2009-06-03.
Dr. Sinue Escolarte, Periodista Independiente
(www.miscelaneasdecuba.net).- A pesar de lo difícil que me resultó
ajustarme a los principios, los gustos y los caprichos de dirigentes
limitados mentales, que se oponían al avance y progreso científicos
solapadamente, bloqueados por su falta de destreza y conocimientos,
disfruté mi profesión y la amo. Lo que he conseguido a mi favor en todos
los sentidos, es, a causa de haber llevado adelante esta divina profesión.
Siempre pensé que mientras menos durmiera mas viviría por eso
aprovechando al máximo el tiempo, aprendí con ella, a observar a las
personas desde una óptica diferente, exacta, compasiva, exigente,
tolerante, admitiendo un exceso de responsabilidad en el cuidado de la
salud ajena, tendiente a la meditación, si los enfermos y sus familiares
no me prodigaban el debido respeto para enseñarles con el resultado esa
reciprocidad.
Resultaba agradablemente contrastante desayunar en horario de almuerzo,
almorzar cuando otros comían y comer a media noche, semi dormido,
acompañado del silencio de la madrugada rompiendo la rutina. De esta
manera conocí, la cantidad de café que aguantaba mi estomago sin
producirme epigastralgia o acidez. El tiempo transcurrido sin ingerir
nada, ni agua, sosteniéndome activo y, cuantas horas aceptaba sin
dormir, defecar ni orinar. En 24 horas de guardia, es fácil determinar
esto y más.
Fue desalentador e impresionante comprobar con frecuencia que las
personas ven en el medico un extraterrestre, que no tiene necesidades
básicas ni preferenciales y, sorprendente, que no crean que las
añoramos, aunque se lo manifestemos, franca, explícita y regularmente.
Produce risa que para la mayoría, el conocimiento del cuerpo, la mente,
el medio y haber estudiado sus posibles soluciones, nos convierte en
infalibles ante las agresiones virales, bacterianas o micóticas. Es
absurdo ver un medico enfermo, escuché muchas veces y obligatorio,
encontrar la etiología y cura de todos los afectados.
Me encanta todavía que durante alguna celebración, en plena fiesta, un
aquejado pregunte, qué tomar para cierta molestia aislada que lleva
meses experimentando y hasta ese momento que compartimos, no la había
relacionado. O el vecino que fortuitamente recuerda que soy la ciencia y
pide una toma de presión utilizando el síndrome de "ya que estoy [aquí]"
estando asintomático, por simple curiosidad, insinuando con su alegre
gesto el halago que me hace por atenderlo.
Ese mismo que si obtuve algún resultado positivo y lo resuelvo, lo
considera casual, debido a los adelantos científicos, o a la mano de
Dios y, cuando no puedo concretar a su favor la patología, acentúa el
fracaso y lo señala como una negligencia o incapacidad, en la intriga de
las sombras.
Recuerdo con pesar la vez que una mirada llegó a ser de intenso odio por
diagnosticar en urgencia, un cuadro fatal e inesperado a un hijo
adolescente. Para el sufrido papá, le adelanté la muerte. Me vinculó con
ella. Le fue imposible darse cuenta en su descontrol emocional, que ya
lo rondaba y la perdida del razonamiento, no lo dejó ver, que de haberlo
traído antes, tal vez se hubiese salvado con el mismo criterio y la
misma persona que ahora le parece repulsivo o enemigo y probablemente,
lo quisiera de amigo.
Es parte de la normal ingratitud que nos depara la profesión. Debí ser
comprensivo, flexible y entender que fue inconscientemente y así lo
acepté. No quiso dañarme, su dolor era mas fuerte que el mío. El
recuerdo estuvo relacionado conmigo y un pésimo suceso que lo obligó a
tratarme de esa forma.
De ser medico es interesante, ir de "vacaciones" cuando nadie más
quiere... y resulta agradable seguir trabajando, mientras los demás
salen de descanso al ser menos importantes. En julio y agosto, ni
pensar, nunca pude y no tenia suerte para la rifa de los días feriados.
Pase muchísimos 31 de diciembre entre tragos ajenos, en el cuerpo de
guardia, sin disgusto, con absoluta dedicación.
Eso si, gozaba de una forma diferente en secreta complicidad conmigo
mismo, contemplando los antebrazos de mis amigos, pensando: ahí entraría
perfecto un trocar; observando el cuello del conocido para ver las
condiciones anatómicas si tuviera que hacerle un abordaje profundo.
O la espalda de mi hermana, por si en circunstancias especiales
intentaba una punción lumbar. Y la sensación que me invadía al sacar de
la debacle a personas con un paro cardio-respiratorio-cerebral. De una
cetoacidosis diabética complicada, o un estatus asmático en estadio muy
avanzado, aportaba a mi sangre más endorfinas que el Rio Cauto y más
satisfacción a los sentidos, que el Mar Caribe.
