por algo el reconocido
constitucionalista José Trías Monge la llamó la Colonia Más Antigua del
Mundo, que no es poco decir. La sabiduría política y humana encerrada en
la expresión vale una, dos y tres misas cantadas, bien cantadas.
Al punto resaltan los portavoces de la tesis que en resumen considero
como única estimable en pleno siglo XXI, la independencia. La isla ha
adquirido absoluto derecho a asumir sus responsabilidades en el consenso
internacional. Su soberanía total, cuerpo diplomático, membresía en la
OEA, ONU, UNESCO, etc, fuerzas armadas, sistema aduanero, etc.
El gobierno de la nueva república firmaría tratados, convenios, modus
vivendis, protocolos y todas las formas al uso tanto del comercio
internacional, como de los incontables intercambios políticos,
culturales, científicos, ambientales, educativos, defensivos,
antidrogas, sanitarios y otros.
Con estos antecedentes cabe preguntarse. ¿Qué debería cambiar Puerto
Rico interiormente, a fin de ajustar los mecanismos de gobierno a un
nuevo estatus extramuros?
Apuesto que no todos los lectores e inquietos con el diferendo se deben
estar formulando esta pregunta. No todos; mejor diría muy pocos. Sin
embargo, es la juntura clave para dilucidar el problema. Profundizar en
el caso, acicatear la imaginación, penetrar en un entorno desconocido y
retomar la historia.
Nos retrotraemos entonces a los cambios continentales acaecidos en cada
república naciente a partir de 1824. Tal sería con todas sus actuales
particularidades, la gran incógnita a dilucidar. ¿Qué hicieron los
próceres en aquel momento y qué haríamos nosotros en éste?
Bien, los forjadores de las nacionalidades se vieron obligados a
sustituir las instituciones establecidas por la metrópoli española, por
aquellas de nueva creación y corte republicano. La labor del indio. Todo
un borrón y cuenta nueva. Empezar por el principio.
En cambio, para encarar esa prueba decisiva a diferencia de las
restantes sociedades hispanoamericanas la isla borinqueña posee una
experiencia y ejecutoria democrático-institucional que no vacilo en
calificarla de primera, al nivel de Costa Rica, Uruguay, Chile, quienes
privilegian hoy el ejercicio consuetudinario de la pluralidad y el
respeto a los derechos humanos en el continente.
Tres ejemplos de repúblicas con los pies sobre la tierra, en paz y
encarando los arduos retos económicos del momento desde una legalidad
producto de las urnas y la confianza de pueblos que han sabido decidir
sus destinos. Claro, pobladas por hombres y mujeres, es decir por
personas con sus claridades y oscuridades, defectos y virtudes. No se
trata de la Utopía de Tomas Moro o Campanella.
No pienso que chilenos, uruguayos y ticos se consideren seres
químicamente perfectos. Tampoco inventaron el hombre nuevo. Pues bien,
nuestro querido Borinquen no tiene tanto que envidiar a tan respetables
nacionalidades libres y democráticas. Excepto su soberanía, claro está.
Tampoco me arriesgo a colocar este planteamiento ante cualquier foro de
actualidad. No por falta de seguridad o en mis convicciones; sino para
no perdernos en disquisiciones de factura ideológica muy de moda y que
francamente quedan fuera de propósito. No nos incumben y enfrascarse en
ello equivale al hundimiento en un pantano donde no se da pie con bola
de billar.
A la altura de los tiempos es exigible apreciar qué es la democracia,
sus elementos constituyentes y ventajas sobre los experimentos
radicales, totalitarismo y demagogia que ensangrentaron el mundo durante
el pasado siglo, y aun cuentan con amplio apoyo entre no pocas figuras
democráticas de alto reconocimiento continental, europeos, y
norteamericanos, particularmente en referencia a las repúblicas ubicadas
al sur de Río Grande.
La Isla del Encanto ofrece los componentes propios de cualquier sociedad
abierta, moderna y estable en pleno ejercicio de sus posibilidades
múltiples. Ciertamente además de su consistencia jurídica aquí se
disfruta el nivel de vida más alto de Latinoamérica, educación al
alcance de todos, sistema de salud eficiente, la verdadera marginación
es mínima, amén de una ciudadanía altamente consciente de sus derechos
civiles donde la libre emisión del pensamiento resulta el más acariciado
logro.
