Monday, March 20, 2006

Remedios para una pandemia

CORRUPCION
Remedios para una pandemia

Luis Miguel González, Jagua Press

CIENFUEGOS, Cuba - Marzo (www.cubanet.org) - El régimen cubano se
exaspera intentando poner fin a esa pandemia que es la corrupción. El
mal corroe al sistema, y el gobierno sabe que para erradicarlo cuenta
con poco tiempo.

Su líder histórico, el doctor Castro, está próximo a los 80 años de
edad. Su salud se resquebraja, y la dirigencia del país intuye que una
vez salga éste del juego político, difícilmente habrá quien pueda
timonear la nave de la revolución, que hace agua.

Por ello prueban aceleradamente diferentes remedios, que van desde la
sustitución de ministros hasta el empleo de trabajadores sociales en
funciones de auditores o simples delatores. Esta última fórmula parecer
ser la más reciente herramienta de quienes pretenden dividir la sociedad
en vigilantes y vigilados.

El empleo de jóvenes del proyecto de trabajadores sociales en las
gasolineras de toda Cuba ha sido un acontecimiento ampliamente
publicitado. Este experimento ha derivado en una nueva forma de control
gubernamental menos comentada y que consiste en la utilización de un par
de militantes del Partido Comunista para supervisar los centros
laborales y que -so pretexto de poner orden al relajo- plantan allí.

Sus poderes son tan amplios que se les puede ver supervisando los
diferentes frentes empresariales. Lo mismo inspeccionan un departamento
económico que uno comercial. En el caso de que algún trabajador, sin
importar cuál sea su rango o funciones, sea sorprendido in fraganti
cometiendo lo que la pareja considere una irregularidad, puede ser
expulsado de su puesto.

Para hacer más llevadera la presencia de los intrusos se promueven
asambleas en las que se sugiere a los empleados que viertan sus
criterios y opiniones. Este mecanismo ha resultado, según opinión
generalizada de los trabajadores, en una trampa, pues una vez que éstos
se franquean y confiesan sus pecadillos, la información queda grabada en
el disco duro de sus austeros jueces, que ya con conocimiento de causa,
esperan el momento oportuno para pasarles la cuenta.

Sin embargo, no todo favorece a los represores, pues en el transcurso de
las discusiones los trabajadores comienzan a reclamar que las medidas
que se implementan contra ellos le sean aplicadas a quienes gobiernan,
quienes, en su opinión, son los más corruptos.

No hay dudas de que las regulaciones que busca hacer cumplir el dueto
comunista son impopulares. Hay que recordar que en nuestra nación el
mercado negro o subterráneo es el medio a través del cual el ciudadano
logra satisfacer la mayoría de sus necesidades primarias, ya que la
escasez que impone la ineficiencia estatal mantiene a todos en un
desabastecimiento crónico.

Este hecho, sumado a los salarios de miseria que devengan los
trabajadores, es terreno fértil para que pulule el latrocinio, conocido
eufemísticamente como desvío de recursos. Tan generalizado está el hurto
que unánimemente es visto como algo éticamente aceptable.

Aún cuando considero sincero el esfuerzo gubernamental por erradicar el
mal, pues en ello le va la vida, pienso que desde ahora está destinado
al fracaso. Tan intrincada y tupida es la red de intereses que durante
47 años de malversación se ha formado, que intentar suprimirla tendría
un efecto devastador en el régimen.

Por lo pronto los obreros siguen siendo el eslabón más débil de la
cadena de vicios que la nueva cruzada ideológico-cultural en pos de la
pureza revolucionaria se dispone a romper.

Los funcionarios del régimen han dicho que no se trata de reprimir, sino
de educar. Sin embargo, y a pesar de la verborrea oficial, el cubano de
a pie sólo percibe que las salidas por donde escapar a la asfixia
económica se le cierran. Se da cuenta de que los dirigentes cada vez son
más ricos y que cuando caen es para elevarse más. Después de todo, como
siempre, la culpa recae sobre el infeliz que roba para vivir y no lucrar.

http://www.cubanet.org/CNews/y06/mar06/19a9.htm

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