Tuesday, October 27, 2015

Los albañiles que salvaron el socialismo

Los albañiles que salvaron el socialismo
Ya no queda nada de los campamentos donde dormían quienes construyeron
los primeros hoteles
martes, octubre 27, 2015 | Frank Correa

LA HABANA, Cuba – Cuando llegó el "Período Especial" a Cuba, en 1991, la
"revolución" le encomendó al contingente UNECA (Unión de Empresas
Constructoras del Caribe) la tarea de salvar el socialismo levantando
hoteles para el turismo. Labor que cumplieron a cabalidad.

La UNECA laboraba en toda la isla y cayos adyacentes. La integraban diez
brigadas, de las cuales la número uno, "Santiago", situada en la calle
Tercera y 70, Miramar, era la insigne; un largo campamento de 34
cubículos de una sola planta con techo de zinc, que miraba a la calle
Tercera y a los hoteles Tritón y Neptuno, erigidos por los hombres del
mismo contingente.

En el ala izquierda había una cocina comedor y un almacén. Delante del
campamento había una plazoleta que llegaba hasta la acera de la calle
Tercera, donde hoy está la parada de los ómnibus P1 y P10, casi siempre
repleta.

La brigada uno estaba compuesta por 300 trabajadores procedentes de
Santiago y Guantánamo. Algunos con calificación y otros "metiendo el
cuerpo" en busca del sustento para sus familias, intentando salvarlas en
medio de la crisis. La mitad habían abandonado sus puestos laborales en
Oriente, otros eran ex reclusos, dirigentes "tronados" o jóvenes que
arribaron a la mayoría de edad y no continuaron los estudios.

Se enrolaron de manera rápida en la vorágine de La Habana, en el buscar
dinero para sobrevivir, y se apropiaron en Miramar de los espacios de
subsistencia. Llevaron el jineterismo, la estafa blanda y los
matrimonios por conveniencia a nuevos planos. Negociaban caracoles
polimitas con los extranjeros, y los domingos vendían hamburguesas y
confituras en la playa, barras de chocolate y cucuruchos de coco que
traían de Baracoa. También contrabandeaban con ron de la destilería de
Santa Cruz; traían "la madre" y las etiquetas, y elaboraban las botellas
como de fábrica en los cubículos.

En las afueras de las cafeterías estatales vendían la cuota de cigarros
asignada como "contingentistas": 30 cajas por albañil. El precio del
cigarro en el 91 debido a la escasez llegó a ser astronómico y se
convertía en una buena entrada. La cercanía de los hoteles Tritón y
Neptuno, y los otros donde laboraban –Copacabana, Miramar, Meliá Habana,
Chateu, Sevilla, Parque Central y Marina Hemingway– propiciaba el
contacto con los turistas. Sumado a que trabajaban como mulos todo el
año, ahorrando, para llegar de pase a Oriente vueltos novedad: ropas de
marca, cadenas de oro y manillas, tenis fosforescentes y "la pelota de
carlota" (mucho dinero) en la billetera.

La vida en el campamento de la brigada uno era como en un penal, y el
horario laboral de 6 de la mañana a 6 de la tarde. Pero cuando "de
arriba" pedían que una obra debiera entregarse en una fecha, trabajaban
24 horas.

Vivían siete albañiles por cubículo. En todos los closet guardaban
materiales de construcción sacado de las obras, que vendían en los
barrios aledaños. Cuando la policía hacía requisas decomisaba sacos de
cemento, cajas de azulejos, pilas de agua, lámparas de aplique e
inodoros. No enjuiciaban a los culpables, sino que los botaban del
campamento y los materiales eran devueltos a las obras.

Como los hoteles se entregaban en fecha, rápidamente producían dólares
para "salvar el socialismo" y la UNECA cumplía la tarea. Quizás por eso
hubo conmiseración con aquellos albañiles, que a cambio de unos pesos
realizaban tareas que costaban fortunas. Se sabían estafados, por eso
redondeaban sus salarios con otras "artes".

En el campamento regía la ley del más fuerte. A la hora de la comida
llegaban los trabajadores en los camiones, se tiraban sobre los calderos
y los repartían por orden de llegada, servidos en sus tambuchos
plásticos o dentro de los cascos de constructores. Los cocineros se
apartaban a esperar que la tropa terminara el frenesí, para fregar.

Una vez el almacenero no vino y llegó un camión de papas. Dos albañiles
dijeron que estaban a cargo y descargaron el camión en los cuartos. Esa
noche se vieron en el campamento decenas de fogatas y hombres sentados
alrededor del fuego, sobreviviendo. Desde la acera y en la parada del
ómnibus los habitantes de la ciudad contemplaron extrañados el
fulgurante espectáculo.

La obra cumbre de la brigada uno de la UNECA fue la construcción de los
hoteles Acuario y El viejo y el mar, en la marina Hemingway. Pero tras
inauguradas esas obras, fragmentaron la brigada. Una parte enviada a
Boyeros a construir los elevados de Calle 100, la otra a reparar Tarará.
Llegaban nuevos tiempos y el petróleo de Venezuela. La infraestructura
hotelera estaba en pie. El socialismo había sido "salvado".

Una mañana del año 2000, luego de doce años de armados, los 34
cubículos, la cocina y el comedor fueron barridos con buldóceres que no
dejaron piedra sobre piedra en el sitio, que aún permanece baldío.

Los hombres ya no regresaron a su provincia. Emigraron a otros oficios,
aprovecharon los conocimientos adquiridos en la UNECA y los materiales y
se salvaron construyendo habitáculos en cualquier barrio de La Habana, o
compraron cuartos y los agrandaron, y mandaron a buscar a sus familias.

Veinticinco años después nadie los recuerda, ni le reconocen el mérito
de "salvar el socialismo". Tampoco habrá un monumento en Tercera y 70,
que bien pudiera ser un casco de constructor, un pico y un caracol
polímitas; Aunque dejaron en la ciudad una huella perdurable, los
hoteles, que los sobrevivirán a ellos, al gobierno, y quién sabe si al
propio socialismo.

Source: Los albañiles que salvaron el socialismo | Cubanet -
https://www.cubanet.org/actualidad-destacados/los-albaniles-que-salvaron-el-socialismo/

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