Monday, December 05, 2005

Dictaduras con piojos

CORRUPCION
Dictaduras con piojos

Luis Cino

LA HABANA, Cuba - Diciembre (www.cubanet.org) - En diciembre de 1919, Vladimir Ilich Lenin, que hablaba mucho y de todo, excepto de libertades, afirmaba: "O el piojo derrota al socialismo o el socialismo derrota a los piojos".

La guerra civil estaba en su apogeo. El tifus, transmitido por los piojos, diezmaba al Ejército Rojo. Los piojos preocupaban a Lenin más que los guardias blancos, la hambruna y las masacres de los asesinos de la Checa.

Algo similar le ocurrió a Mao Tse Tung con los gorriones. En plena revolución cultural, el Gran Timonel ordenó exterminarlos para impedir que devoraran las cosechas.

Al socialismo cubano le han caído piojos. Los gorriones le roban combustible. Toda clase de insectos se escabullen de la ley.

La corrupción, los delitos y las ilegalidades son los piojos de la revolución cubana. Según Fidel Castro, amenazan la misma supervivencia de su régimen. Más que los disidentes. Más que el hostigamiento económico norteamericano. Incluso más que una conflagración bélica con los Estados Unidos. El Comandante en Jefe proclamó recientemente la invulnerabilidad militar cubana.

El riesgo es más serio de lo que todos pensaban. A juzgar por la preocupación del Máximo Líder, es más grave que otros desafíos enfrentados por su revolución, como el diversionismo ideológico, los balseros, el dólar, TV Martí y los mosquitos.

Tan grave que amerita para enfrentarlo la batida de un huracán con fuerza 5. A riesgo de que Cuba corra la mala suerte de la Atlántida.

La batalla contra los piojos es encarada a la manera preferida del comunismo cubano. Concebida como una operación militar. Sin reparar en gastos ni costos. Sin escatimar propaganda ni promesas populistas. Con la batalla de ideas como telón de fondo.

A ritmo de contingente, movilizaron a los trabajadores sociales. De "médicos de almas" los convirtieron en guardias rojos al estilo maoísta. Sólo que no fusilarán gorriones.

Hasta tanto no se corrompan, serán la nueva vanguardia de la revolución. ¿Será acaso el turno a la ballesta de los hijos de Guillermo Tell?

El despliegue policial en las calles no es suficiente. No dan abasto con el delito. Apenas hallan cooperación. Son como un ejército de ocupación en un país que ya no reconocen. Crispados y tensos, realizan aparatosos operativos y redadas contra los que no saben vivir en el paraíso.

Hoy, el mayor deseo de los cubanos es que los dejen tranquilos. Piden demasiado. Ya nadie vive tranquilo en Cuba. Ni los ministros. Casi es más fácil ser disidente.

Todos dependemos de la ilegalidad para sobrevivir. Por ende, en cualquier momento pueden tocar a la puerta. Siempre harán preguntas para las que no tendrás respuesta. La próxima puerta puede ser la tuya. Es el momento de la corrida de los chivatos. El Gran Hermano te vigila.

Paladares, merolicos e intermediarios preocupan más a las autoridades que la desolación de la economía nacional.

Los nuevos ricos despiertan en la picota. Los vendedores de los mercados agropecuarios son los nuevos enemigos públicos.

Cocinar con ají y cebolla es un lujo. Nos sentimos culpables de que no nos alcance el keroseno. De que ya seamos demasiados y la casa nos resulte pequeña.

Acechados por el espectro reciclado de K listo Kilowatt, antes del próximo apagón, nos enfrascamos en cálculos pitagóricos sobre el consumo de electricidad.

Los salarios aumentan a menos velocidad que el tamaño de los huecos en nuestros bolsillos.

Ya no podemos disimular nuestra infelicidad. Sólo atinamos a apretarnos, todavía más, los cinturones y a levantar los ojos al cielo.

Es la guerra del Estado contra todo el pueblo. Nada puede escapar del control de la centralización estatal. Es la versión del siglo XXI de la ofensiva revolucionaria de marzo de 1968. Sólo que los cubanos, como los virus, nos hemos vuelto resistentes, casi inmunes, a los antibióticos del Poder.

No sé por qué me acuerdo ahora de la Guerra de los Mundos, de H.G. Wells. Al final, a los marcianos sólo pudieron aniquilarlos los conspicuos e inocuos microbios terrestres.

La pelea del comunismo cubano contra los demonios que creó su propio sistema no será fácil. Sus costos pueden ser mayores que los beneficios.

Mao no consiguió eliminar a los gorriones. Podría ocurrir que esta vez ni siquiera el espíritu de Dzierchinsky logre vencer a los piojos. Entonces, pudieran desaparecer los marcianos.

http://cubanet.org/CNews/y05/dec05/02a7.htm

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