Lunes 1 de junio de 2009 | Publicado en edición impresa
Si hay un "sector productivo" en Cuba, ése es sin duda el de los
servicios secretos, considerados entre los más eficaces del mundo. La
"técnica", como llaman en la isla a la instalación de equipos de
espionaje, no sólo no está en crisis, sino que vive momentos de esplendor.
La reciente purga del vicepresidente Carlos Lage y del canciller Felipe
Pérez Roque lleva el sello inconfundible de los órganos de la Seguridad
del Estado cubano, que habría hecho un seguimiento minucioso de los dos
dirigentes con más proyección del régimen por sus nada ocultas
aspiraciones políticas para pilotar la transición en la isla.
La emboscada final contra Lage y Pérez Roque se habría realizado en la
finca de un personaje oscuro, Conrado Hernández, gestor cubano de los
intereses industriales del gobierno vasco en la isla. Hernández fue
detenido el 14 de febrero en el aeropuerto de La Habana cuando se
disponía a viajar a España. Dos semanas después, los hermanos Castro
atizaban el fuego contra los "delfines" de la revolución.
Según versiones que circulan en la isla, los encuentros en la finca del
informante Conrado fueron grabados de principio a fin, y el video se
exhibe desde hace días ante los prebostes del Partido Comunista y de las
fuerzas armadas, por si alguno hubiera olvidado que la "técnica" no
distingue jerarquías.
Pero ¿qué veneno ponzoñoso salió de la lengua de Lage y de Pérez Roque
para acabar siendo considerados unos "indignos" por el mismísimo Fidel
Castro, que los amamantó políticamente?
Según el diario estadounidense El Nuevo Herald, las grabaciones muestran
a los dos dirigentes defenestrados mofándose de la enfermedad de Fidel y
de su larga estancia en el poder, cuestionando la capacidad de gobernar
de su hermano Raúl y ridiculizando al número dos del régimen, el
ultraortodoxo José Ramón Machado Ventura.
Pero la historia de la caída en desgracia de los dos dirigentes tiene
todavía más ingredientes dignos de una intriga de Graham Green.
Hace unos días, varios diarios españoles se hicieron eco de la salida
intempestiva de algunos de los agentes del Centro Nacional de
Inteligencia (CNI) español destinados en La Habana.
Al parecer, el gobierno de Raúl Castro estaría molesto con Madrid por el
persistente interés español en los "detalles" de la transición. Algunas
fuentes cubanas vinculan a Conrado Hernández con el CNI (al que habría
entregado copia de sus conversaciones con su amigo Lage y con Pérez
Roque); otras fuentes aseguran que era doble agente. En todo caso, es
difícil creer que actuara al margen de la Seguridad del Estado cubano.
Desde que Fidel Castro le confió al comandante Ramiro Valdés (hoy uno de
los hombres fuertes del gobierno de Raúl) la creación de un servicio de
inteligencia, poco después del triunfo revolucionario, la Seguridad del
Estado (conocida como G2) ha estado tan presente en la vida de los
cubanos como las palmas reales o los frijoles negros.
La "técnica" aplicada en las altas esferas del poder no es nueva. Así
"cayeron" antes el general Arnaldo Ochoa y los dirigentes Carlos Aldana
y Roberto Robaina, entre otros.
La película La vida de los otros retrata el modus operandi de la Stasi
alemana, un modelo copiado por la Seguridad del Estado cubano, que
acumula, igual que hacía la Stasi, miles de expedientes de sus
ciudadanos y de todo extranjero (diplomáticos, empresarios, periodistas)
que haya vivido en la isla. La cinta fue exhibida en la isla en dos
únicas oportunidades en diciembre de 2007, en el marco de una muestra de
cine alemán. Los cubanos que la vieron la rebautizaron como La vida de
nosotros. Quizás algún día, como describe la película que ocurrió en
Alemania, los cubanos puedan tener acceso a sus expedientes. Los de Lage
y Pérez prometen ser de lectura apasionante.
Lo más "productivo" en la isla: el espionaje - lanacion.com (1 June 2009)
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