Wednesday, May 28, 2008

LA HISTORIA LA HACEMOS NOSOTROS

LA HISTORIA LA HACEMOS NOSOTROS
2008-05-28.
José Vilasuso

A Jurgens Habermas

Una de las declaraciones más cómicas de Fidel Castro en los últimos
tiempos tuvo lugar en la cumbre de Isla Margarita donde propuso:
"Cambien ustedes, nosotros cambiamos desde el cincuenta y nueve." Se
refería a que América Latina debía de seguir su camino de servidumbre,
dado que para él la libertad era problema del pasado.

Aparte de que los cambios revolucionarios del cincuenta y nueve
fracasaron. Ya en aquella época existían elementos de juicio serios y
suficientes para comprobarlo y si tan alto coste nos hemos visto
forzados a pagar para alcanzar el convencimiento de unos y la
confirmación por otros, ha sido otra prueba de la ligereza e ignorancia
rampante en un cierto mundo o mejor corrientes de opinión que piensan
poco, no se ponen al día con sus lecturas, y carecen de buena memoria.

El sueño de Guevara por ejemplo, consistente en un carrito y diez mil
pesos en el banco para cada cubano, era bonito y loable pero se sabía
incosteable sujeto al modelo estatista. Tanto Felipe Pazos como Joaquín
Martínez Saénz ya habían analizado la nueva coyuntura de los años
cincuenta con la asesoría de Julián Alenes, Claudio Escarpenter y otros
economistas del Banco Nacional de Cuba en cuyas agendas se vislumbraban
vías inéditas, modernas para un desarrollo sostenido del país
fundamentadas en el mercado libre y la formación de economistas,
tecnólogos y otros profesionales al día. El revolucionario argentino
carecía de antecedentes que sin embargo estaban disponibles en las
gavetas del Banco.

En la ruta y al grano, una cosa u otra hoy muchos estamos cambiando dada
la imposición de los tiempos, la experiencia, investigación, y el
progreso tecnológico. Factores del desarrollo más allá de la voluntad,
habilidades, y recursos de los gobernantes y políticos en general casi
nunca a la vanguardia del ritmo histórico. La mutación es el tema
capital de la era postindustrial. No estamos en época de cambio; sino en
cambio de época.

La economía y el desarrollo del momento descansan en la marcha
ininterrumpida de los descubrimientos, aplicabilidad de recursos y
transformaciones de los mismos. Casi sin percatarnos nos vimos encajados
en sus brazos dinámicos y tal parece que aun algunos gobernantes
latinoamericanos no se han dado cuenta y siguen arrastrando su lastre de
impedimentos, morosidades y rémoras propias de etapas superadas.

Nuestro tiempo ha traspasado esa era por la cual, paradójicamente, luchó
Ernesto Guevara desde el Banco Nacional y el Ministerio de Industrias.
Tal constituye esa parte oculta en la vida del discutido personaje que,
ni Hollywood ni Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, o El Foro de
Sao Paulo han sido incapaces de comprender y aprovechar.

El Comandante hizo lo que pudo dados su total desconocimiento
económico, prejuicios ancestrales y el engrudo marxista en que se veía
inserto. Además era médico y guerrillero experiencias integrales que lo
alejaban de las mecánicas productivas en general. Repetía las
directrices del Partido que venían de muy atrás, y para las cuales una
fábrica era el ábrete sésamo hacia el desarrollo integral y liberación
de los pueblos.

Creía que un gran tinglado industrial sería más provechoso en manos del
gobierno que en manos privadas, trabajo le costaría convencerse de lo
contrario y cuando lo vislumbró para él ya era tarde. Vio las verdades y
el círculo de hierro en que estaba entrampado a la larga lo condujo a la
muerte en Bolivia. Recuerdo un inmenso cuadro a la entrada del
Ministerio de Industrias en el que figuraba una planta termoeléctrica
posiblemente en sustitución del Corazón de Jesús.

La figura de un enorme edificio construido con ladrillos y echando humo
por las chimeneas era una especie de templo religioso que convertía
cualquier manufactura de gratis, y sin trabajar demasiado, en peces,
panes y vino de mesa, buen vino por supuesto.

Hoy progreso y riqueza no residen en la industria. Esta sigue jugando un
papel pero es sólo un factor de la producción, y por tanto sometido a
los va y viene e imponderables del devenir. El transcurso del tiempo
arrasa con viejos conceptos y avizora sus sustitutos, así como otros
diferentes y nuevos. El complejo mecanicista no pasa de ese lugar en
total dependencia.

Es parte de una centrífuga inconmensurable generadora de potencias
incalculables. La era postindustrial por consiguiente descansa en la
llamada información, los conocimientos, y servicos múltiples propios de
las economías avanzadas, que comenzaban a vislumbrarse desde los últimos
años cincuenta, y cuyo único rasgo permanente es el cambio, cada día a
paso más acelerado y concreto. Desde entonces Pazos, Alienes,
Escarpenter o Martínez Sáenz veían las formas de modernizar el país y
para ello trabajaban seria y eficientemente.

Así de manera suscinta y lógicamente expuestas se condensan reveladoras
ideas contenidas en un libro representativo del momento: El Cambio del
Poder, rubricado por Alvin Toffler, autor de El Shock del Futuro y La
Tercera Ola. Sabe a paradoja admitir que no sólo las ideas de Lenin,
Marx o Mao Zedong han quedado obsoletas sino que el propio John Maynard
Keynes ha perdido su actualidad.

