Jardines infantiles en crisis
Leonel Alberto Pérez Belette
LA HABANA, Cuba - Julio (www.cubanet.org) - La prensa cubana no se cansa
de vocear que los sectores priorizados del gobierno, desde el punto de
vista presupuestario, son las Fuerzas Armadas Revolucionarias, la
infancia, la educación y la salud pública. Específicamente en el caso de
la atención a la niñez, la cotidianeidad pone en evidencia la mentira y
queda comprometido el inicio de la educación de los pequeños.
Según un grupo de padres, las guarderías infantiles (círculos
infantiles, en Cuba) son un caos. No se trata sólo de los inevitables
acontecimientos que hacen que los infantes lleguen a la casa con una
enfermedad nueva; tampoco de la pérdida de alguna prenda. Los verdaderos
problemas en este sector develan un oscuro trasfondo burocrático y
organizativo.
La mayoría de los inmuebles que sirven como círculos infantiles están en
deplorable estado. Sólo se han reparado 14 de los 300 con que cuenta la
capital. Se suma al deterioro de los inmuebles el desatino de escoger
colores oscuros para pintar las paredes, la falta de higiene, el
inestable suministro de agua en algunos lugares y la pésima calidad de
la comida.
Una trabajadora del círculo infantil Bambi, situado en el municipio
Plaza, llegó al extremo de pedir a los padres de los niños que le
trajeran algunas especias para condimentar la comida. El cuadro se
repite en la mayoría de las instalaciones. El suministro es insuficiente
y de mala calidad. Es penoso, pero en ocasiones los infantes consumen
alimentos más dignos de una prisión.
También el robo de lo poco que suministra el gobierno es un problema que
empaña más la imagen del círculo infantil. Algunos padres hasta llegan a
justificar el hecho, ya que reconocen que los salarios son
extremadamente bajos, lo que lleva a los empleados a sustraer lo que no
es suyo.
Hay algunas cuidadoras, debido al bajo salario que se paga, que
provienen del mundo marginal, y esto se convierte en otra fuente de
problemas. Otras no cuentan con la paciencia suficiente para tratar con
niños, o se despreocupan. Mientras ellas se arreglan las uñas, los niños
hacen lo que quieren. Hay pocas educadoras en las guarderías, y la
mayoría de las empleadas están al borde del retiro.
Existen en Cuba mujeres que se dedican al cuidado de los niños por
cuenta propia, pues los círculos existentes no cubren la demanda. Para
esto se exige una licencia, aunque en muchos casos nadie se molesta en
solicitarla. A los particulares el gobierno les acosa constantemente,
además de imponerles absurdos gravámenes con el propósito de desanimar
la actividad privada.
El precio por cuidar a un niño asciende a diez pesos convertibles, donde
no se incluye la alimentación. Esta cifra representa casi el salario de
un mes de un trabajador en la Isla, por lo que enviar a sus hijos a uno
de estos "jardines infantiles privados" resulta inalcanzable para la
mayoría de los padres.
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