Tuesday, December 30, 2008

Buenas intenciones y miopía histórica

Publicado el lunes 29 de diciembre del 2008
Buenas intenciones y miopía histórica
ARMANDO GONZALEZ

Con el advenimiento de una nueva administración en Washington, no debe
sorprendernos el esfuerzo incipiente de políticos, cabilderos y
periodistas por un cambio de política con respecto a Cuba que comience
con la terminación del embargo comercial en vigor por más de cuatro
décadas (observen que, tratando de usar buen castellano, no dije 'el
`levantamiento' del embargo''). La mayoría de los proponentes de esta
política, estadounidenses y cubanoamericanos, son gente bien
intencionada en mi opinión. Otros proponen el cambio por puros
propósitos comerciales. A estos el bienestar de los cubanos en la isla
les importa un bledo.

Para los que, como yo, no vemos las ventajas de una simple terminación
unilateral del embargo, nos desalienta la ingenuidad del argumento
principal del otro lado: ''Es una política fracasada que no ha logrado
su objetivo: la caída del régimen''. Esa lógica simplista, ingenua,
asume que cualquier otra cosa que siga la terminación del embargo será
mejor que lo que tenemos ahora. Me recuerda a aquellos que, en la Cuba
de finales de la década de 1950, justificaban su oposición al régimen de
Batista con lógica ingenua y bien intencionada: ``Nada será peor que lo
que tenemos ahora''.

Otro argumento es aun más ingenuo: ''La habilidad de los estadounidenses
que visiten Cuba de promover un mejor entendimiento, promover a negocios
pequeños y darles información a los cubanos''. Esta es una cita de un
reciente reporte citado en The Miami Herald.

Lo que hace de este ingenuo argumento una garrafal tontería es que la
dictadura castrista, que lo controla todo, ha tenido buen cuidado de que
los turistas extranjeros tengan contactos muy limitados con los cubanos.
Los hoteles y otras atracciones turísticas han sido construidos en
lugares aislados, son controlados por el aparato de seguridad castrista
y, a pesar de un reciente pronunciamiento demagógico de Raúl Castro,
están fuera de los límites del cubano de a pie. Además de esto, el
turista estadounidense típico no habla español y, de acuerdo a la Ley 88
de 1999, a los cubanos les está terminantemente prohibido el recibir
literatura alguna de los turistas.

Más aún, ¿qué les hace pensar a los bien intencionados antiembargo que
los turistas estadounidenses van a lograr resultados diferentes a los
millones de turistas canadienses, europeos y latinoamericanos que han
visitado Cuba en los últimos veinte años?

Pero hay otro aspecto de este asunto, el aspecto continental, que
debiera preocupar a los bien intencionados antiembargo. El Dr. Jaime
Suchlicki, director del Instituto para Estudio Cubanos y Cubano
Americanos de la Universidad de Miami, ha sido uno de sus máximos
exponentes.

Desde finales de la década de 1970 (Ford/Carter), la política de Estados
Unidos hacia América Latina ha enfatizado democracia, derechos humanos y
gobierno constitucional. Ronald Reagan intervino en Granada, Bush Sr. en
Panamá, Clinton en Haití, y en cada intervención el propósito fue
restaurar gobiernos electos. Además, Estados Unidos ha prevenido golpes
militares y ha apoyado la voluntad popular en elecciones libres.

Siendo esta la política establecida, la normalización de relaciones con
una dictadura militar totalitaria enviaría un mensaje nefasto al resto
del continente: que el militarismo es bienvenido de nuevo a la región y
que gobiernos populistas, que a través de elecciones fraudulentas se
perpetúan en el poder, son también bienvenidos. El apoyo a regímenes y
dictadores que violan derechos humanos y abusan de sus pueblos es una
política moralmente errónea que provocaría mas abusos tanto en Cuba como
en América Latina.

Es también un mensaje peligroso para los enemigos de Estados Unidos en
el continente (Chávez, Ortega, Correa, Morales y otros). Para esos,
nacionalización de propiedades de estadounidenses sin compensación, uso
de su territorio para emplazar armamentos nucleares apuntados a Estados
Unidos y apoyo a grupos terroristas antiestadounidenses sería atractivo
porque, eventualmente, Estados Unidos ''perdonará y olvidará'' y los
favorecerán con turismo, inversiones y ayuda económica. Esto se hace aun
más peligroso cuando Irán esta penetrando América Latina, Rusia hace
alardes navales y China reparte créditos a diestra y siniestra.

Otro aspecto de la ingenuidad antiembargo: al igual que en la década de
1990 cuando, siguiendo el desplome del mundo comunista, Cuba atravesó
momentos más difíciles que de costumbre, Fidel Castro introdujo algunos
cambios positivos. Una vez que la economía cubana logró algo de
recuperación, Castro dio marcha atrás y lo poco positivo desapareció
hasta el día de hoy. La terminación unilateral del embargo traería
espejismos similares, esta vez iniciados por Raúl Castro. Una vez
atravesado el vendaval económico que es la economía cubana, Raúl daría
marcha atrás y volvería a territorio más confortable para su naturaleza
dictatorial.

Tanto el embargo como las restricciones de viajes y envíos deben
terminar a través de negociaciones entre ambos gobiernos que resulten en
concesiones políticoeconómicas reales cuando un gobierno genuinamente
democrático impere en la isla.

Lo demás es una soberana tontería.

agonzalez@miamiherald.com

http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/columnas_de_opinion/story/347567.html

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