Amé ser medico, lo disfruto aun a pesar de la pronta jubilación, por que
domino enfermedades que no aparecen en series televisivas como "pasaje a
lo desconocido", "detectives médicos", o el infalible "Dr. House", he
tenido el privilegio de salvar vidas de verdad y se muy bien, que estos
programas donde los doctores lo asumen todo, desde admitir al paciente,
conducirle los exámenes, realizarle el ultrasonido o la endoscopia,
colocarle una subclavia, hasta solicitar investigaciones cuyos
resultados llegan al momento, no son exactamente así.
Por el contrario, se convierte en un reto complejo, explicarle a los
enfermos sus padecimientos en minutos, cuando tomamos años de profundos
estudios desentrañando sus causas y mas tiempo aun, para aplicarles con
éxito lo que tanto sacrificio costó internalizar.
Por suerte los esfuerzos crearon inmunidad permanente en mi, para
contrarrestar las fábulas y prejuicios populares que intimidan
confundiendo a la población, e influyen en pésimas conductas
"terapéuticas" de mediocres galenos oscurantistas, obligando a
diferenciarme, a fundirme con los libros en una simbiosis eterna, con
gran gusto, sabiendo que solo en la muerte surgirá la distancia por ser
esa fusión, algo que nos arrastra hacia la adicción en contubernio. Este
otro capricho, me reportó innumerables ataques de cerebros huecos con poder.
Inicié los estudios con casi 30 años, algunas trampas en los papeles y
cuatro años mi hijo mayor, para crecer humanamente y por curiosidad.
Quería saber lo que había dentro del cuerpo, cómo funcionaba y porqué se
deterioraba irremediablemente hasta desaparecer, el misterio del alma
atraía mi curiosidad para hacerme ver a los enfermos como seres
bio-psico-sociales.
Con los conocimientos adquiridos y la experiencia acumulada, he sacado
cuerpos extraños insospechados de lugares prácticamente inaccesibles,
sin escrúpulos, con riesgo, usando maniobras peligrosas pero
imprescindibles. También comprendí diversas situaciones emocionales y de
doble manejo como que la mejor adivinanza, era tratar de saber qué
medicamentos toman los pacientes basándome en las imaginación y sus
apreciaciones, las características de la caja, el tamaño y color de la
tableta, la letra que hay grabada en ella, y su costo.
Que les "adivinara" su padecimiento, lo agradecían a veces, pero me
sentí satisfecho siempre, aunque sólo algunos recordarán mi apellido
después de haberlos curado y otros, pasen hoy de costado sin advertirme,
gracias a que en la búsqueda de sus dolencias, encontré desajustes
éticos y morales, que no deseaba conocer y hasta ese momento, permaneció
oculta la parte de culpa que llevaban en el asunto.
Me gustó la medicina intensamente al comprender que "vivir" en un
hospital, es mas sorprendente que los precios que nos esperan al entrar
en Galerías Paseo, y tan peligroso, como cumplir una misión
internacionalista en África o adentrarse en una selva con feroces
animales en la India.
El celo profesional, uno de los males mas antiguos conocidos por la
humanidad, acecha en cualquier oscuro recoveco hospitalario lo mismo que
una pantera, listo para destruir, siendo inimaginable la sensación que
se experimenta cuando a base de audacia y conocimientos, se derrota e
increíble como aumentan los enemigos en la penumbra, los infelices que
no dan la cara.
La vida dentro de un hospital se transforma en un concierto de aventuras
y riesgos increíbles, historias insolubles, tragedias impensables,
amores fugaces y despedidas sin regreso. Ver el amanecer mientras comía
o meditaba en la sala, es un recuerdo maravilloso de aquellas queridas,
gratuitas guardias.
Luego, cuando regresaba a la realidad experimentaba por mi mismo, qué se
siente cuando se está de post guardia con 15 enfermos a cargo, 6 de
nuevo ingreso, pensado que me deparará el resto del día en lo personal y
cuando podría retirarme a "descansar" agregándose una dosis de ansiedad
inolvidable.
Entonces se tornaba hermoso al llegar a la casa, que algún conocido o
familiar llamara para una consulta telefónica, que le aclarara, como
puede ingerir determinada automedicación, sin aludir si dormí, comí, o
como me siento. No importa, el sabia que estaba en todo su derecho.
Siento inmensa gratificación por ser medico sobre todo, cuando percibo
el beneficio que les he dejado con el abono de mis conocimientos
enriqueciéndoles la tierra donde crecerán, a los jóvenes que tienen
interés científico y seriedad profesional congénita, sabiendo a lo que
renuncian al asumir tal atrevimiento y compromiso social.
