Miriam Leiva
LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - El Presidente Hugo Chávez
está acostumbrando a la población cubana y la comunidad internacional a
ser él quien devele los avatares de Fidel Castro. Resulta paradójico que
en la independiente y soberana Cuba sea un extranjero el vocero de un
asunto vital para el destino del país. Indudablemente, él ganó un
espacio preponderante como alma gemela del Comandante, posible heredero
de su impronta que llevó a Carlos Lage a expresar que Cuba tenía dos
presidentes, así como por su papel de salvador de la catástrofe
económica con las subvenciones de sus petrodólares.
Que Fidel Castro no participara en las actividades para conmemorar el
aniversario 50 del triunfo de la revolución, parecía lógico, teniendo en
cuenta su delicado estado de salud, aunque no se emiten partes médicos y
siempre rondan incógnitas resueltas con la publicación de fotografías
junto a visitantes extranjeros. La última, publicada en ocasión de la
visita del Presidente de China denotaba un gran deterioro, a pesar de
que su retoque era evidente.
En la sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular a fines de
diciembre, no se leyó ninguna comunicación del Comandante, y las
Reflexiones firmadas de su puño y letra desaparecieron.
En el acto por el aniversario 50 en Santiago de Cuba se pretendió que el
hálito del líder histórico inundara los sentidos de participantes y
telespectadores. Incontestable resulta el éxito de haber mantenido el
poder absoluto durante tantos años, si bien tiene que considerarse a
expensas de una rotunda represión. Las loas se centraron en la decisión
de continuar por 50 años más. El General Raúl Castro enfatizó las
referencias a Fidel Castro.
Pero no pasó inadvertido el escueto mensaje del locuaz máximo líder: "Al
cumplirse dentro de pocas horas el 50 aniversario del triunfo, felicito
a nuestro pueblo", fechado el 31 de diciembre y publicado el día
siguiente en el periódico Granma sobre una foto junto a Raúl Castro en
el antiguo Ayuntamiento de Santiago de Cuba, cuando se dirigió al pueblo
en enero de 1959, y donde se efectuó el acto de los cincuenta años.
Siguieron inusuales y muy publicitados recorridos durante varios días de
Raúl Castro por el oriente cubano, así como sus afectuosos intercambios
con el Presidente de Panamá, Martin Torrijos, y de Ecuador, Rafael
Correa. A pesar de las condecoraciones traídas y las constantes
referencias, no fueron recibidos por Fidel Castro. Luego, Hugo Chávez
anunció que Fidel Castro no se presentaría más en público debido a sus
condiciones de salud.
Aunque con menos estrépito que en circunstancias pasadas durante los dos
años y medio de ausencia por enfermedad, los comentarios sobre su
eventual deceso han corrido dentro y fuera de Cuba. Posiblemente la
cautela responde a los errores anteriores o el convencimiento de que
como todo mortal, tiene que seguir el curso lógico de la vida y algún
día descansar.
Como prioridad, en el ambiente cubano prima la decepción por el freno
que puso Raúl Castro a los cambios estructurales y de concepto
prometidos, la búsqueda de solución a las dificultades y privaciones
cotidianas, así como la preocupación por eventuales carencias mayores
como resultado de los efectos de la crisis económica internacional sobre
Cuba y Venezuela, principal mentor económico, inmerso en tenebrosos
entresijos políticos.
El entusiasmo actual de los cubanos se concentra en Barack Obama, cuya
toma de posesión como Presidente de Estados Unidos es añorada como si se
tratara de un probable salvador, sin que nadie precise de qué manera. La
fértil imaginación isleña va desde el origen racial y social de un
hombre talentoso, que pudo llegar a la cima del país más poderoso y rico
del mundo porque allí hay oportunidades y se reconoce el talento y el
esfuerzo, hasta que permita las visitas de los familiares residentes en
Estados Unidos y la recepción sin limitaciones de la ayuda económica
que ellos podrían enviar.
Una parte apreciable de la población presiente que el camino de la
normalización de las relaciones entre ambos países pudiera propiciar la
disminución de las tensiones dentro de Cuba al privar del pretexto de la
agresión extranjera para reprimir, y favorecer la liberalización
interna. No obstante, las expectativas no pueden volcarse únicamente en
las posibilidades del Presidente Obama, sino que un factor esencial
serán las autoridades cubanas, según estén dispuestas a negociar con
sinceridad. Lamentablemente, en momentos anteriores han creado
dificultades insuperables.
Las definiciones en la estructura de poder de La Habana serán
indispensables para el avance de la sociedad cubana, así como para la
compostura internacional en general. No se puede decir que 50 años no
son nada. En Cuba el legado ha sido la destrucción. Es insano
proponerse 50 años más en idénticas condiciones.
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