Friday, March 24, 2006

Cocido de Madrid o caldosa

POLITICA
Cocido de Madrid o caldosa

Juan González Febles

LA HABANA, Cuba - Marzo (www.cubanet.org) - En Cuba la cuerda está muy
tensa. Una idea toma forma poco a poco en las duras entendederas del
régimen: no terminarán nunca con la oposición. Ni cárceles ni amenazas
de muerte. Ni turbas fascistas ni mayor represión. Si matan, pues habrá
mártires y si no, el resultado será siempre el mismo: las filas de la
oposición continúan su crecimiento, lento pero uniforme.

Así las cosas, las personas que se ocupan constantemente en pensar cómo
y en qué escenario se producirá la transición democrática, se hallan en
el dilema sobre si lo ideal es hacerlo como Europa del Este, a lo
chileno, a la rusa o a la española.

El modelo preferido por los afines al régimen es que un ex militar o un
ex policía tome las riendas. Les fascina la variante rusa, y en menor
medida, quizás tomándolo como algo inevitable, la española. Esto porque
comprenden que el ideal, la fantasía política por excelencia del
régimen, es decir el modelo chino, en Cuba no resulta funcional.

Lamentablemente, Cuba está llena de cubanos, Miami también. Para que un
modelo totalitario como el chino se establezca con éxito en Cuba, en vez
de ómnibus Yu Tong y cazuelas, habrá que traer chinos. Si los cubanos en
la Isla tuvieran recursos económicos abundantes, una vez satisfechos, se
preguntarán, ¿por qué no sacudirnos a esta enojosa gente del gobierno de
encima?

Es decir, la riqueza será un problema a la larga para los castristas.
Esto porque cansan y aburren, desde el primero hasta el último. Da lo
mismo la familia real o el poco agraciado y menos simpático Pérez Roque.
En Cuba caer pesado es terminal. Tanto el general como el canciller,
como el ¿presidente? de la Asamblea, caen mal, doy fe.

Por eso, ante un panorama lleno de tanta gente gruesa, lo menos malo
-para ellos- es una transición a la española. Ahí está el problema.

Luego de tres años de guerra civil, el franquismo se entronizó en España
por espacio de treinta y seis años. Durante ese periodo se abusó, se
encarceló y se mató como es habitual en cualquier régimen totalitario.

En Cuba tuvo lugar una cruenta y encarnizada guerra civil campesina que
se extendió por seis años. Luego, una dictadura militar personal
totalitaria, con más de 46 años de persistencia.

Sólo desde hace pocos años la dictadura cubana ha encontrado ciertos
límites en lo que matar, encarcelar y abusar respecta. Increíblemente
los ha frenado un movimiento civil duramente reprimido. Pero se sigue
abusando. Toda una generación de militares fue educada en el abuso y el
irrespeto al derecho ajeno.

Estos militares escalaron las mejores posiciones del país en todas las
escalas concebibles. Están muy preocupados con su futuro. Aspiran a la
misma impunidad que sus colegas franquistas disfrutan en España. Pero no
están seguros. Es por esto que son la reserva antidemocrática por
excelencia para el futuro.

España, mal que bien, ha sido el cómplice más socorrido para la
dictadura cubana. Este cómplice, por supuesto no lo fue durante el
gobierno popular de Aznar. Pero en los últimos años, el saldo ha sido,
por llamarlo de alguna forma, inconsecuente.

España pidió a Inglaterra la extradición del general Augusto Pinochet.
Condenó a un ex militar argentino por "crímenes de lesa humanidad". Ha
atendido solícitamente las demandas de la premio Nobel Rigoberta Menchú,
en sus aspiraciones de venganza contra una de las partes, -la otra
parte- en el conflicto que sacudió su país hace varias décadas.

Curiosamente, España, de acuerdo con una denuncia formulada por Amnistía
Internacional (AI), "no ha sido capaz de ofrecer verdad, justicia y
reparación para las víctimas de su propio país durante la guerra civil y
el régimen franquista".

Pero hay más, y siempre con AI: "Ningún otro país en el mundo ha seguido
este modelo de olvido completo, y de impunidad absoluta y dejar además,
que la única verdad oficial fuera la del régimen franquista".

Con estos truenos, es fácil comprender por qué, aunque con limitaciones,
si de transición se trata, la española ocupa su lugar como plan B o
quizás C, en el imaginario castrista. El cocido político de Madrid
guardaría semejanzas con la caldosa castrista.

Se trata sólo de proporciones a la hora de acomodar la receta.

Quizás explique además cómo puede la España de la democracia ser el
socio más veterano y hasta cierto punto leal para la dictadura
castrista. Cómo puede su sistema legal enjuiciar a Pinochet y negarse a
hacerlo con Castro.

Parece que el cocido de Madrid y la caldosa castrista tienen más de un
punto en su sazón de coincidencia.

http://www.cubanet.org/CNews/y06/mar06/23a6.htm

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