Sufro, observando a los incapaces e ineptos, irrespetuosos improvisados,
que no atienden a las enseñanzas ni aprenden del que sabe,
seleccionadores de carrera obligados por circunstancias políticas
acuciantes para el país, por embullo, o por absurda vanidad individual,
tener la oportunidad de matar, autorizados, con su indolencia e
ineficacia, al autorizarles legalmente usar un estetoscopio y estampar
su firma sobre una receta. Pobres de alma los que así han pensado. Están
condenados por su irresponsabilidad a ser perdedores, aunque apadrinados
por jefes mediocres, hagan lo incorrecto y sean protegidos. Esperen la
cuanta, la vida lo cobra todo.
Preciso entonces que será un reto a quien llamar si soy el que me
enfermo y, recuerdo con orgullo que tengo un hijo con la ética y los
conocimientos suficientes para enfrentar con respeto y valor, cuanta
dolencia acaricie mi cuerpo o mi mente, agregándole el poquito de amor
que nunca puede faltar.
Sé que no he llevado, ni suficiente, ni la mejor vida social y no me
importa, me realizaba dentro del hospital o en la consulta, lugares
donde los intercambios son interminables y las ordenes y experiencias
continuas, favoreciendo que conociera diversos tipos de personalidades
sumando amigos interesantes en los distintos servicios, que me brindaban
con gusto cuando lo necesité, sus prebendas y condescendencias.
También es alta la probabilidad de encontrar en aquel recinto, el amor
que nos acompañaría por el resto de la vida en ese amado martirio
intrahospitalario. La mujer de los sueños o de la aventura, allí estuvo
muchas veces pero nunca cuajó, en el mismo lugar donde sentí que la
mejor paga que pude recibir, fue la recuperación del enfermo y aunque la
terapéutica que utilicé en ocasiones, no haya dado el resultado que
esperaba, no hubo irresponsabilidad porque hice científicamente lo que
estaba al alcance y sin pena, pregunté a otros de superior capacidad,
cuando no sabia o tuve dudas.
Me di cuenta en los 36 años contados para el retiro, que entregado a la
profesión, los días alegres y tristes se mostraban diferentes:
Un día alegre era cuando no moría nadie, pudiendo ingresar 10 pacientes
con patologías variadas sin que ninguno saliera peor. Sin comer ni
dormir, no importaba. Lo que hice, bien hecho estuvo.
Si todo lo que atendí fueron: cefaleas simples, catarros comunes,
diarreas agudas, constipaciones o virosis inespecíficas, ningún caso
extraordinario y aun así, hubo fallecidos, después de apreciar que, tras
los esfuerzos para colocarle algún aditamento invacibo con mucho
cuidado, evitándole el dolor y el sufrimiento, el paciente hizo lo que
le dije que no debía, despreciando el trabajo y la intención que puse,
corroborando además con su apetito y gustos, que su comida favorita fue
la que lo dañó, oliendo a cigarro después de habérselo prohibido, en un
alarde de autoagresión y subvaloración sin limites, porque sabia que la
responsabilidad de su curación, era mía. Con todo esto, el día tenia que
ser triste.
Llegó la jubilación en el momento de mayor madurez clínica para mi, pero
no fue un gusto, es una necesidad. Debo conocer otras conductas, otras
culturas y dilemas, otras vidas e injusticias para completar el espacio
vacío en mis ansias de vivir y desarrollar capacidades ocultas con esa
inquietud intelectual que me domina.
Me hace falta ver a quien mucho necesito y solo estando fuera del
sistema de salud, desgraciadamente en mi país, es inseguramente posible
ese sueño. Nunca renunciaré a seguir ejerciendo la mas bella de las
profesiones, es imposible cuando a metatizado tanto el tejido etico y moral.
Me gusta y amo la medicina, porque he aprendido a sentir profundamente
después que la practico, percibiendo la muerte tan cerca de la mentira y
la vida tan lejos de la verdad y me duele, cuando la gente buena perece
inconclusa y la mala se salva sobresaturada, aunque en ambos casos haya
puesto el mismo empeño, comprobando que la muerte como la vida, son
injustas porque no seleccionan y que la naturaleza, se hace de la vista
gorda para no tener culpa en las decisiones y la conducta humana.
Sabiendo lo poco remunerada que es en mi país, lo poco respetada y lo
menos considerado que somos los que con absoluta entrega y pasión
practicamos la medicina, aun así, siempre, en cualquier circunstancia y
donde quiera que esté, amaré mi carrera.
LLEGÓ LA JUBILACIÓN - Misceláneas de Cuba (3 June 2009)
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=21032
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