Sexo en exceso
Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión
LA HABANA, Cuba - septiembre (www.cubanet.org) - Actualmente se escucha
hablar de sexo a toda hora. Los medios de comunicación hacen hincapié en
el tema. Lo mismo sucede en los centros de enseñanza, donde se imparte
la asignatura Educación Sexual. La emisión humorística de más rating de
la semana "Punto G" se desarrolla en la consulta de una sexóloga.
Entre más o menos matices de "verde" navegan los chistes de los actores
sin llegar a foncé.
Si en las primeras décadas después de la llegada al poder del régimen
castrista los "rezagos de moralina y mojigatería" impusieron silencio
oficial al tema del sexo, ahora "el destape" trae como reacción que
dicho asunto inunde todos los sectores de la sociedad cubana. Y los
problemas de la vida nacional no se deciden con más o menos sexo.
Si en los años 60, 70 y 80 tratar el sujeto sexo podía traer
consecuencias desagradables para quien lo manejara, hoy la cuestión de
la educación sexual abrió puertas y ventanas para el libre manejo del
asunto.
No tome esto entonces como una crítica, porque el tratamiento sincero
del tema puede ayudar a muchas personas que no encuentran el camino
adecuado de la satisfacción.
No obstante, si no se propician actividades de entretenimiento que
resulten tan atractivas como las que el placer del sexo proporciona,
constatará conmigo que llegar a practicar un sexo responsable y bien
protegido quedará reducido a los pósteres que distribuyen con el fin de
alertar a los grupos de riesgo de contagio de ETS y el resto de la
población en general.
Si pasa cerca de escolares al inicio de la adolescencia tendrá
oportunidad de escuchar las más diversas anécdotas acerca de sus
experiencias sexuales, realmente porque el intercambio sexual y de
parejas ocupa un lugar destacado en su aprendizaje mundano.
En lo anterior, inciden el bombardeo mediático acerca del tema sexual,
la promiscuidad en las relaciones de grupo y el exceso de confianza en
que escojan hacer lo correcto según las enseñanzas dispensadas y no
dejar que el empuje de la potencia de una libido recién descubierta
controle el libre albedrío de los ardores adolescentes.
No estoy en contra del sexo bien practicado y con toda la madurez del
mundo, ni desdeño la satisfacción liberadora propia del sexo sin
prejuicios, sino que me opongo a hacer del sexo el horizonte de nuestras
vidas, cuando en realidad, hay tanto por lograr.
El lector estará de acuerdo conmigo en que hace falta más educación en
lugar de instrucción sexual. Educación tampoco se puede confundir con
represión, sino que debe ser el cauce para adquirir la sabiduría de la
oportunidad y medir la adecuación racional necesaria por muy alejados
que se encuentren la razón y el deseo sexual.
Tampoco creo que un cambio en los hábitos, costumbres y prejuicios
sexuales de los cubanos se produzca por compulsión institucional. Sólo
la vida misma es capaz de moldear un terreno tan escabroso como es el
del deseo sexual. Es preferible sentir realmente el impulso de una
deliciosa atracción que marchar obedientemente a propósito de una consigna.
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