CUBA: ¿QUIEN ROBA MAS?
Por Aurelio Pedroso
La Habana
América Económica
Infosearch:
José F. Sánchez
Jefe de Buró
E.U.
Dept. de Investigaciones
La Nueva Cuba
Diciembre 24, 2005
Los dos últimos casos presentados por la prensa local en esta nueva arremetida de las autoridades cubanas contra el delito y la corrupción ponen los pelos de punta y aportan elementos de la vida real para esos filmes que rompen el récord de asistencia a la sala, la taquilla y el pulso de fantasía de la expendedora de entradas.
El Gobierno cubano se juega hoy por hoy la supervivencia del régimen socialista si al final de la historia logra poner freno a una pandemia delictiva con cuentas, objetivos y razones tan abundantes como perlas tenía el collar de Isabel II.
Los historiadores policiales deberían poner la fecha de comienzo de esa estampida casi general cuando surgió aquello de resolver a cuenta de las arcas y bienes del Gobierno. Unos resolvían para ellos, sus amistades y familias, y otros robaban para vender, vivir o, como rezan los diarios, lucrar con ansias de enriquecimiento.
Los que peinamos canas recordaremos a principios de los ochenta el caso millonario: un individuo que comenzó vendiendo en una heladería estatal sólo la mitad de la bola y con el tiempo se hizo con un Lada (coche soviético) tan competente o mejor que el del propio ministro del Interior. Cuentan los entendidos que ambos autos coincidieron en un semáforo y al ministro le llamó tanto la atención que ordenó una investigación. Tanto se supo después, que el delincuente tenía entre sus objetivos comprar un carné del Partido Comunista por unos 15.000 pesos (unos 625 dólares al cambio actual). El dinero lo ocultaba en macetas. Desde entonces, y sin aprobación de la Academia de la Lengua Española, quien en Cuba tenga más de cuatro pesos en el bolsillo, popularmente es un maceta
Aunque los tiempos cambiaron y la gente siguió robando y malversando, en la actualidad ya a nadie le podría interesar adquirir una militancia política. Quizás porque ya la posean.
El diario Juventud Rebelde acaba de publicar un robo de alcohol en la única planta de hemoderivados del país. Una acción que nada tiene que envidiar a la de aquel filme Los siete hombres de oro. Tecnólogos, jefes de turno, operarios, limpia pisos, custodios... todos confabulados en el robo del alcohol para, a través del mercado negro, ponerlo en las gargantas de los émulos del dios Baco.
La gracia, según los investigadores, ha supuesto que unas 75.000 donaciones de sangre (recordar que en la isla se hacen gratuitamente, por interés social) fueran inutilizadas, amén de unos dos millones de dólares de pérdidas al ser rechazadas por falta de requisitos técnicos. Vaya, bajas de alcohol.
El siguiente caso dado a conocer refiere un suceso judicial por Blanca Arena, Bahía Honda, Pinar del Río, a unos 180 km. al oeste de La Habana. Señores, que no era leche en polvo, sino cocaína de las pacas que recalan en las costas insulares. Los pícaros no las entregaron, sino que intentaron introducirlas en el mercado negro. La cantidad era tan respetable, que los peritos han calculado que toda la capital (2,2 millones de habitantes) hubiese quedado prendida de sus efectos.
Las fechorías, con sus peculiares ardides, no han cesado en estos días de fin de año. Sucede, como reza el dicho, que en ocasiones estamos en el pueblo y no vemos las casas. Cuarenta y tantos años viviendo con la cartilla de racionamiento y ahora con el cambio de cartilla conocemos que ésta llegó a venderse hasta por 100 dólares, que en ella se incluían niños inexistentes, viviendas con varios de estos documentos y gente muy sana con referencias médicas de dietas alimenticias especiales.
Y vienen otras sorpresas. No hay sector de la economía cubana que escape a este frenesí del robo. Bien pronto pudiéramos conocer oficialmente que se realizaron fuertes inversiones digamos en sembrar esta o aquella planta y al final no sean tantas las existentes porque la inversión tomó otro camino.
Ya lo escribí en su momento y no peco de reiterativo. Estamos frente a una metástasis de robo que no hay economía que pueda resistirla, que requiere de mucho tino, sabiduría y vista en el futuro inmediato para erradicarla si de lo que estamos escribiendo no es otra cosa que la estabilidad de una nación.
