Sunday, February 24, 2008

Ensueños, diamantes y utopías

22 de febrero de 2008

Ensueños, diamantes y utopías

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - La época y las
circunstancias personales dejan huellas indelebles en el destino de las
personas. En algunos casos, los problemas desatados por el azar
traspasan las coincidencias y abren cicatrices difíciles de cerrar. Tal
vez sea el dilema de Miriam Brown, una humilde guantanamera de cincuenta
años que reside con su hijo en el barrio capitalino Lawton, bajo
estricta vigilancia de la Seguridad del Estado y de los delatores de las
calles Luz, Pocito y San Luis.

El origen de la incertidumbre de esta mujer estuvo inicialmente en
Francis Brown, su padre, un norteamericano del sur empleado como civil
en la Base Naval de los Estados Unidos en Guantánamo, donde contrajo
matrimonio con una cubana que le entregó a la hija de ambos cuando
cumplió un año.

Aunque el progenitor obtuvo legalmente la guarda y cuidado de la niña
tres años después, fue acusado de secuestrarla y denigrado como "un
yanqui al servicio del enemigo", por lo cual la Seguridad del Estado la
sacó por la fuerza de los brazos de su padre, convirtiéndola en la
primera Elián de Cuba, pero a la inversa.

Con el padre preso por "secuestro" se impedía que la hija saliera del
país y se garantizaba su educación comunista. Se dictó, además, que la
nena no regresaría a casa -ni de visita- hasta la mayoría de edad,
aunque el padre podría verla media hora cada mes acompañado por dos
policías.

Miriam creció sin sus padres y hermanos, aunque fue testigo de la
firmeza revolucionaria de los guardianes de la Patria, quienes mellaron
el amor filial y los derechos de la infancia en la época, pero le
ganaron una batalla al enemigo.

Al morir en Guantánamo Francis Brown, el 27 de abril de 1978, sus restos
fueron tirados a una fosa común "por orden de altos funcionarios del
gobierno", que tenían fresca en la memoria el caso del reverendo Brown,
quien obtuvo popularidad en los Estados Unidos al ganarle al gobierno la
custodia de su hija. Como en Cuba no podía suceder lo mismo, a la hija
del viejo Brown le exigieron silencio y le aconsejaron diluirse en el
tumulto.

Años después, un oficial de la Seguridad del Estado fue más explícito:
"Nosotros reconocemos que cometimos un error con tu padre, pero eso ya
pasó. Tú eres un peligro viviente para la imagen de la revolución,
recuerda que tienes un hijo varón y él puede sufrir las consecuencias de
lo que hagas o digas; los accidentes ocurren en cualquier parte. No
vamos a dejarte salir de Cuba ni vamos a permitir que nadie te ayude;
vamos a impedir que te comuniques. Ten en cuenta que ya estás enferma;
podemos hacerte desaparecer".

A pesar de su educación revolucionaria Miriam es religiosa y no
pertenece a ninguna organización gubernamental ni opositora. Se siente
perseguida y acosada políticamente por ser víctima y testigo de una
injusticia que aún le quema la memoria y la sumerge en el desarraigo.

Me cuenta que perdió a su primer hijo al ser sometida a una cesárea en
el hospital materno infantil "Hijas de Galicia", ubicado en Luyanó,
donde ejerció como médico el luchador cívico Oscar Elías Biscet. Dice
que necesita operarse de la vista pero teme la dejen ciega por otra
"casualidad".

Miriam se siente como una barca perdida. Piensa que el negro color de su
piel y el oscuro apellido de su progenitor le cierran las puertas de la
justicia y la solidaridad. Se ha dirigido en vano a la congregación
religiosa a la que pertenece, al Consejo de Iglesias del país, al
Presidente del Parlamento y al Presidente en funciones de la República
de Cuba. Señala que "hasta ahora el silencio y la represión han sido la
respuesta".

En su última carta pide se gestione su salida de Cuba junto al hijo y
los restos mortales de su padre hacia los Estados Unidos. En esa misiva
habla de horrores precisos, describe hechos, cita nombres y apellidos de
los represores, expone su condición de rehén y compara su indefensión
con la de los cinco espías convertidos en héroes por su trabajo de
espionaje dentro de los Estados Unidos:

"Ellos tienen abogados norteamericanos que los defienden, dan
conferencias, hablan por teléfono, se entrevistan con la prensa,
publican libros, acceden a internet, son visitados por familiares,
pastores, y hacen campañas. A mí me juzgaron con testigos falsos y me
inventaron un informe delictivo en la Causa 1050 / 03; me condenaron a
tres años de prisión domiciliaria, me llamaron engendro del imperio y me
exigen no hablar de mi caso ni dentro de la iglesia a la que asisto".

"La Iglesia y su Consejo –dice- me considera no prójimo y el gobierno no
persona. Me niegan el derecho a tener derechos. Estoy bajo un apartheid
político, social y religioso, desterrada dentro de mi nación".

La carta que Miriam Brown dirigió al mandatario cubano es un testimonio
apasionado y desgarrador. Hay mucho dolor, denuncias, rupturas y
esperanzas en esas cuartillas. En su caso, ha prevalecido lo político
sobre lo humano. Tal vez por eso adjunta documentos que prueban el
acoso, el miedo y las causas de sus justas reclamaciones. Ojalá
predomine la justicia sobre la humillación. Nunca es tarde para enmendar
errores.

http://www.cubanet.org/CNews/y08/feb08/22a6.html

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