Desde Cuba: Mi humano derecho al encabronamiento
Posted on 11 diciembre, 2013
Por Alejandro Rodríguez Rodríguez*
Ayer el día estuvo cabrón. Fue el Día Internacional de los Derechos
Humanos y en Cuba hubo jolgorio mediático, autobombo y negación de la
negación. Yo, en cambio, preferí no alegrarme de nada, y emplear con
alevosía mi derecho maltrecho de tanto uso de encabronarme frente al
televisor con un periódico rojo en la mano.
Todo comenzó días atrás cuando se acercaba la fecha. El diario Granma
(al que no llamaré más Abuelita, por respeto a las abuelitas), empezó a
publicar materiales sobre el estado de los derechos humanos en Cuba, con
crítica cero, mostrando al país perfecto y al paraíso único en la
Tierra. Hubo así un artículo copia y pega de cifras de algún informe
internacional, copiaypegado por algún dirigente del Partido Comunista
Español. Yo no quiero que un funcionario norteamericano venga a nuestros
periódicos a escribir sobre nuestros derechos o la falta de ellos, pero
tampoco me gusta que lo haga un representante de un partido político
español si quieren escribir de nosotros que lo hagan en sus medios, allá
en la casa del carajo; porque lo lógico es que aquí, en el exiguo
espacio de nuestra prensa, seamos nosotros quienes consideremos qué es o
deja de ser un derecho humano esencial.
Exitos de la participación ciudadana
Hubo también un artículo que identificaba los éxitos de la participación
ciudadana con la discusión del proyecto de los Lineamientos. Según su
autor el documento fue discutido por 8 millones 900 mil cubanos. Ahora
mismo no tengo acceso a la web de la Oficina Nacional de Estadísticas e
Información (ONEI), pero creo que valdría la pena revisar si en realidad
existen en Cuba 8 millones 900 mil cubanos en edad responsable, ¡porque
a penas somos 11 millones y la cifra me suena a demasiado! El artículo
sugiere, asimismo, que todos podríamos tener una participación más
activa en los destinos del país si nos involucráramos más en el combate
contra las ilegalidades y las indisciplinas sociales. De tranca… Y uno
creyendo que la participación se corresponde más con la apertura de los
medios al pensamiento diverso, o con el reconocimiento legal de medios
representativos de pensamientos otros.
Luego en la TV, más de lo mismo. Una periodista reportó el nacimiento
del primer cubano del día 10 de diciembre del 2013. Según dijo, una
cesárea en otro país (léase cualquiera que no sea Cuba), le hubiese
costado a la madre entre 3 mil y 8 mil dólares. Como si los servicios
gratuitos de salud fuesen patrimonio exclusivo de los hospitales
cubanos. ¿Será por ese costo tan elevado que en nuestros hospitales
maternos suelen retrasarse y evitarse todo lo posible los partos por
cesáreas? Quitando del debate profesional sobre la pertinencia de las
mismas, muchas veces hay que acudir a palancas y a médicos amigos para
obtener alguna.
Para mí no basta con que los servicios de salud sean gratuitos: tienen,
además, que ser de calidad. Y calidad médica en este siglo no es que te
diagnostiquen una insuficiencia cardiaca tras electrocardiograma
instantáneo, sino que te digan qué tipo exacto de insuficiencia es, que
pronóstico tiene, y cuáles son los tratamientos más adecuados, cuáles de
ellos están a tu alcance y cuáles no y por qué. Esto, por los canales
establecidos (sin socios médicos que se encarguen), es casi imposible de
lograr en la Cuba de ahora mismo. Si no me cree lléguese a una
policlínica cualquiera y diga que tiene un dolorcito en el pecho, luego
verá como camina la cosa.
