Monday, July 17, 2006

Anticastrismo totalitario

Posted on Mon, Jul. 17, 2006

Anticastrismo totalitario
ALEJANDRO ARMENGOL

El pecado original de buena parte del anticastrismo en Miami es que no
es verdaderamente democrático. Esta es la realidad tras las posiciones
de un nutrido grupo de miembros del llamado exilio histórico, quienes a
diario declaran estar dedicados a la lucha por la libertad de Cuba
mientras defienden dictaduras pasadas y presentes, terroristas y censores.

Frente al régimen castrista, estos exiliados encuentran su definición
mejor. Sólo que lo que es bueno para ellos no es necesariamente bueno
para el pueblo cubano. Además de una vocación caudillista que nunca los
abandona, se aferran a tácticas y puntos de vista caducos. Su ideal es
ejercer el monopolio del pensamiento opositor y viven en un mundo donde
la guerra fría no ha terminado. Este tiempo detenido puede que les llene
de esperanza, desde un punto de vista existencial, pero contribuye a que
su visión de la isla tenga validez apenas en la Calle Ocho.

Ese aferrarse al pasado hace que sean los únicos herederos de la
política de Washington de la época de Eisenhower y los hermanos Dulles,
cuando era preferible un tirano anticomunista a un gobierno progresista.
La época que propició la existencia de Odría, Rojas Pinilla, Pérez
Jiménez, Trujillo, Somoza, Stroessner y Batista. Mentalidad que luego
los llevó a apoyar a Pinochet y Fujimori, sin olvidar diversas
dictaduras militares y una nostalgia fervorosa por la España de
Francisco Franco.

A esta estrategia de los años cincuenta del siglo pasado se ha unido la
paranoia de los ex que durante décadas se han incorporado al exilio, y
que al tiempo que se identifican con el pensamiento de sus antiguos
enemigos, son incapaces de librarse de la lógica del partido, dedicados
ahora a aplicarla en la dirección contraria.

La tendencia hacia el totalitarismo es visible en el interés por anular
toda opinión contraria y ejercer la censura, en la incapacidad para
admitir la independencia de poderes y en una voluntad dispuesta a
imponer sus criterios. Imposible que las ideas democráticas estén a
salvo entre quienes no son demócratas.

El anticastrismo totalitario sueña a diario con la muerte de Fidel
Castro. La imagina semejante a la partida del dictador Fulgencio Batista
de la isla. Muere este otro dictador y el reloj da una marcha atrás
vertiginosa. Incapacitado frente al futuro y prisionero del presente,
sólo le queda mirar al pasado.

Por supuesto que Cuba cambiará a la muerte de Castro. ¿Cómo y cuándo?
Ante la imposibilidad de respuestas, algunos prefieren refugiarse en la
fantasía. Ahí está Washington para proporcionarla.

El famoso plan de la Comisión para la Asistencia a una Cuba Libre es una
farsa millonaria. Un informe burocrático que no dice nada y promete
mucho: $80 millones es una cifra considerable. Pero como declaró la
líder disidente Martha Beatriz Roque: ``Casi todo se queda en proyectos
que se hacen en Estados Unidos''.

Hay dos funciones claras que cumple este proyecto: ''demostrar el
interés'' del gobierno del presidente George W. Bush en acelerar la
transición democrática en Cuba y repartir dinero entre determinados
grupos en el exilio y para las transmisiones de Radio y Televisión
Martí. Ambas son políticas, pero no estamos hablando de política
internacional sino de campañas políticas: el dinero de los
contribuyentes rebajado a un destino electoral. Los fondos deben ser
aprobados por el Congreso, así que los republicanos cuentan con un
argumento excelente para solicitar el voto cubanoamericano.

La cuestión aquí no es negar la necesidad de fondos para apoyar a
quienes disienten y se oponen a Castro, ni estar en contra de que los
cubanos reciban más y mejor información. La clave es la utilización del
dinero y el hecho de que buena parte de la disidencia ha manifestado su
rechazo o al menos su reserva ante el ofrecimiento de un dinero no
solicitado.

El temor es que al final, si son aprobados, estos fondos sean
malgastados en transmisiones que no llegan a los cubanos, turismo
anticastrista y una que otra publicación torpemente armada y más
preocupada por el pasado que en la realidad cubana. Washington ha
elaborado un plan a la medida para justificar la retórica entre Miami y
La Habana.

Ha llegado el momento de reconocer que en Miami se libran dos luchas
simultáneas. Una contra el régimen castrista y otra contra el monopolio
anticastrista. No son dos luchas iguales y no se intenta equipararlas.
La primera está bien definida. La segunda es un debate entre la amplitud
de criterios y el aferrarse a una estrategia caduca, irreal y que sólo
sirve a los fines electorales. Pero lo que no es posible es mantener el
silencio y la paciencia frente a una posición esgrimida sólo para el
beneficio de unos pocos.

aarmengol@herald.com

http://www.miami.com/mld/elnuevo/news/opinion/15053493.htm

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