El desmontaje de la República
FERNANDO DÁMASO | La Habana | 25 Dic 2013 - 10:30 am.
El castrismo se encargó de imponer una interesada y tergiversadora
versión de la historia republicana. Recorrer el período entre 1902 y
1959 resulta cada vez más una necesidad histórica y política.
Para nadie es un secreto el rechazo a la República (1902-1958) que
siempre manifestara Fidel Castro. Este rechazo, motivado tal vez por la
certeza de lo imposible de realizar en ella, con sus instituciones y
leyes, sus ambiciones políticas hegemónicas, cuenta con dos
manifestaciones tempranas. En su etapa estudiantil, el extraño
"secuestro, rescate y devolución" de la campana de La Demajagua, símbolo
del Grito de Yara, y, ya en su etapa adulta, el asalto al cuartel Moncada.
En ambos hechos, Fidel Castro buscaba protagonismo político a costa de
los "males" de la República. Para la conveniente "cobertura patriótica"
de sus actos invocó, en el primero, a Carlos Manuel de Céspedes, el
Padre de la Patria, y en el segundo, a José Martí, el Apóstol, algo que
sería una constante en toda su actuación posterior, utilizando tanto a
figuras nacionales como extranjeras.
El desmontaje práctico de la República comenzó desde los primeros días
de enero del año 1959, con la decisión de trasladar la capital del país
de La Habana a Santiago de Cuba, algo que no le fue posible realizar,
por su impracticabilidad económica y política.
Continuó con el no restablecimiento de la Constitución de 1940,
compromiso y objetivo de la lucha contra Batista, y con su sustitución
por una denominada Ley Fundamental, que convertía todos sus actos en
fuente de derecho, ignorando las leyes vigentes.
A esto siguió la destitución del presidente designado, que le hacía
compartir el poder, por un presidente incondicional, que le aseguraba el
ejercicio total del mismo; así como la desactivación de organismos e
instituciones estatales (ministerios, ejército nacional, policía
nacional, etcétera), y su sustitución por otros en función de sus intereses.
Fueron prohibido los partidos y organizaciones políticas existentes y se
eliminó todo el entramado institucional de la nación (congreso, senado,
cámara de representantes, gobernadores, alcaldes, concejales, medios de
prensa, etcétera), el cual dejó de ser democrático para convertirse en
un sistema piramidal autocrático.
De esta barrida no escaparon ni los edificios públicos, dejando muchos
de ellos de cumplir las funciones para las que habían sido diseñados y
construidos (Capitolio, Palacio Presidencial, Tribunal de Cuentas,
Tribunal Supremo, etcétera), siendo reasignados y subutilizados, en la
mayoría de los casos, en funciones de menor importancia, con el
manifiesto objetivo de desacreditarlos como símbolos reconocidos de la
República.
En esta tarea de hacer tabla rasa de todo lo que tuviera que ver con la
República, también fueron desmontados monumentos, cambiados los nombres
de avenidas, calles y parques, de escuelas, hospitales y otras
instalaciones, y hasta de empresas, fábricas y comercios.
A cualquiera que no haya vivido estos hechos podrá parecerle una gran
locura y una exageración, pero es la triste realidad de un país en manos
de alguien lleno de desprecio contra lo que no tenga su sello personal.
A partir de este "desmontaje", todo lo transformado o creado nuevo pasó
a ser parte de su obra, con tarja conmemorativa de la fecha de su
inauguración y recordación cada año, abarcando las ciencias, las artes,
la industria, la ganadería y la agricultura con sus procedimientos
técnicos, así como la educación y sus programas, incluyendo hasta el
diseño de los uniformes de los estudiantes, y las prácticas médicas y
hospitalarias, sin olvidar la química y la física.
Esta exaltación del ego, aún fácil de comprobar diariamente en nuestros
medios oficialistas de comunicación masiva, no tiene referencias en la
historia de la nación, ni siquiera en sus épocas más oscuras, y
constituye el resultado directo de la total ausencia de frenos cívicos y
políticos durante más de 54 años.
Recorrer la República
Por suerte, para que no se pierda la memoria de la República, que forma
parte importante de la memoria de la nación, desde hace tiempo,
fundamentalmente fuera del país, algunos historiadores honestos,
investigadores serios y literatos talentosos, la recorren objetivamente,
lo cual, desgraciadamente, no ocurre dentro, donde esta época es
considerada tabú, a no ser que se mire a través del monocromático prisma
gubernamental, estando ausente la necesaria imparcialidad al estudiar
los acontecimientos y sus principales protagonistas.
Este recorrido ha eliminado muchos "agujeros negros" y "zonas de
silencio" y derribado "falsos altares" creados por motivaciones
políticas, desde Estrada Palma y sus primeros cuatro años de gobierno
aceptable, deteniéndose en el error de su intento de reelección que,
contra los deseos de la mayoría de los cubanos y del mismo gobierno
norteamericano, prácticamente obligó a la segunda intervención.
A continuación, transita por José Miguel Gómez, Menocal y Zayas, con sus
gobiernos de luces y de sombras y, a pesar de todo, de desarrollo
económico y social, hasta llegar al primer mandato de Machado, con su
ambicioso Plan de Obras Públicas, que llenó de carreteras, caminos,
puentes, escuelas, hospitales y otras edificaciones importantes la
geografía nacional, y su posterior etapa de violencia, cuando quiso
mantenerse en el poder en contra de la voluntad popular.
Después penetra en los años inestables, cuando los presidentes duraban
semanas, días u horas, motivado por el enfrentamiento entre intereses
nacionales y foráneos, hasta Laredo Brú y la histórica Constitución de
1940, con el restablecimiento del orden democrático y la presidencia,
primero de Batista, ganada en elecciones limpias, y después de Grau y de
Prío, hasta llegar el absurdo golpe militar del 10 de marzo de 1952, que
dio al traste con la joven democracia, reinstaurando la violencia, la
cual no pudo ser contenida a tiempo por la irresponsabilidad y la
debilidad de las fuerzas políticas existentes que, aunque la rechazaron
al principio, se vieron obligadas a aceptarla después, clausurando así
cualquier posible salida política, a pesar de encontrarse inmerso el
país en un acelerado desarrollo económico.
Entonces, la línea insurreccional, con sabotajes, atentados y guerra
civil, se consolidó, triunfó y echó las bases del sistema totalitario y
de la negación democrática que aún sufrimos.
Hoy, la posibilidad de reencontrarnos como cubanos, por encima de
ideologías y de políticas, de vuelta de enfrentamientos estériles que
solo nos han traído dolor y miseria, es regresando en busca de nuestras
perdidas raíces republicanas a los principales momentos en que esto
sucedió, para no permitir que se repitan los errores.
Primero, al momento en se quebró el orden constitucional, el 10 de marzo
de 1952, y después, al momento en que desapareció la República, el 1 de
enero de 1959. A partir de estos momentos cruciales de nuestra
historia, sin pretender reproducir aquella República, lo cual es
absolutamente imposible porque ha transcurrido demasiado tiempo y la
situación actual es muy diferente a la de entonces y también lo son los
cubanos, volver a armarla cuidadosamente a tono con la época actual,
pero asegurando que sea verdaderamente democrática y moderna y "con
todos y para el bien de todos", como quería el Apóstol.
Source: "El desmontaje de la República | Diario de Cuba" -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1387910244_6460.html
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