Por Aurelio Pedroso
La Habana
América Económica
Infosearch:
José F. Sánchez
Jefe de Buró
E.U.
Dept. de Investigaciones
La Nueva Cuba
Diciembre 24, 2005
Los dos últimos casos presentados por la prensa local en esta nueva arremetida de las autoridades cubanas contra el delito y la corrupción ponen los pelos de punta y aportan elementos de la vida real para esos filmes que rompen el récord de asistencia a la sala, la taquilla y el pulso de fantasía de la expendedora de entradas.
El Gobierno cubano se juega hoy por hoy la supervivencia del régimen socialista si al final de la historia logra poner freno a una pandemia delictiva con cuentas, objetivos y razones tan abundantes como perlas tenía el collar de Isabel II.
Los historiadores policiales deberían poner la fecha de comienzo de esa estampida casi general cuando surgió aquello de resolver a cuenta de las arcas y bienes del Gobierno. Unos resolvían para ellos, sus amistades y familias, y otros robaban para vender, vivir o, como rezan los diarios, lucrar con ansias de enriquecimiento.
Los que peinamos canas recordaremos a principios de los ochenta el caso millonario: un individuo que comenzó vendiendo en una heladería estatal sólo la mitad de la bola y con el tiempo se hizo con un Lada (coche soviético) tan competente o mejor que el del propio ministro del Interior. Cuentan los entendidos que ambos autos coincidieron en un semáforo y al ministro le llamó tanto la atención que ordenó una investigación. Tanto se supo después, que el delincuente tenía entre sus objetivos comprar un carné del Partido Comunista por unos 15.000 pesos (unos 625 dólares al cambio actual). El dinero lo ocultaba en macetas. Desde entonces, y sin aprobación de la Academia de la Lengua Española, quien en Cuba tenga más de cuatro pesos en el bolsillo, popularmente es un maceta
Aunque los tiempos cambiaron y la gente siguió robando y malversando, en la actualidad ya a nadie le podría interesar adquirir una militancia política. Quizás porque ya la posean.
El diario Juventud Rebelde acaba de publicar un robo de alcohol en la única planta de hemoderivados del país. Una acción que nada tiene que envidiar a la de aquel filme Los siete hombres de oro. Tecnólogos, jefes de turno, operarios, limpia pisos, custodios... todos confabulados en el robo del alcohol para, a través del mercado negro, ponerlo en las gargantas de los émulos del dios Baco.
La gracia, según los investigadores, ha supuesto que unas 75.000 donaciones de sangre (recordar que en la isla se hacen gratuitamente, por interés social) fueran inutilizadas, amén de unos dos millones de dólares de pérdidas al ser rechazadas por falta de requisitos técnicos. Vaya, bajas de alcohol.
El siguiente caso dado a conocer refiere un suceso judicial por Blanca Arena, Bahía Honda, Pinar del Río, a unos 180 km. al oeste de La Habana. Señores, que no era leche en polvo, sino cocaína de las pacas que recalan en las costas insulares. Los pícaros no las entregaron, sino que intentaron introducirlas en el mercado negro. La cantidad era tan respetable, que los peritos han calculado que toda la capital (2,2 millones de habitantes) hubiese quedado prendida de sus efectos.
Las fechorías, con sus peculiares ardides, no han cesado en estos días de fin de año. Sucede, como reza el dicho, que en ocasiones estamos en el pueblo y no vemos las casas. Cuarenta y tantos años viviendo con la cartilla de racionamiento y ahora con el cambio de cartilla conocemos que ésta llegó a venderse hasta por 100 dólares, que en ella se incluían niños inexistentes, viviendas con varios de estos documentos y gente muy sana con referencias médicas de dietas alimenticias especiales.
Y vienen otras sorpresas. No hay sector de la economía cubana que escape a este frenesí del robo. Bien pronto pudiéramos conocer oficialmente que se realizaron fuertes inversiones digamos en sembrar esta o aquella planta y al final no sean tantas las existentes porque la inversión tomó otro camino.
Ya lo escribí en su momento y no peco de reiterativo. Estamos frente a una metástasis de robo que no hay economía que pueda resistirla, que requiere de mucho tino, sabiduría y vista en el futuro inmediato para erradicarla si de lo que estamos escribiendo no es otra cosa que la estabilidad de una nación.
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