Michael Moore: el tiro por la culata
ARMANDO GONZALEZ
Hace varias semanas dediqué mi columna a informarles a mis lectores
sobre la más reciente propaganda antiamericana del cineasta Michael
Moore, el documental Sicko, que se dedica a atacar el sistema de salud
pública de Estados Unidos.
Ese objetivo, por sí solo, no sería criticable. El sistema de salud
pública en nuestro país requiere muchas mejoras. Donde Michael Moore
pierde credibilidad es en sus métodos. Como en otros esfuerzos
anteriores, Moore no puede ocultar su odio hacia su propio país y, a tal
punto es así, que en su documental ensalza el sistema de salud pública
de Cuba y se pone en manos de los propagandistas del régimen castrista y
acepta, sin cuestionamiento, las absurdas nociones que el gobierno de
Cuba quiere que el mundo crea.
Es por eso que resulta tan fascinantemente irónico que uno de los
resultados de Sicko ha sido el despertar el interés de escritores e
investigadores en Estados Unidos y Canadá por lo que ellos llaman ''el
mito del sistema de salud pública de Cuba''. En las últimas semanas
hemos visto una serie de artículos y reportajes investigativos en la
prensa tanto local como nacional que desmienten, categóricamente, las
absurdas aseveraciones propagandísticas en Sicko, que no son más que el
libreto para tontos útiles y compañeros de viaje concebido por el
gobierno castrista y propagado por los Michael Moore que habitan la
izquierda demencial.
Esa izquierda siempre ha sentido la necesidad sicológica de creer en el
mito castrista. En la isla, así como en cualquier otro nido comunista en
el mundo, el sistema ha sido un verdadero desastre económico, físico y
moral. Persecución, torturas, encarcelamiento y asesinatos se han
convertido en rutina, y no hay logro material alguno para tratar de
justificarlo.
La racionalización leninista es: ''Hay que romper algunos huevos para
hacer la tortilla''. A lo que el famoso escritor británico George Orwell
memorablemente replicó: ``¿Dónde esta la tortilla?''
El mito del sistema de salud pública de Cuba ha sido desacreditado en
múltiples ocasiones. Pero Michael Moore le ha dado un nuevo impulso al
mito y eso ha traído, para su sorpresa, otro round de artículos y
reportes que contradicen a Sicko. Claro que debemos poner nuestra
crítica en perspectiva. En Cuba se practica medicina de primera. Pero no
para el cubano de a pie. El primer nivel de medicina es para los
extranjeros que pagan con moneda fuerte; los practicantes del llamado
''turismo médico''. Este ''turismo'' es mayormente dedicado a
''tratamientos de vanidad'': Botox, liposucción, implantes de senos,
etc. Se realiza en clínicas segregadas y origina otra nueva expresión:
``apartheid médico''.
El segundo nivel de medicina es para las ''élites'' y sus familias. Para
los ''mayimbes'' y ''los hijos de papá''. Y el nivel de tratamiento es
tan bueno como el primero.
Y entonces llegamos al verdadero sistema de salud pública de Cuba. El
infierno que está obligado a enfrentar el cubano de a pie. Los
hospitales están en ruinas. Las condiciones sanitarias son tan caóticas
que los pacientes estarían mejor en su casa. Si tienen que ingresar en
un hospital tienen que traer sus propias sábanas, toallas, alimentos y
hasta bombillos y papel sanitario. Y las medicinas básicas brillan por
su ausencia. En Sicko las medicinas, aun las sofisticadas, son
abundantes y baratas. En la Cuba real encontrar una aspirina es tarea
ardua. Y un antibiótico puede costar una fortuna en la bolsa negra. Una
enfermera le confesó a Isabel Vincent, reportera del diario canadiense
National Post: ``No he visto una aspirina en las farmacias en más de un
año. Si usted tiene pastillas en su cartera, por favor, démelas. No
importa si están pasadas de la fecha de expiración''.
Y los médicos no disfrutan de privilegios. Uno que logró escaparse de
Cuba le contó a The Miami Herald que ganaba, como casi todos los demás
médicos, veinticinco dólares mensuales. Y tenía que vender carne de
puerco clandestinamente para sobrevivir con su familia.
El manejo de los embarazos es otro cuento de horror. Si el médico nota
indicaciones de que algo puede andar mal, procede a ''interrumpir'' el
embarazo, el eufemismo por ''aborto''. El índice de abortos en Cuba es
altísimo. Así es como se mantiene un bajo índice de mortalidad infantil.
En Sicko, Michael Moore habla de la ''generosidad'' de los programas de
salud de Castro, refiriéndose a los médicos que son enviados al
extranjero en ''misiones humanitarias''. Estos médicos cubanos son
enviados, sin que tengan opción, a países ''revolucionarios'' como
Venezuela, Bolivia y Zimbabwe... por un precio. Este negocio le reporta
ingresos anuales a Cuba estimados en $2,500 millones.
Lo que Moore dejó fuera en Sicko fueron los casos de médicos como Oscar
Elías Biscet, Dariel Darsi Ferrer, Dessy Mendoza Rivero, Hilda Molina y
muchos otros que sufren las prisiones y la persecución castristas y
encuentran el valor para denunciarlo. No, estas historias no encajan en
los objetivos de Michael Moore. Pero despiertan el interés de muchos
otros que sí han comenzado a denunciar estos desmanes.
Michael Moore no esperaba esto. Le está saliendo el tiro por la culata.
agonzalez@miamiherald.com
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