Thursday, April 05, 2007

STINA LUNDBERG DABROWSKI: "FIDEL CASTRO SIMBOLIZA, MÁS QUE CUALQUIER OTRA PERSONA, EL SUEÑO CONVERTIDO EN PESADILLA"

STINA LUNDBERG DABROWSKI: "FIDEL CASTRO SIMBOLIZA, MÁS QUE CUALQUIER
OTRA PERSONA, EL SUEÑO CONVERTIDO EN PESADILLA"
2007-04-03.
Alexis Gainza Solenzal

La periodista y locutora sueca Stina Lundberg Dabrowski, fue reconocida
en 1999 por los telespectadores la mujer más célebre de la televisión
sueca durante el siglo pasado. Ciertamente, tras haber dirigido con
éxito una miríada de programas, tanto radiales como televisivos, -de
emisoras y canales ora estatales ora privados-, la excelsa notoriedad de
la reportera está hoy fuera de toda duda.

Sin embargo, probablemente más que por sus emisiones radiofónicas y
televisivas, la periodista pueda haya ganado renombre, tanto nacional
como internacional, gracias a las entrevistas realizadas a variopintas
notoriedades del orbe. Hillary Clinton, Khadaffi, Jane Fonda, Dalai
Lama, Arnold Scwarzenegger, Nelson Mandela, Yassir Arafat, Margareth
Thacher, Subcomandante Marcos, Madeleine Albright, Maradona, Tariq Azis,
la Reina Silvia; he aquí algunas de las personalidades que la
comunicadora escandinava ha tenido el honor de grabar en disímiles
medios y venciendo pródigas adversidades. Todo lo anterior justifica,
por otra parte, porque Stina, si la llamáramos con familiaridad criolla,
ha sido igualmente galardonada en estos lares con el Gran Premio del
Periodismo.

A su formidable producción a lo largo de cuantiosos años de quehacer
periodístico, se le debe ahora agregar su obra Los encuentros de Stina,
sacada a la luz en septiembre del pasado año por la editorial Pirat (en
idioma sueco, Stinas möte). De 258 cuartillas con una veintena de
presuntuosas fotos, el libro recoge valoraciones personales y pormenores
picantes relacionados con los encuentros y/o encontronazos con las
personalidades arriba citadas, además de otras de la vida política,
financiera, deportiva y cultural de la Tierra de Nobel.

Personalmente conocemos de la atracción que Stina siente por la Perla de
las Antillas, así que no consideramos extraño que un capítulo del mismo,
titulado A la espera de Fidel*, se dedicara por completo a la isla
caribeña. En este caso, se trata de un acápite que rompe completamente
la estructura lógica de la obra, pues describe un encuentro, más que
materializado, anhelado. "Ante mi primera serie televisiva en 1987, tres
nombres aparecen al inicio de mi lista de entrevistas deseadas: Fidel
Castro, Khadaffi y el Rey Hussein de Jordania. Los tres son estadistas
despóticos y carismáticos, pero de diferentes maneras. Con el Rey
Hussein logro tener una entrevista el mismo año, y Khadaffi me responde
positivamente años más tardes. Con Fidel Castro la cosa es más
peliaguda. En total he trabajado inútilmente 19 años para poder
encontrarme con él", revela algo frustrada la reportera en el comienzo
del apartado.

Pero ¿por qué Stina se ha empecinado en entrevistar al déspota insular y
porqué este último, habitualmente tan presto a cámaras y micrófonos, ha
rehusado? Pueda que la respuesta se esconda en que el gobernante de La
Habana ha leído "telepáticamente" las posiciones e intenciones de la
reportera, las mismas que pone ahora al descubierto en el segundo
párrafo del capítulo "fidelocastrista":

"Yo misma estoy admirada de cuanta energía he dedicado en tratar de
entrevistar a Fidel Castro, pero él me fascina puesto que, más que
cualquier otra persona, simboliza un sueño convertido en pesadilla. Él,
Che Guevara y todos los otros luchadores pro libertad, combatieron en
las montañas de la Sierra Maestra porque deseaban crear una sociedad
mejor. Un paraíso socialista, donde todos tendrían igualdad de
oportunidades. Con los años, él mismo se convertió en dictador represor.
Lo sacrificó todo para que el pueblo estuviera mejor, pero el poder lo
ha cegado ante el desgobierno y la corrupción."