Temiendo con razón
Tampoco son excepciones las madres que solicitan Círculo Infantil para
sus niños cuando estos tienen tres meses, y la respuesta solo llega ya
casi cuando los niños deben ir a la escuela, y a esas alturas, claro,
las madres han acudido a la opción de una cuidadora privada, pagando
cada mes cerca de la mitad de sus salarios. Sin embargo, salud y la
educación en Cuba son bastiones inexpugnables de lo logrado, y debe
agradecerse cualquier cosa, sin recelos: exigirle incluso un mínimo de
eficiencia, criticar sin paños tibios, suele ser visto como un acto
ingrato de la más baja calaña, una traición o algo así.
Pero el plano espiritual es quizás el más afectado en materia de
derechos. Internet, por ejemplo, tiene una tarifa de casi cinco dólares
por hora de conexión, lo cual es una forma menos fea de negar
absolutamente a los ciudadanos el acceso a los circuitos contemporáneos
de comunicación.
Falta libertad de expresión: aunque muchos se expresa ahora como no lo
hacía antes, quedan muchísimos más que siguen temiendo con razón y
ejemplos sobran, a las posibles represalias que pueden causar en Cuba
determinados criterios, sobre todo los de índole política. La censura en
este país tiene un currículum vitae impresionante, y la gente no se fía
así como así de que todo al respecto haya cambiado, o vaya a cambiar a
corto plazo.
Falta también un sistema transparente de medios de comunicación que
sirvan a la ciudadanía para enterarse de las noticias y no solo para
recordarles la Historia o resumir las resoluciones que publica la Gaceta
Oficial. Aparece el dengue y el cólera, por ejemplo, y los medios nos
niegan el derecho a tener una adecuada percepción de riesgo. Tampoco nos
dejan saber de algunos debates trascendentales que acontecen en diversos
sectores de la sociedad civil, porque resulta que el aniversario 21 de
una casa de cultura suele ser más importante. Pareciera que los debates
culturales y sociales solo son dignos de la vista intelectual.
Lamentos al aire
Tampoco contamos, en general, con instituciones que respeten a los
ciudadanos. No es un secreto que la mayoría de los funcionarios se
limpian el culo con las quejas de la población que llegan a sus
oficinas, obligando a todo un ejército de afectados, en cuestiones tan
sensibles como el techo de una vivienda o los zapatos ortopédicos de una
niña, a llevar sus problemas y lamentos hasta la vista pública en la prensa.
En la escena económica nacional también resta mucho camino para alcanzar
igualdad de derechos. Las empresas estatales, por ejemplo, al parecer sí
pueden poner carteles bien visibles (perpendiculares) en zonas del
centro histérico de mi ciudad, Camagüey. Sin embargo los cuentapropistas
solo tienen derecho a colocar carteles publicitarios adosados a las
paredes, como si el gobierno supusiera ya suficiente favor el
reconocerles en estado legal.
Yo pienso que si de verdad interesa educar a los ciudadanos sobre sus
derechos (que no hacer propaganda política y alardear), deberían mejor
imprimir tabloides con la Declaración Universal y venderlos bien baratos
en los estanquillos, como mismo se vendió el folleto de los
Lineamientos. A fin de cuentas aquí se socializó con éxito hasta aquel
curso de Universidad para Todos sobre la importancia de los vegetales en
la nutrición humana., por tanto, no hacerlo con los Derechos Humanos
solo muestra una gran falta de voluntad al respecto.
Los medios pueden dibujar la Cuba que prefieran, pero la gente aquí no
es comemierda y conoce bastante bien el país en que vivimos: de nada
vale entonces repetir tanto los éxitos si no se arremete en serio contra
lo que falta, porque el futuro de un país y de lo que sea, siempre se
funda en base a lo que falta.
*Periodista cubano residente en Camagüey. Tomado de su blog Alejo3399
Source: "Desde Cuba: Mi humano derecho al encabronamiento | Café Fuerte"
- http://cafefuerte.com/cuba/9740-mi-humano-derecho-al-encabronamiento/
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