El año en que Castro no murió
MIGUEL COSSIO
Durante 49 años millones de cubanos en la isla y en el exilio han
deseado la desaparición de Fidel Castro. Parecía que en el 2007 iba a
suceder; pero no fue así.
Quedó incumplido el vaticinio del ex director de inteligencia nacional,
John Dimitri Negroponte, de que a Castro le quedaban meses y no años de
vida.
Fallaron funcionarios, politólogos, entendidos en espionaje, periodistas
y babalaos.
El hombre sigue medio vivo. O tal vez medio muerto.
Raúl Castro asegura que el comandante ''ha ganado peso corporal, hace
dos horas de ejercicios todos los días, se recupera, lee más que nunca,
escribe y se le consultan las decisiones trascendentales'' del país.
Hugo Chávez, sin embargo, extraña su presencia física, según acaba de
confesar en lo que parece ser una adelantada nota necrológica acerca de
una conversación ''muy sentida'' que tuvo con su padre político durante
el viaje a Cuba que hizo hace menos de una semana.
Como dijo Yogi Berra, aquel famoso jugador y mánager de los Yankees,
``esto no se acaba hasta que se acaba''.
Tras diecisiete meses de espera y angustia informativa, Castro sigue
encerrado en el dugout, sin salir siquiera al bull pen a calentar el
brazo. Eso sí, ha sido postulado para el Juego de las Estrellas de la
política cubana, que es la Asamblea Nacional del Poder Popular.
La carta que envió a la Mesa Redonda de la televisión oficial, en la que
supuestamente insinúa que va a colgar el guante, tiene por lo menos dos
interpretaciones. O de veras piensa colgarlo y aspira a seguir jugando
en el papel de coach de tercera base. O está exigiendo que se le respete
el turno de cuarto bate. La mención a Niemeyer sobre que hay que ser
consecuente hasta el final confirma lo dicho por Berra. ''El béisbol es
noventa por ciento mental. La otra mitad es físico''. La política
también. Hasta el out 27.
A lo largo de este año, Castro murió y volvió al terreno de juego,
aunque de manera virtual, en decenas de ocasiones, a través de
artículos, fotos y testimonios de quienes supuestamente lo veían o se
comunicaban con él.
Sólo Raúl, Chávez, Evo Morales, Lage, Pérez Roque y Alarcón continúan
repitiendo la cantaleta de que Fidel entrena y que va a regresar. Del
lado opuesto, las especulaciones sobre su muerte siguen circulando. Hay
quien afirma que, como Hibernatus, permanece guardado en un congelador.
El año en que Castro no murió fue de decepción, de más sombras que
luces. En Cuba no hubo un solo cambio de parte del régimen para hacer
más llevadera la vida miserable de la gente. El país se hizo más
dependiente de Venezuela. El 2007 cerró con un exagerado tributo
mediático a Chávez, quien se ve a sí mismo como el sucesor de Castro.
La buena noticia fue que mientras los venezolanos decían no a la reforma
constitucional del coronel, en Cuba la oposición interna cobraba fuerza
y sus acciones exasperaban una vez más al gobierno y a su policía
política. La prueba quedó registrada en los medios. La prensa
internacional acreditada en La Habana reportó violentos actos de
repudio, encarcelamientos y hechos de represión contra opositores.
Aquí, en el preámbulo de las elecciones presidenciales, Estados Unidos
mantuvo su política de statu quo hacia el régimen, sacudido en las
últimas semanas por el incremento del número de cubanos que decidió
escapar o no regresar a la isla. Entre ellos, se incluyen reconocidas
figuras del mundo del arte y el espectáculo.
El 2007 refrendó lo que ha ocurrido desde 1959: Cuba es una isla en
fuga. Una isla en agonía.
Castro no murió. Pero está sufriendo el peor de los castigos que pudo
imaginar: apagarse minuto a minuto, fuera del ejercicio directo del
poder, prisionero en su propio esqueleto, enclenque, impotente.
Director editorial y de noticias.
América TeVe Canal 41
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