Tuesday, June 27, 2006

Las etiquetas de los totalitaristas

POLITICA
Las etiquetas de los totalitaristas

Oscar Sánchez Madan

MATANZAS, Cuba - Junio (www.cubanet.org) - La propaganda castrista,
durante los últimos 47 años de socialismo totalitario, se ha
caracterizado por emplear en sus distorsionadas ofensivas ideológicas
métodos indecorosos basados en la infracción consciente de las leyes de
la lógica.

Uno de los subterfugios o sofismas que más ha utilizado es el método de
"pegar etiquetas", cuyo propósito consiste en descalificar al adversario
a quien considera un enemigo que debe ser eliminado política y físicamente.

Los horribles efectos del empleo de éste y otros métodos de propaganda,
demuestran fehacientemente la esencia criminal, deshumanizante y
tremendamente cruel del totalitarismo de izquierda. Un sistema creado
para manipular a las masas y utilizarlas como esclavas, como bien nos
advirtió nuestro héroe nacional, José Martí, a favor de los intereses de
una pequeña, aunque muy poderosa y rica oligarquía reaccionaria,
embriagada con los privilegios que suministra el poder omnímodo.

En este sentido, la propaganda castrista ha cumplido una importante
misión: crear en diferentes momentos las condiciones propicias para
eliminar a los opositores políticos y a los disidentes, aislándolos,
levantando una muralla de terror y miedo entre éstos y sus vecinos,
compañeros de trabajo, amigos, e incluso familiares, encarcelándolos
para reducir al mínimo su contacto con el resto de la sociedad o
privándolos del más elemental de los derechos, el derecho a la vida. De
eso, ningún cubano tiene dudas.

Con este método de pegar etiquetas, que tanto usaron los fascistas
alemanes y los comunistas soviéticos en el Siglo XX, los flamantes
comisarios ideológicos del castrismo se propusieron desde 1959, año en
que arribaron al poder, desacreditar las nobles patrióticas ideas de sus
oponentes, aplastar sus descollantes personalidades, despertar hacia
ellos sentimientos de rechazo, miedo y odios ciegos. Tal es así que
desde el mismo año comenzaron a llamar, a sabiendas que mentían
descaradamente, "contrarrevolucionarios" , "gusanos", "traidores",
"vende patrias" y agentes del imperialismo, a todo aquél que se oponía
al carácter totalitario, militarista, policial y terrorista que iba
asumiendo la revolución y por consiguiente sus medios de propaganda.
Miles de compatriotas fueron groseramente estigmatizados a partir de
entonces. Las cárceles no sólo se llenaron, también se incrementaron
aceleradamente.

Los horribles estruendos de los fusiles se dejaron escuchar con bastante
frecuencia en los paredones de la muerte, mientras tanto los artífices y
muy eficientes comisarios de la propaganda del terror, ya dueños plenos
de los medios de comunicación del país, cumplían su detestable misión:
la justificación del crimen. ¿Quién osaba acercarse a un supuesto
traidor? ¿Quién se atrevía a defender a un presunto gusano
contrarrevolucionario? Por supuesto que casi nadie.

Muchos oficiales del propio Ejército Rebelde y las organizaciones
revolucionarias fueron víctimas de la batalla ideológica y de la guerra
que contra la sociedad civil emprendió la nueva dictadura. El caso más
emblemático, entre muchos otros, fue el del comandante Huber Matos, uno
de los reconocidos jefes militares que había prestado importantes
servicios durante la insurrección popular contra la dictadura de
Fulgencio Batista, y que había sido nombrado inmediatamente después del
triunfo Gobernador Militar de la región de Camagüey, el principal
territorio ganadero de la isla.

A dicho oficial el gobierno le colocó la etiqueta de traidor y lo
condenó a 20 años de cárcel por sólo manifestar en una misiva a la
cúpula oligárquica su desacuerdo con el rumbo comunista que tomaba la
revolución.

El régimen sustituyó de la noche a la mañana el concepto de preso
político por el de preso contrarrevolucionario. A quien se atrevía a
hacer la menor crítica al comunismo, o a sus líderes, rápidamente era
tildado de anti-cubano, o anexionista.

A los compatriotas que desembarcaron en Bahía de Cochinos, o Playa
Girón, y se presentaron al despotismo estalinista en abril de 1961, les
colocaron el cartelito de mercenarios. Asimismo, quienes por esa fecha,
y durante varios años, se alzaron en las montañas, sobre todo en la zona
del Escambray, les endilgaron la etiqueta de bandidos.

El pueblo no olvidó jamás cómo en 1980 a los más de 100 mil ciudadanos
que abandonaron la isla durante el éxodo de Mariel les colgaron el
cartelito de escoria para justificar los actos salvajes que contra ellos
se cometieron, como golpizas, lanzamiento de piedras y otros objetos, e
incluso, linchamientos.

Con el surgimiento de la disidencia pacífica a los inicios del ochenta y
con su posterior desarrollo y fortalecimiento y ante el serio peligro
que ésta representa para la nomenclatura absolutista, el régimen retomó
un viejo concepto de su propaganda leninista: el concepto de mercenario.
Así llama ahora a quienes apoyados de las más autenticas tradiciones de
luchas de nuestro pueblo, promueven dentro y fuera de la isla, de manera
pacífica, la defensa de los derechos humanos y la reinstauración de la
democracia representativa y participativa.

Pero como los tiempos han cambiado bastante, esta vez la propaganda no
surte los efectos deseados. Al viejo andamiaje ideológico comunista lo
devora el óxido, derivado de una retórica aburrida y gastada y el total
desapego a la verdad.

http://www.cubanet.org/CNews/y06/jun06/26a10.htm

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