Un día sin cuentapropistas
Ni un viejo Chevrolet venía por la avenida, ni los ingeniosos
pisi-corres que tienen capacidad hasta para doce pasajeros se veían por
ningún lado. Después de una hora de espera, logró subir a la guagua...
Yoani Sánchez
marzo 29, 2014
El día comenzó con cierta atmósfera de pesadilla. El buchito de café
mañanero faltó, porque el vendedor con termo y vasitos de cartón no
estaba en la esquina. Así que caminó arrastrando los pies hasta la
parada de ómnibus, mientras vigilaba si llegaba algún taxi colectivo.
Nada. Ni un viejo Chevrolet venía por la avenida, ni los ingeniosos
pisi-corres que tienen capacidad hasta para doce pasajeros se veían por
ningún lado. Después de una hora de espera, logró subir a la guagua,
irritado a falta de un cucurucho de maní con que aplacar "el perro" que
le ladraba en el estómago.
En el trabajo poco pudo hacer esa jornada. La directora no logró llegar
porque la mujer que le cuidaba la niña se ausentó. Otro tanto le pasó al
administrador, al que se le reventó una goma del Lada y para colmo la
ponchera de su barrio amaneció cerrada. En la pausa del mediodía las
bandejas de comida apenas si pesaban de tan vacías. No había pasado el
carretillero que ofertaba vegetales y viandas con las que hacer crecer
el almuerzo. El jefe de relaciones públicas tenía un ataque de nervios,
pues no pudo imprimir las fotos que necesitaba para un visado. A la
puerta del estudio más cercano un cartel de "no abrimos hoy", le había
roto sus planes de viaje.
Decidió regresar a pie hasta la casa para evitarse la espera. El hijo le
preguntó por algo para merendar, pero el repartidor de pan no había
aparecido con su estridente pregón. Tampoco el kiosco de pizzas
funcionaba y una incursión por el mercado agrícola le devolvió sólo
tarimas vacías. Cocinó lo poco que encontró y para fregar usó un trozo
de camisa vieja, ante la ausencia de los comerciantes que vendían
estropajos. Para colmo el ventilador no quiso encender y el reparador de
electrodomésticos no se había ni asomado por el taller.
Se acostó, en un charco de sudor e incomodidad, deseando que al
despertar estuvieran de vuelta esas figuras que apuntalaban su vida: los
cuentapropistas, sin los cuales sus días son una secuencia de
privaciones y disgustos.
Source: Un día sin cuentapropistas -
http://www.martinoticias.com/content/un-dia-sin-cuentapropistas/33510.html
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