Friday, March 27, 2015

La venganza de Iván o (El pequeño sabotaje)

La venganza de Iván o (El pequeño sabotaje)
¿Quieren peste, festín de gatos y moscas y desarrollo demográfico
acelerado de las ratas?, pues allá vamos
jueves, marzo 26, 2015 | Rafael Alcides

LA HABANA, Cuba. -Yendo el otro día por lo que antes era Ampliación de
Almendares, Nicanor del Campo y esos lugares colindantes con Buenavista
por delante y Miramar por detrás, me acordé de Iván el ruso, al cual la
esposa se los pegaba sin que él lograra pillarla. Colérico con su mujer
y con él mismo por su inutilidad como detective, todos los días Iván, al
volver a su casa, agarraba a la perjura por el pescuezo y con el pelo de
ella ya enrollado en una mano y una correa en la otra, vengaba su honor
herido.

Un día la mujer no pudo más. Procedente de una larga tradición donde la
hembra es la sierva del macho, había creído aquellas azotainas parte
consustancial de sus deberes matrimoniales, pues de saber Iván "lo
otro", pensaba, no estaría ella aún viva. Pero aquel día no pudo más y,
en medio de una tunda, se atrevió a preguntar por qué se le pegaba. El
honorable Iván le respondió: "Para que no prestes el hacha" "¿Cuál
hacha?", dijo sorprendida la mujer, "¡Si no tenemos hacha!". "Para
cuando la tengamos", contestó didáctico Iván sin dejar de azotarla.

¿Catarsis?

Una situación, que en el fondo no deja de ser la de Iván con su mujer,
se viene dando en La Habana hace años entre la población y el gobierno
por falta de atención a los servicios comunales. El gobierno no recoge
la basura y el vecindario la tira en la acera junto a los atestados
tambuchos, donde las moscas, los gatos y los ratones tienen su Hawái, su
Punta Cana, su Cancún.

La basura que el viento y las lluvias llevarán a las alcantarillas,
tupiéndolas, haciendo que, al llover, las calles parezcan ríos y que,
todavía semanas después de haber llovido, los profundos baches de las
calles rotas desde antes de subir al espacio el astronauta Tamayo sigan
pareciendo lagos pintados de un verde metálico. Las alcantarillas, cuyos
registros de la acera siguen con el hueco al descubierto desde que allá
por los tiempos de Kruschev, fueron en su mayor parte despojadas de sus
tapas de hierro.

El gobierno, equivocándose, ha tomado esto como un acto de "indisciplina
social" y, equivocándose otra vez, le ha puesto al lado el maltrato a
los teléfonos públicos, los asientos asesinados en los cines, los
"afanos" de la ingeniería interior de los inodoros y la de los herrajes
de lavabos y los tubos de luz fría en el centro de trabajo, en los
hospitales, en los hoteles y donde se pueda.

Equivocándose, decía, porque los "afanos" vienen de la necesidad. Los
determinan los altos costos de los herrajes y el bajo salario del
trabajador. La llave de una pila, china por lo general y que en casa se
nos quedó en la mano partida en dos al tercer día de instalada y
comprada sin garantía, costó mes y medio de mi jubilación. Un grifito
cobarde para el lavamanos.

En el caso de la devastación de bienes públicos, y aun en el acto mismo
de tirar la basura en la acera aun cuando el tambucho no esté lleno, hay
no un acto de indisciplina social, hay un acto de protesta.

El gobierno no cumple con su papel, y escarnecido Iván, digo, el
vecindario se venga no cumpliendo con el suyo. ¿Quieren peste, festín de
gatos y moscas y desarrollo demográfico acelerado de las ratas?, pues
allá vamos. ¿Que el teléfono público no funciona lleno de monedas que
nadie viene a recoger? El usuario le arranca el auricular con la furia
con que le arrancaría el brazo al policía que se atreviera a levantarle
la mano. Quien envejeció esperando una guagua, la maldice, la araña, la
pinta, si puede se orina en ella. Antes le desfondaba los asientos,
(ahora los tienen de plástico). ¿Indisciplina social? "Que se avergüence
el amo", como diría Nicolás Guillén.

"En otro tiempo, en los principios de esto", me decía melancólico un
anciano del barrio, "teníamos tal vez menos cosas que ahora, que
llegaron Hugo Chávez y las remesas de la parentela de Allá Afuera a
salvarnos, pero entonces uno tenía fe, yo estaba dispuesto a morirme por
esto." Es el vecino que, hastiado, me dijo. "¿Qué podría yo hacer con la
basura si el tanque está lleno? ¿Llevármela para la casa y guardarla en
el refrigerador, en los closets, debajo de la cama? "

En fin, al vecindario, impedido de salir a la calle en manifestación,
amancebado y mintiendo como lo han tenido, ¿qué le queda? El pequeño
sabotaje. No tumbará con eso al gobierno, y él lo sabe (y a lo mejor ni
quisiera tumbarlo), pero lo asusta, o cree asustarlo, y eso lo alivia,
le devuelve, como a Iván, un resto de su dignidad ultrajada.

Source: La venganza de Iván o (El pequeño sabotaje) | Cubanet -
http://www.cubanet.org/opiniones/la-venganza-de-ivan-o-el-pequeno-sabotaje/

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