Thursday, December 08, 2005

La revolucion cubana: ¿casual o causal?

La revolución cubana: ¿casual o causal?

Nicolás Pérez Diez-Argüelles, El Nuevo Herald, 7 de diciembre de 2005.

Hay un tic de pérdida de la revolución castrista que nunca deja de asombrar a todo intelectual honrado que se acerca a ella y la estudia con sentido crítico: carece del factor histórico de la casualidad.

La revolución cubana dice de sí misma que es territorio libre de América, y lo es, libre de milky ways, de opiniones antigubernamentales, de habeas corpus, de propiedad privada, de fulas, y esto lo saben hasta en Turquía, pero lo que muchos ignoran es que también Cuba es territorio libre... de sorpresas. En aquella islita otrora paradisíaca del Caribe nada se produce a suerte y verdad, todo tiene una causa, todo se posa en su sitio como la mosca en el terrón de azúcar. No existe la frase suelta ni el gesto al descuido.

Cuando un funcionario de tercera del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, en Portugal, dijo a finales de 1972 que el gobierno de Cuba contemplaba con preocupación creciente la intervención de Sudáfrica en Angola, nadie tomó nota, pero eso significó el disparo de salida de la ayuda castrista al régimen de Agostinho Neto, para que tres años después el ejercito verde olivo durante la batalla de Cuito Cuanavale fuese capaz de emplazar en el frente sur 800 tanques y carros blindados, 200 aviones de combate y 40,000 soldados de línea, entre ellos unidades de la división 50, la más fogueada del ejercito cubano.

En la penúltima página del periódico Gramma hace varios años una breve nota reseñó la posible visita a La Habana de un coronel venezolano de apellido Chávez, y es posible que ya estuviese en marcha en la galopante mentalidad de Castro, siniestro coito de Anibal the Canibal con Disneyworld, la creación de un nuevo país latinoamericano bien pintoresco: Cubazuela, mezcla del petróleo venezolano con el hambre del pueblo de Cuba.

Y todo obedece a una tortuosa lógica que para seguirla se necesita ser un ajedrecista consumado y tratar de adivinar las tres próximas jugadas de Castro, que es quien maneja naturalmente todas las fichas del tablero político en Cuba, y lo mismo envía a la cárcel a una torre, que fusila a un alfil, que le vende la mano esclava de 20,000 peones a un consorcio hotelero español por 29 monedas de oro, una menos que las que cobró Judas por traicionar a Cristo.

Hay quienes piensan que el gran error de los Estados Unidos es no haber detenido militarmente al amo de La Habana; opino que el gran error de Washington ha sido no adivinarlo. Y eso que en multitud de ocasiones el tipo es obvio. Como el jugador de poker que cada vez que tiene un buen juego se rasca la oreja izquierda, Castro ante determinados estímulos, reacciona maquinalmente de un modo repetitivo. Si siente la posibilidad de que alguien que está lejos va a amenazarlo, antes lo veja y lo insulta, como al presidente Vicente Fox, y si el amago de amenaza proviene de alguien que está muy cerca, antes lo mata, como a Arnaldo Ochoa.

El es el causalista en jefe y es reaccionario porque como el payaso reacciona saltando de la caja cuando le aprietas un botón, y el botón suyo es el de la pérdida, máxime si se trata de pérdida de control. Cuando le pisan este callo sí revienta como un siquitraque y su respuesta ante esta debilidad de carácter es reprimir al pueblo de Cuba, vendiéndole escaceses y miedos. Eso es desde siempre.

En 1970, cuando fracasa la zafra de los 10 millones, quien paga los platos rotos son las letras cubanas, y Castro ante el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura lanza el grito de dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada, con el subsiguiente linchamiento moral de Heberto Padilla y otro puñado de destacadísimos poetas y escritores cubanos. Y aunque todos sabemos que uno de los principales acervos culturales de un pueblo son sus metáforas, hasta ese día la metáfora valió un kilo prieto en Cuba

Meses más tarde, se inicia la invasión de los tanques soviéticos a Checoslovaquia, y al día siguiente un Castro balbuceante, rabioso e incoherente ante la pérdida de poder político dentro de los No Alineados, tiene que defender ante el mundo una horrenda violación de la soberanía de un pueblo. ¿Cómo compensa el desastre? Lanzando la famosa guerra contra los timbiriches, canto del cisne de hasta la más exigua propiedad privada en Cuba, ''ofensiva revolucionaria'' en la cual le intervinieron hasta el titiritero al mono.

Para redondear la tesis de que en Cuba no existe la espontaneidad, el otro día en un escuchado programa de la televisión contaba Jesús Marzo Fernández, ex alto funcionario del gobierno castrista exiliado en Miami, que en una ocasión invitó Castro a pescar a una delegación rusa de alto nivel de visita a la que Marzo acompañaba. Salieron en un yate creo de Cayo Coco y varias millas mar afuera tropiezan con un barco de la flota pesquera cubana. Se le acercan, lo abordan y el pesquero es un espejo de limpio, los marineros impecablemente vestidos. Y de inmediato se les cocina a los bolos un almuerzo de pescado y mariscos con vino francés, cubiertos de plata y mantelería de hilo. Cuando llegan al muelle el ex funcionario castrista le comenta a un miembro de la escolta de Fidel:

--Oigame, ¿ha visto usted qué casualidad, encontrarnos en medio del mar con un barco de la flota pesquera que es la perfección misma?

--Compadre, no sea ingenuo. Ese barco lleva fondeado en el mismo lugar una semana, esperando por Fidel y los rusos.

Resumiendo: ¿la revolución cubana es casualidad o causalidad?

nicop32000@yahoo.com

http://www.cubanet.org/CNews/y05/dec05/07o5.htm

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