Tan drásticos devienen los acontecimientos en la busca del bienestar
colectivo que de repente nuestro foco evidencia similitudes entre
ideologías radicalmente antagónicas que, a contrapelo, compartían
visiones propias de un denominador común, su época. En nuestros días
toda vuelta a los cincuenta equivale a un eclipse total. La
vertiginosidad y monta de los acontecimientos transformativos
proporcionan elementos sobrados de juicio para comprobar que no debimos
embaucarnos con la era de las chimeneas. Nos detuvimos en la
contemplación de unos ídolos de barro.

Pero más no se podía exigir dado el desconocimiento imperante de
factores hoy a la mano y cuyo rasgo más sobresaliente rebrotaba en su
dinámica, y los imponderables a la vuelta de la noria. Si se parte de
que el cerebro humano promedio funciona sólo entre un diez al quince por
ciento de su capacidad total, hemos de concluir que todo está por hacer.
Sócrates mantiene total actualidad. La mirada no debe quitarse del
horizonte.

Detenerse en toda contemplación equivale a detenernos en la historia, en
el tiempo cosa bastante tonta por cierto. La apertura sostenida es pues
requisito inocultable para un sano y verdadero salto a la modernidad. Es
la fórmula más segura para evitar costosos estancamientos como el
sufrido por Cuba a partir de 1959, y que ahora abarca un potencial
creciente de latinoamericanos estancados en experimentos similares.

Un informe sobre cualquiera de las empresas de mayor envergadura. IMB,
Mitsubishi, Sony o General Motors pongamos por caso, revela las cifras
astronómicas hoy consagradas a la investigación, factor que unos lustros
atrás, ocupaba un sitial secundario. El croquis de cualquiera de los
gigantes globales, presenta cubículos insospechados, insólitos para
quienes aun permanezcan entumecidos en las descripciones económicas de
la era del librecambio.

Ahora se destacan satélites, ojos magnéticos, robots, detectadores,
celulares, computadoras y prodigios de la electrónica digital que
inyectan un cariz totalmente impensado para quien retenga la imagen de
aquel capitalismo secular y sus humos de todo color. El planificador
moderno no se devana los sesos por la carencia de materia prima,
aleaciones metálicas o combustibles, ahí insertamos metanol.

Ya no es imprescindible escarbar por subterráneos y laberintos
insondables a la busca de metales preciosos. Resulta más práctico
examinar lo que tengamos a la mano y extraerles el jugo; maíz o caña de
azúcar por no ir más lejos convertidos en combustible para que Brasil
pase de dependiente a competidor ventajoso con Saudi Arabia.

La creación de riqueza se cifra en el trabajo del diario vivir que,
entraña estudios profusos en campos hasta ayer descartados. Singapur nos
viene a la mente. Una excolonia británica, sin mayores recursos
naturales ni extensión, en unos cuarenta años se ha convertido en una de
las economías más prósperas y modernas del planeta, otro de los diez
tigres asiáticos. Su secreto estriba en los servicios que han copado la
producción y sus cuadros profesionales de primera competencia.

Actualmente tiene mayor importancia contar con suficiente número de
expertos en alta tecnología, que abundante mano de obra. Pero si
aquéllos superan a éstos, estamos ante el génesis de un nuevo Japón. La
República de Costa Rica más cercana a nosotros firmó un contrato con
Microsoft, permitiéndole en breve plazo situarse a la cabeza del mundo
hispano, sin necesidad de haber atravesado la etapa industrial.

Un salto sin precedentes en Centroamérica. La República de Honduras hace
unos años contemplaba la instalación de una planta generadora de energía
Eólica, al costo de setenta millones de dólares, extraída de la
atmósfera por medio de turbinas que asemejan los clásicos molinos
holandeses o quijotescos. El producto rebaja los altos costes
energéticos de manera sustancial permitiendo un desarrollo de servicios
transformadores en una economía que dejó las bananas en cesta
secundaria. Su nueva materia prima es algo tan irónicamnte insólito como
el viento.

Hoy como nunca la columna vertebral de todo adelanto científico depende
de lo que bautizamos por la información, y contrariamente a los
espejismos de unos empresarios sombríos agazapados en oscuros
conciliábulos acaparadores de capital.

Las empresas motoras al día dependen de incalculables e insospechados
informes actualizados continuamente en renuevo cuidadoso que pasan de
manos estudiosas e investigativas a deliberaciones de ejecutivos que al
final tienen la palabra. El capital ha dejado de constituir el nudo
gordiano de la producción para convertirse en mero integrante del
proceso. El dominio del hombre va convirtiendo el sistema productivo en
laboratorio de experimentación que no se detendrá so capa de quedar
estancado.

Todo lo anterior posee la capacidad ideológica y atractivo cultural
imprescindible para convencer al hombre sensato de las inmensas
posibilidades que la libertad le brinda, contando con la confianza en sí
mismo y apertura mental al devenir siempre promisorio. Vale la pena
entonces consagrar más tiempo, recursos y energías al trabajo de la
mente - estudio - donde de veras reside el cambio de poder.

Disidente Universal. (Reproducción libre) .

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=15531

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