Por Dalia Acosta
SAN ANDRÉS, Cuba, dic (IPS) - María Valido dejó de verse como una simple
campesina ocupada en las tradicionales tareas hogareñas cuando se sumó a
un programa de innovación agropecuaria que desde 2000 ha transformado la
vida de cientos de familias en regiones rurales de Cuba.
El Programa de Innovación Agraria Local (PIAL), impulsado en el comienzo
por un grupo científico multidisciplinario del Instituto Nacional de
Ciencias Agrícolas (INCA), aspira a renovar el sector agropecuario y a
dar mayor espacio al campesinado en las políticas de producción
alimentaria de esta isla caribeña.
"Antes éramos seres que no teníamos motivación", dijo Valido a IPS.
"Ahora nos levantamos con el deseo de hacer para mostrar a otras
personas, para participar en los intercambios con otros productores".
La llegada de los especialistas del INCA tomó por sorpresa a Valido y a
su esposo, Agustín Pimentel, usufructuarios de una pequeña finca en San
Andrés, ubicada en un valle rodeado de mogotes en la provincia de Pinar
del Río, unos 125 kilómetros al oeste de la capital cubana.
"Al principio lo veíamos como algo extraño, pero comenzamos a innovar
con las semillas que nos trajeron, hasta que se convirtió en algo muy
serio", afirmó Valido. Los experimentos derivaron en el inicio de un
proyecto de desarrollo de piensos locales, a partir del fomento de
variedades de frijol caupí, soja, maíz y sorgo.
La obtención de alimentos para la cría de cerdos incrementó los ingresos
de la familia, que ya no depende de los suministros estatales para esta
actividad. Las mejoras en la conservación de suelos y la diversificación
de las variedades de viandas y hortalizas también han favorecido la
economía hogareña.
La experiencia adquirida en intercambios con otras personas integradas
al programa estimuló a Valido para hacer su propio huerto y desarrollar
la conservación de alimentos como el tomate, el mango y los cítricos,
que emplea en el consumo doméstico.
"Las mujeres que se incorporen podrán mejorar su situación económica,
porque no van a depender del mercado", sostuvo esta mujer de 47 años.
"Sólo compro fuera lo que no produzco aquí, que siempre es más sano pues
lo hago sin químicos", aseguró.
San Andrés tiene una población de más de 3.500 habitantes, concentrados
en pequeños caseríos y unas 200 casas aisladas, la cuarta parte de éstas
sin servicio eléctrico. Predomina la agricultura de subsistencia en
tierras degradadas por prácticas agrícolas inadecuadas, escasez de agua
y condiciones naturales de la región.
La posibilidad de comercializar conservas y condimentos como nueva
fuente de ingresos anima a Zoila Plasencia, campesina de esa localidad.
"Creo que cuando se incremente la producción y haya un punto de venta se
beneficiarán las mujeres y la comunidad en general", dijo a IPS esta
mujer de 42 años.
Plasencia es reconocida como una activa promotora de la conservación
artesanal de alimentos y la producción de condimentos para el consumo
local. Sus ideas podrían materializarse en el nacimiento de una pequeña
agroindustria, que ofrecería nuevas fuentes de empleo a jóvenes y mujeres.
"En esta comunidad el trabajo remunerado de las mujeres es muy limitado,
se ocupan sobre todo de las tareas de la casa", señaló Ania Yong,
especialista del INCA y coordinadora del segundo Festival de la
Innovación Agraria Local, que se celebró en San Andrés los días 21 y 22
de este mes.
Yong llegó a esta región con el objetivo de fomentar el cultivo de
plantas ornamentales y frutales, pero encontró una fuerte demanda de
capacitación para la elaboración de conservas y condimentos.
"Teniendo en cuenta el ahorro económico y el beneficio para la salud,
esta iniciativa fue asumida por las mujeres, que ahora pueden producir
lo que necesitan y en algunos casos hasta venderlo", indicó la experta,
que hizo énfasis en el impacto considerable del programa en la
autoestima de las campesinas.
Las mujeres del campo representan poco más de 11 por ciento de los 11,2
millones de habitantes de esta isla, y 47 por ciento de las personas que
moran en áreas rurales.
En siete años el PIAL se ha extendido a nueve de las 14 provincias de
Cuba, con el respaldo de universidades, institutos de investigación,
organizaciones no gubernamentales cubanas e internacionales, agencias de
cooperación y autoridades del sector agropecuario y ambiental.
El programa se articula en cinco ejes de trabajo: capacitación y
comunicación, investigación, producción animal, diversificación de
semillas y manejo agrícola integrado, atravesados todos por una
perspectiva de género.
"La idea es darles la oportunidad a las mujeres de participar en cada
eje temático, para que tengan acceso, control y uso de los recursos del
programa, y seguir de cerca cómo se beneficiarán", dijo a IPS Nénsida
Permuy, encargada de articular el enfoque de género dentro del PIAL en
Holguín, unos 690 kilómetros al este de La Habana.
Permuy y el equipo del Centro Local de Innovación Agrícola de esa
provincia iniciaron su trabajo en la comunidad rural de Las Caobas,
donde "las mujeres desempeñan el rol reproductivo en la casa, mientras
los hombres van al campo y son quienes traen el dinero".
"Buscamos la armonía en las comunidades, que las mujeres no dependan
económicamente de los hombres", señaló la especialista en agronomía, que
reconoció la dificultad para incorporar el análisis de género incluso
entre profesionales, porque "todos estamos llenos de machismo".
Según Permuy no han ocurrido grandes cambios aún, pero más mujeres se
han incorporado a las cooperativas agropecuarias, mientras otras hacen
estudios para superarse o incursionan en nuevas actividades para ampliar
su participación en los ingresos familiares.
"Tengo confianza en la comunidad, en que vamos a lograr cambios en la
mentalidad, que son los más difíciles", afirmó.(FIN/2007)
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