Plasmado lo anterior, Stina se adentra en afectivas descripciones de
algunos de sus viajes a la Mayor de las Antillas, comenzando por el de
enero de 1996, cuando, sin ton ni son, fuera recogida en el aeropuerto
capitalino por agentes del Ministerio del Turismo. Sin pelos en la
lengua, la reportera nos cuenta de la desvencijada Habana y sus
patricias casas en ruina, de la inexistencia de negocios y restaurantes,
de las calles llenas de baches, de la tribulación que significa alquilar
un apartamento en estado humanamente aceptable, los constantes apagones,
el insoportable transporte colectivo, la incansable labor de los
vendedores ambulantes, para nosotros merolicos…

Entre buenos momentos y tiempos de sinsabores, la periodista persiste en
la entrevista con el dictado represor, empero, maldice, siempre hablando
en presente: "La burocracia en torno a Fidel Castro es fantásticamente
impenetrable. La condudcta caribeña de mañana, combinada a la burocracia
de corte comunista oriental es peor que cualquier cosa que yo haya
pasado." Así que retorna a los andurriales habaneros: compra verduras en
el mercado y se aqueja de su pésima calidad ("increíble que un país
donde cualquier cosa crece, haya tan malas verduras"); en su auto
alquilado se entera de todos los dimes que te diré habidos y por haber,
"pero no se dice una palabra del presidente", algo que ella antecede con
esta explicación: "Cuba es un estado policial, los disidentes son
encarcelados, y las personas no hablan abiertamente con quienes no conocen."

A la observadora y perspicaz sueca no se le escapa tampoco el modus
vivendi preponderante a lo largo y ancho del Caimán Barbudo: "Todos
viven en la doble moral, y la mentira constante es costumbre." Una
radiografía acertada y aceptada de la actual "idiosincracia" cubana,
pero al mismo tiempo a Stina le gusta la metrópolis isleña. Llega hasta
a decir que se ha cubanizado. Por ello vuelve cuando Juan Pablo II
pretendió "reopiar" al pueblo cubano tras 40 años de ateismo absolutista
y laicismo politizado: "El Papa, querido, el pueblo está contigo",
gritaba la multitud, a lo que el Vicario del Señor en la tierra
respondía: "El Pueblo, querido, el Papa está contigo." ¡Vaya réplica!,
pero en cualquier caso, como bien apuntara nuestra cicerón, "cuando
todos van a casa después del encuentro [en la Plaza de la Revolución],
se siente como si Cuba estuviera en camino a un nuevo tiempo, de mayor
libertad. Casi se puede agarrar con la mano el optimismo.
Desgraciadamente, dichas esperanzas no se cumplirían."

Especial atención le presta la reportera nórdica a su viaje del 2002, el
cual parece coincidir con la controversia relacionada con el pequeño
Elián, el cual en palabras de Stina, "es utilizado despiadadamente como
propaganda". La cosa es que la viajera allende al mar tuvo la
oportunidad de presenciar el sexto cumpleaños del infante en su natal
Cardenas, al que asistiera, claro, el déspota carismático, haciéndose
rogar en la festividad para hacer uso de su bien entrenadas cuerdas vocales.

Sin embargo, lo que parece haber dejado mayor huella en la periodista
fue el hecho de haber sido entrevistada para la Televisión Nacional
Cubana. Con la idea subliminal de que al prestarse para una inocente
entrevista podría conseguir su objetivo primordial –la entrevista-, se
vio repentinamente interrogada, entre otras cosas, sobre qué creía de la
historia de el balserito. "Yo respondo algún disparate y me siento como
una idiota. Me van a utilizar como propaganda, ese era el motivo de la
entrevista." Y dio en el clavo: esa misma noche los televidentes
criollos puede ver por el noticiero estelar: "Célebre periodista sueca
apoya la lucha de Cuba por el regreso de Elián." No es difícil
imaginarse lo humillante que debe haber sido para Stina Lundberg
Dabrowski haber sido manipulada como una tonta útil.

No obstante estos pesares, la locutora y periodista sueca no se da por
convencida, lo que evidencian las palabras finales y finitas de su obra:
"Mis intentos de entrevistar a Fidel Castro continuarán hasta que él o
yo muramos. He escrito centenales de cartas, hecho miles de llamadas,
viajado un número de veces a Cuba, pagado a otros que han viajada por mi
cuenta, invitado a cantidad de gentes a almuerzos, hecho regalos al por
mayor y al por menor 'por motivos de representación'. He aprendido
español y vivido un tiempo en La Habana. Sin embargo, ninguna
entrevista. Han pasado 19 años, pero la entrevista no realizada con
Fidel Castro probablemente me ha dado más que todas las entrevistas
hechas en conjunto. No es el fin el sentido, sino el camino."

Algo extravagante en los encuentros de Stina es que, al final de las
entrevistas, le pide al entrevistado saltar a la par de ella, las más de
las veces tomados de las manos (se dice que todos lo han hecho, a
excepción de la Thacher). Por nuestra parte, no podemos más que desearle
a nuestra Stina -con doble sentido el pronombre: como cubanos y suecos-,
que algún día se materialice la entrevista aplazada por objeciones de
terceros. Dudamos empero que de darse la misma, el octogenario dictador
represor acceda al tradicional saltito.
* Un documental de Stina Dabrowski con el mismo título fue mostrado en
la televisión nacional sueca en 1996.

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=9620

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