Ante panorama tal. A la hora de las comparaciones no vale aplicarle a
Puerto Rico generalidades predominantes en el resto del continente. Esto
es caso aparte. Pertenecemos al primer mundo. País industrializado, al
día en tecnología y comunicaciones; se rivaliza con California, Florida,
Corea del Sur, China, mientras el trasiego con Nueva York u Orlando es
pan de cada día sin pasar aduana, ni siquiera pasaporte formal.
Las grandes corporaciones trasnacionales, españolas, canadienses,
japonesas intercambian y compiten con las norteamericanas en este su
mercado probadamente consolidado. Hace unos días un gerente de Borders
reconocía sus pérdidas en el mundo de habla inglesa; no en San Juan,
Carolina y Mayaguez dada la oferta de libros, y música en español. Por
su parte la industria farmacéutica se cuenta entre los puntales
económicos del país, otro tanto turismo, electrónica, textiles,
construcciones, automovilística etc.
Pero la pinta de la prosperidad no se cifra en el área metropolitana con
sus rascacielos, consorcios de finanzas, edificios de usos múltiples y
gigantescos centros comerciales a la altura de Nueva York, Atlanta o Los
Angeles; sino en los más remotos pueblitos rurales donde campos de caña,
bananos, verduras, o ganado han sido sustituidos por factorías,
urbanizaciones, escuelas, parques públicos, o centros de entrenamiento
para oficios, artes manuales y otros.
Como tal vez se infiere, la isla pertenece territorialmente a EE.UU., en
calidad de Estado Libre Asociado, ELA. Lo que lo hace partícipe del
bienestar propio de aquél, incluyendo incontables beneficios sociales a
los que no desea renunciar. Su estatus contempla el camino a la
independencia por vías constitucionales. De las que no hace uso ni hará
a años, ni a décadas vista. Todo es cuestión de vivir aquí y
comprobarlo. Vale la pena.
Por su parte las posiciones ideológicas mayoritariamente están trazadas
y a casi nadie le interesa variarlas. Poco peso poseen los discursos
discrepantes de cualquier cariz. Derechos de minorías, punto.
A mayor abundamiento un recorrido libre por cualquier rincón del
territorio confronta avalanchas de vehículos predominantemente con
marbete de los últimos años, se calcula que el cincuenta y cinco por
ciento de la población posee transporte propio.
En hogares de la pujante clase media no es raro disponer de hasta tres y
cuatro carros. La última moda responde a las llamadas guaguas al precio
de $30.000. con bajo interés. Para completar la transportación publica,
recién se inauguró el servicio de tren urbano para remedio parcial de
las comunicaciones capitalinas.
Este emporio suscinto mueve a consideraciones nada compatibles con el
discurso tercermundista escuchado desde La Habana y reproducido,
profusamente, día y noche en la isla sin eco alguno. Es el contraste
entre dos sistemas que parecen hablar diferentes idiomas y servirse de
alfabetos distintos.
Aunque esta realidad palmaria no nos permitiría en conciencia dejar las
cosas así. Puesto que precisamente por no darse otros pasos orientadores
al frente, por el momento no se vislumbra la menor posibilidad de
arribar a un consenso racional aplicable al caso.
En cualquier tertulia encontraremos un conato polémico: la diatriba, el
extremismo y las posiciones descalificadoras predominan con poderío tal
sobre los comprometidos que, a veces la salida más sabia sigue siendo la
del jíbaro observante a la distancia que elevando el vaso de cerveza
friiiiiiiia, te dice lleno de buen humor: "mira panita, tómalo suave."
A las resultas, las posiciones doctrinales lejos de buscar avenencias
tienden a ahondarse más. La actual administración ha enfrentado la
crisis financiera con medidas neoliberales de efecto devastador en una
empleomanía acostumbrada a ganar más, trabajando menos y sintiéndose
hasta ayer segura en sus puestos. Para justificarse los teóricos
oficialistas nos refieren a las sociedades que han tomado las mismas
medidas obteniendo excelentes resultados.
Comprobado. Esos economistas y contables se refieren a Singapur, Israel,
Holanda, Irlanda, Chile, Malasia, Nueva Zelandia economías sostenidas
por gente emprendedora que en ocasiones si los echan a la calle se les
hace un favor pues se las ingenian, y pronto los veremos vendiendo
zapatos, jabones, seguros, electrodomésticos o frutas frescas en las
luces y esquinas céntricas; así ahorran, trabajan doble, y tal vez
pronto terminen creando su propio negocio.
