Nos separó la intolerancia
Guillermo Fariñas, Cubanacán Press
SANTA CLARA, noviembre (www.cubanet.org) - Ana y El flaco se conocieron
en el Circulo Juvenil Alegrías de Juventud, en pleno auge de la
perestroica soviética. Desde que se miraron, ella comprendió que había
conquistado el corazón del flaco. Sin embargo no se decidía a hacer nada
al respecto, puesto que El flaco estaba demasiado feo para su exigente
gusto.
Ana Abreu era en aquella época una hembra de piel negra, de las que para
el tráfico. Con una estatura cercana a 1.60 metros, unas caderas grandes
con unos glúteos prominentes y músculos duros debido a la práctica del
baloncesto, los rasgos físicos que más le resaltaban eran sus ojos color
miel.
El flaco estudiaba en la facultad de letras de la Universidad Central de
Las Villas, aspiraba ser un buen poeta, pero sobre todo un magnifico
escritor de novelas de amor.
Se percató de que físicamente no le interesaba a Ana. Esto no hizo que
decayera su pasión por ella y se dedicó a estar a su lado como amigo. Le
contaba chistes muy picantes, que a ella la derretían. Así mismo comenzó
a ocupar todo su tiempo llevándola a cines, teatros, conciertos de
música popular.
Tuvo que convertirse en un verdadero mago con sus horarios para estar el
mayor tiempo posible junto a su deseada hembra, puesto a que ella
trabajaba como operaria en la Industria Nacional de Producción de
Utensilios Domésticos (INPUD). Así fue sitiando el alma con calma y
perseverancia a su amada amiga.
Ana terminó enamorando al flaco, el 14 de febrero de 1987, día de los
enamorados. El conquistado se sentía como flotando en las nubes. Aquella
mujer sería la madre de sus hijos.
La única contradicción latente entre la Abreu y El flaco eran sus
posiciones políticas. Ana era una acérrima fidelista, mientras que el
alumno de psicología ya se consideraba un seguidor de Mijail Gorbachov,
a la vez que aspiraba a que la Glásnost se implantara en Cuba.
Para demostrar su incondicionalidad al comandante en jefe, Ana Abreu
determinó pasar el curso de un año en la escuela nacional de oficiales
subalternos, en la ciudad de Santa Clara. El flaco la ayudó en las
asignaturas más difíciles.
Cuando El flaco estaba en el último año de su carrera, no pudo resistir
la tentación. Se llevó a su negra a vivir con él a la casa de sus
padres. Antes de graduarse, en abril de1988, contrajo nupcias con su amada.
Ana se puso el uniforme de oficial con el grado de subteniente. El
sensibilizado esposo movió sus influencias entre viejas amistades dentro
de la oficialidad del ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias
en Villa Clara de cuando fue combatiente en la República Popular de
Angola, y tras de algunos malabares, su esposa fue asignada responsable
de las alumnas de la escuela Camilo Cienfuegos, un puesto cómodo y cerca
de su casa.
Un día, en su puesto de trabajo en la consulta de la policlínica
comunitario de Camajauní, El flaco recibió a su amigo, el capitán de la
Contrainteligencia Militar Israel Rivero, quien atendía a la unidad
militar de Ana. Este le mostró una carta en la que ella decía que él (El
flaco) escuchaba a Radio Martí y que junto a otros graduados
universitarios hacían tertulias pro cambios en Cuba.
El músculo cardiaco se le rompió en ese momento al flaco. Sintió la
traición de la peor de las maneras. El militar le rogó que fuera
discreto, y le solicitó que si se iba a separar de Ana Abreu que fuese
por otro motivo.
El flaco cumplió su palabra. Durante años nunca dijo a nadie el por qué
se separó de su último gran amor. Israel, después, fue preso político y
ahora está exiliado.
El flaco todavía analiza lo ocurrido entre él y la hermosa Ana. Le da
vueltas al asunto cada vez que se la encuentra en las calles de Santa
Clara, con su uniforme de capitana. Ahora trabaja en la Escuela
Provincial de la Defensa y no le dirige la palabra porque él es un
opositor pacífico.
El flaco se repite con nostalgia: "Ana, nos separó la intolerancia".
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