Shelyn Rojas
29 de julio de 2007
La Habana - bitacoracubana - La violencia en Cuba se incrementa cada vez
más. El reparto capitalino Párraga es uno de los primeros en las
estadísticas de robos y asaltos.
Es un barrio marginal, donde impera la pobreza y la delincuencia.
Durante el día, sus pobladores juegan barajas, sentados en las esquinas.
Otros husmean en el aire donde buscarse la plata.
Si te sorprende la noche en una de sus abandonadas y oscuras calles,
corres el peligro de ser despojado de todo cuanto posees, incluyendo las
prendas de vestir. Si obedeces a los asaltantes, con un poco de suerte,
puedes quedar para contar la historia.
Las viviendas en su mayoría son míseras. Sus habitantes visten mal y
comen peor.
Maritza y Carlos hacía pocos días habían vendido su carro. Un chevrolet
del 56, de los conocidos como almendrones en la isla. El carro se
mantenía en buenas condiciones. Era una reliquia familiar. Pero la
necesidad de una pronta reparación en su vivienda y la miseria por la
que pasaban, no les dejó otra alternativa que venderlo.
Apenas había transcurrido una semana de la venta cuando fueron
sorprendidos en la madrugada por unos de los tantos que husmean el
barrio en busca de dinero.
Estaban enmascarados con unas medias negras. Maritza y Carlos
somnolientos, fueron amordazados.
Maritza, ante la agresión, sufrió un ataque de asma. Uno de los ladrones
le quitó las mordazas de la boca. Después de advertirle a punta de
pistola que no gritara, le dio el spray de salbutamol, para aliviar la
falta de aire.
Otro de los enmascarados se sentó en una de las esquinas de la cama y le
preguntó a Carlos qué donde estaba el dinero. Maritza le señaló hacia la
gaveta de una de las mesitas de noche. Cuando el enmascarado abrió la
gaveta había cinco mil pesos.
La miró y sonrió mientras guardaba el dinero, le dijo que ese no era
precisamente el que querían. Sabían que habían vendido su carro. Ese era
el efectivo que les interesaba.
Amenazó esta vez a Carlos, quien no le quedó otro remedió que
entregarles todo el dinero.
La policía no halló a los delincuentes. No había pistas. Antes de
retirarse, los ladrones regaron detergente para que los perros no
pudieran olfatearlos. Lo aprendieron de los seriales policíacos
americanos de la televisión.
Estas historias son cotidianas en Párraga. Los enmascarados volverán a
aparecer. La vecindad cuando anochece vive el sigilo de quién será el
próximo asaltado.
La policía hará lo que pueda, pero ellos tienen otras prioridades:
multar a ancianos vendedores ilegales y acosar a los disidentes.
http://www.bitacoracubana.com/desdecuba/portada2.php?id=5276
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