En su contra Puerto Rico adolece no menos de una tradicional
complacencia, tolerancia, despreocupación por sus deberes, y alegría
desbordante que redunda en alcoholismo, drogas, vagancia incurable
generadores de una sociedad débil donde sólo un porciento trabaja y al
resto se le mantiene. Sociedad con más de veinte días festivos
reconocidos al año, a los que se pueden añadir los que nos cojemos, que
no son muchos menos.
Al boricua ancestralmente se le ha acostumbrado al llamado mantengo,
lacra social de la que son culpables directos desde gobernantes,
oposicionistas, jueces, educadores, periodistas, e intelectuales, hasta
faranduleros y nuestras muy queridas doñas con su cartera siempre lista
para sacar el billete de a dólar y extendérselo, generosamente, al
primer parásito deambulante que se lo recibe risueño, asegurando así su
trago de ron o la cura con coca de cada día.
Ay bendito se llama esa expresión del corazón más noble y generoso del
mundo; pero no olvidemos que el camino del infierno está lleno de buenas
intenciones.
El mantengo oficial y privado garantiza lo indispensable para vivir a
nutridas masas amorfas - más de un tercio de la población - en
porcentajes variables; dichos ciudadanos como ocupación preferencial
pasan el mes o la quincena aguardando por el cheque federal o estatal;
el resto del tiempo disfrutan la TV, conversan animadamente por celular,
juegan al dómino, lavan el carro, o echan la suerte en la Lotto.
Este vicio de dar sin reparar a quién, porqué o para qué, no causaría
estragos tan demoledores en el país, si al menos alguien se ocupara de
hacerlo público. Sería la compensación mínima exigible para crear
paulatinamente una conciencia recta con vistas a soluciones. Pero nadie
lo denuncia, todos somos testigos de sus proporciones desmoralizadoras y
deviene en verdadera culpa colectiva sobre la cual es preferible callar.
Así se acumula la complicidad colectiva que acrece considerablemente las
proporciones del mal. De ahí la veracidad de la citada estampa con el
jíbaro enjumao.
Mientras esta calamidad pública no sea encarada resueltamente por los
naturales de la isla, por los naturales y por nadie más, cualquiera que
sea su oficio o ideario; no será viable cambio alguno. Acogerse como es
deseable a la independencia significa la inmediata emigración masiva del
porciento mayoritario de los productores, laboriosa clase media, y
profesionales con todas sus pertenencias, pues su ciudadanía americana
les garantiza la estabilidad y subsistencia en ese territorio que
también es suyo.
Al descubrirse que de la noche a la mañana una enorme clientela de
consumidores que nada producen habrá desaparecido del mercado, el cordón
vascular de aquella economía próspera, ágil, pero de consumo y nada más,
habrá perdido su razón de existir. Valdría la pena analizar más
detenidamente este acápite.
En efecto y en síntesis como se afirma, un vago de oficio al consumir
rinde ganancias al sistema, pero moralmente degrada y pervierte la
conciencia de quien lo abastece. De esta manera se ha generado un
especulador innoble enriquecido a costa de una clientela masivamente
inepta y corrupta cuya inanición a la hora cero llevará la sociedad
inexorablemente a la ruina.
Por de pronto los incontables contingentes de zánganos pululantes por
todos los rincones de la isla, y cuya "religión" les prohíbe trabajar,
acrecerán las bandas de delincuentes, mundo de las drogas, el
clandestinaje de inconfesables, prostitución, y sobrecarga de incapaces
para dar un tajo. ¿Qué se haría con ellos? ¿Cómo mantenerlos
permaneciendo como hasta hoy? ¿Otra Umap? campos de trabajo forzado al
estilo Castro en los sesenta? Sería la gran pregunta que el liderato
independentista marxista leninista probablemente no se ha formulado, al
menos en público.
La Isla contó con conductores de pueblos que llenaron su función
patriótica oportunamente. Fueron otros tiempos. El siglo XIX fue
proporcionalmente tan prolijo y brillante en próceres, pensadores y
educadores como Cuba o Santo Domingo. En el XX se definieron los campos
consolidándose los partidos ahora activos. Pero la historia no la hace
ni un hombre ni una generación; es deber de todos día a día,
ininterrumpidamente, y a cada cual le toca su porción, no hay ciudadano
exento de asignaciones.
