Monday, June 02, 2014

La democracia no es una panacea

La democracia no es una panacea
[02-06-2014 14:03:48]
Alberto Medina Méndez

(www.miscelaneasdecuba.net).- Algunos dogmas se han pretendido instalar
como certezas indiscutibles. En estas últimas décadas, con la
implementación de las democracias como sistema de gobierno en gran parte
del planeta, se ha endiosado a una herramienta de convivencia social, al
punto de siquiera poder cuestionarla.
La búsqueda de la verdad, la necesidad de explicar fenómenos sociales,
precisa de una actitud de permanente revisión, de crítica constante, ya
no para descartar sistemas, sino justamente para perfeccionarlos.

No existen dudas de que la democracia ha traído consigo un sinnúmero de
progresos y que pese a sus irrefutables defectos, ha sido capaz de
contribuir a una vida en armonía, con respeto y tolerancia.

Pero es igualmente real que su instrumentación tiene matices y que
algunas sociedades han sucumbido bajo sus principales paradigmas
involucionando y hasta en casos extremos, siendo conducidos a excesos
inaceptables, promoviendo el odio y los genocidios, de la mano de la
voluntad de los más.

No se trata de condenar a la democracia como sistema, pero tampoco de
convertirla en la panacea, en ese remedio que resuelve cualquier
problema. Resulta por ello indispensable analizar lo que ocurre,
justamente para rescatar sus atributos positivos e individualizar
aquellos aspectos específicos que solo deforman el objetivo. Toda
sociedad sensata aspira a vivir en paz, bajo el paraguas del consenso y
no de la confrontación.

Probablemente los países que mejores experiencias pueden mostrar son
aquellos en los que la democracia está subordinada a la república, dicho
de otro modo, en los que la voluntad de las mayorías expresada en las
urnas está condicionada por la división de poderes y por una norma
constitucional que fija los límites a la concentración y al abuso de poder.

La democracia puede ser un genuino medio para lograr un loable fin, pero
canonizarla y colocarla en un pedestal convirtiéndola en el objetivo
central de una sociedad, es extremadamente riesgoso.

Muchas naciones vienen transitando ese ambiguo sendero que les ha hecho
perder mucho de calidad, al intentar que un sistema que ha sido pensado
como un método eficiente para encontrar acuerdos y como forma de
resolver conflictos, se convierta en el mecanismo que genere
enfrentamientos invitando a la dinámica continua de la ruptura.

Tal vez esta exageración conceptual, ha empujado a que los actores
políticos sientan que en democracia todo vale, que lo que importa son
los votos, el poder y quien lo administra. Parecen haber olvidado las
razones vitales que llevaron a impulsar sistemas de este tipo, que
ayudan a solucionar inconvenientes de un modo amigable y pacifico.

La innegable prosperidad ordenada de algunas comunidades que no se rigen
por la democracia tal cual se la conoce tradicionalmente, obligan a
preguntarse por lo que viene sucediendo en el mundo.

No se trata de abandonar el sistema democrático como forma de
ordenamiento social. No se puede hacer caso omiso a sus imperfecciones
evidentes. Es peligroso caer en la trampa de no cuestionarlo para no
perjudicarlo. Se conspira contra la democracia cuando se evitar
revisarla, cuando no se advierten sus contundentes desviaciones y cuando
se elige mirar a otro lado porque resulta políticamente incorrecto
hablar de ello.

A Winston Churchill se le atribuye aquella frase de que "la democracia
es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, excepto todos los
demás". Tal vez sea esto brutalmente cierto, pero no menos verdadero es
que todos los sistemas merecen ser revisados y, en lo posible, mejorados.

Sin embargo, pocos políticos se atreven si quiera a proponer cambios. Es
probable que eso tenga que ver con que muchos de ellos son parte de ese
defectuoso régimen que les permite liderar el presente. Modificar
ciertas cuestiones podría atentar contra la base de su elemental poder
personal.

Es posible que a los políticos no les interese mejorar el sistema. Lo
que es indudable es que la sociedad observa con claridad todo lo
negativo de un sistema que debería garantizar óptimos resultados y que
hoy se deteriora día a día, bajo la mirada cómplice de la clase política
y con la imprescindible resignación de una ciudadanía que percibiendo
los problemas, prefiere resignarse, bajar los brazos, arriesgando
demasiado de lo logrado.

Si la democracia no es reformulada y corregida puede extinguirse. El
desprecio ciudadano por la actividad política es creciente en diferentes
lugares del mundo. Atribuir ese desprestigio solo a ciertos sectores de
la dirigencia política, es decidir deliberadamente ignorar las raíces
profundas del problema y perder la brillante e irrepetible oportunidad
de quitar las ramas que impiden que el árbol siga creciendo fuerte y solido.

Los políticos parecen inclinarse por el camino de hacerse los
distraídos, tal vez porque de esa manera la pasan mejor en el corto
plazo y siguen aprovechando las grietas que ofrece el actual esquema que
les posibilita llevar adelante sus controvertidas prácticas. La gente ya
se dio cuenta hace tiempo. Solo no encontró, aún, el modo de ponerlos en
su lugar, de fijarle límites y de incitarlos a hacer esos cambios que el
sistema precisa para evolucionar. La sociedad ya sabe que la democracia
no es una panacea.

Source: La democracia no es una panacea - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/538c68243a682e061c811373#.U4yXlfmSwx4

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