Tampoco los gobiernos llevan completamente la carga sobre sus espaldas
no menos anchas y robustas. Sin embargo, desde tiempo inmemorial la
prédica sostenida de estos principios monticulares escasea en la prensa,
universidades, escuela, uniones obreras, artistas, intelectuales,
religiosos, publicistas.…
Basta revisar un periódico y se percibe la frivolidad, despreocupación,
nos entretenemos en nimiedades; ofertas de productos suntuarios;
cualquier escándalo provoca la discusión estéril que suele desembocar en
carcajadas estentóreas.
Mientras la repetición de crímenes horrendos hace volver el rostro y
encogerse de hombros. Una personalidad interesante resulta familiar por
contarnos unos cuantos chistes alrededor de una mesa repleta de
comestibles en desecho, sin haberse probado.
No puede pasarse por alto una respuesta altamente significativa a la
hora de las definiciones. La opinión pública a menudo se nutre de culpas
achacadas a terceros. Basta con insinuar verdades como puños que fuerzan
la responsabilidad colectiva, para estirarse las miradas, voltear las
cosas, y referirse a cualquier ente lejano sobre cuya cabeza
inexorablemente caerá la culpa. El chivo expiatorio siempre aparece en
lontananza.
El país se autoprotege por instinto. La evasión es el recurso óptimo
para no encarar soluciones que puedan comprometer. Nadie desea abordar
situaciones conflictivas ni en broma. Nación sin líderes que parece
esperar sordamente por cualquier conquistador de actualidad para tomar
la decisión que al resto les falta. Entretanto se anuncia otro maratón
bailable a $200.00 la taquilla, y una nueva marca de bebida alcohólica
entrará al rico mercado abierto a las importaciones.
¿Cómo ofrecer un proyecto que sobrepasando los clisés radicales recién
descubiertos en América Latina, pueda brindar al puertorriqueño un ideal
viable y sensato ante su secular parálisis en la historia? He dicho
cómo dado que el proyecto existe, no es nada por estrenar ni original.
No obstante carecemos de las tribunas públicas amplias que permitirían
al ciudadano con ojo previsor, hallar soluciones al dilema de su
identidad que algún día él, sus hijos, o sus nietos se han de plantear.
La permanencia de figuras racionales y preocupadas en cualquier foro
presenta herramientas opcionales y personal con sobrada capacidad para
ofrecer respuestas idóneas. En cambio tal parece que el constante
remache del discurso revolucionario se ha apropiado de la conciencia
pública de forma tan raigal que, para algunos se identifica como el
único destino histórico de la nación, su sello de exclusividad. A la
vista no hay pensamiento alterno. Decir república se adhiere
inobjetablemente a la figura del Che Guevara cual símbolo, Hugo Chávez
como realidad, y Fidel Castro como recuerdo.
Perspectiva que a nadie puede seriamente interesar en el actual estado
del país. Luego entonces, ¿qué espacio queda disponible para la avenida
democrática por tan pocos aguardada? Casi nunca se cita en las
controversias públicas. Sería extraño barajarla entre las posibilidades
a contemplar.
No es raro catalogarla como verdadero berenjenal y hasta se teme que sea
una trampa. Los empresarios contemplan silenciosos el panorama de Cuba y
Venezuela; los mantenidos, uniones obreras, y amas de casa entienden
menos el problema, pero por fino instinto de conservación no se
arriesgarían a perder su seguridad.
Ante el callejón sin salida resulta muy claro que al independentista
demócrata el verbo cejar, o se le borró del diccionario, le arrancó la
hoja, y no lo encuentra por ningún rincón, ni con lupa. Reconocido esto
y a todo pesar el camino de la independencia en Puerto Rico es arduo,
largo y complejo.
Pero es el camino, el único camino; de lo contrario desde San Martín,
Bolívar, Cecilio del Valle, o Juárez, algo no estaba caminando
correctamente. Luego siguieron los Montalvo, Betances, Céspedes, Duarte,
Rius Rivera, Martí, y más recientemente Rómulo Betancourt, Rómulo
Gallegos, José Napoleón Duarte, Eduardo Frey, Alan García, José Ignacio
Lula Da Silva, Oscar Arias….
En resumen y por lo claro, el mensaje crucial de la independencia trae
consigo un inseparable principio moral, a trabajar.
"Trabaja negro, trabaja, y vive de tu sudor que así el pan que te comas
tras la faena sabrá mejor."
Ese es el dedo que pocos se atreven a poner en la llaga contaminada de
nuestro muy querido Borinquen.
¿PODREMOS PONER EL DEDO EN LA LLAGA? - Misceláneas de Cuba (2 June 2009)
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=20998
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