La oposición cubana se debate entre derrocar el régimen o el diálogo
La muerte de Oswaldo Payá acelera la necesidad de un nuevo impulso a la
sociedad civil
Yoani Sánchez La Habana 29 JUL 2012 - 23:54 CET947
En menos de un año la oposición cubana ha perdido a dos de sus más
importantes líderes. El 14 de octubre pasado se apagaba la vida de Laura
Pollán, coordinadora principal de las Damas de Blanco y figura clave en
la excarcelación de los prisioneros de la Primavera Negra. Hace una
semana falleció -a consecuencia de un accidente aún por esclarecer-
Oswaldo Payá, fundador del Movimiento Cristiano Liberación. Estos
activistas contaban con gran reconocimiento nacional e internacional y
su ausencia física llega en un momento de búsqueda de nuevos horizontes
para el sector disidente. De ahí la necesidad de analizar el escenario
en que estas muertes se han producido y el efecto que podrían tener en
un futuro inmediato.
Si de algo no quedan dudas, es que la oposición cubana radicada en la
Isla se caracteriza por su carácter pacífico y ha renunciado a la
violencia de las armas. Ha preferido basar su accionar en programas
políticos, documentos en los que se exige el respeto a los derechos
humanos, demostraciones callejeras, carteles pintados en las fachadas o
simples reuniones a puerta cerrada. Se comporta y manifiesta de una
manera mucho más democrática que el gobierno instalado en la plaza de la
Revolución.
Dentro de las filas de la disidencia existe una gran variedad de
opiniones respecto a los posibles caminos y destinos de la transición.
Aunque algunas de esas rutas son divergentes, también hay numerosos
puntos en los que todas confluyen. La necesidad urgente de que se
produzcan cambios políticos, sociales y económicos es el hilo común que
atraviesa a la sociedad civil. Los llamados a poner fin al hostigamiento
contra los inconformes, a los arrestos arbitrarios y a las condenas
judiciales por motivos políticos forman parte de esa agenda común. Todos
concuerdan además en reconocer el agotamiento de soluciones que muestra
el Gobierno de Raúl Castro ante los acuciantes problemas nacionales.
Aunque se han intentado muchos esquemas para clasificar a la oposición
cubana, la mayoría de los estudios se ha enfocado en las tendencias
políticas de los grupos que la conforman. Algunos analistas han
establecido divisiones de corte generacional, entre opositores
históricos y otros actores mucho más jóvenes. Sin embargo, en la
práctica no son los colores políticos ni las edades los que diferencian
–más marcadamente- a las disímiles asociaciones disidentes.
Un punto clave resulta la legitimidad que le otorgan al Gobierno de Raúl
Castro en sus agendas y en sus propuestas de cambio. Una parte sostiene
que un posible diálogo con las autoridades lograría un camino no
violento hacia la transición. Dentro de esta línea se inscriben figuras
destacadas como José Daniel Ferrer -presidente de la Unión Patriótica de
Cuba- quien considera que "el diálogo es posible pero desde una posición
de fortaleza de la sociedad civil". Otros, por su parte, descalifican
cualquier intento de pacto con el régimen, basando su postura en que
éste no ha sido votado por el pueblo en un proceso electoral libre y
directo. Consideran al Partido Comunista como a un secuestrador de
rehenes con el cual no se debe –bajo ningún concepto- negociar. Pactar o
derrocar, parecen ser las dos antípodas alrededor de las cuales se
definen las actuales fuerzas opositoras.
El embargo norteamericano también constituye un parte aguas que define
posturas y plataformas. Dentro de la Isla muchos disidentes sostienen
que deben mantenerse las restricciones económicas para asfixiar
materialmente al gobierno. Aseguran que permitir un comercio fluido con
Estados Unidos o autorizar los viajes de los norteamericanos a Cuba,
sería como oxígeno fresco que haría ganar fuerza al General Presidente.
José Luis García (Antúnez), líder opositor del centro de la Isla es uno
de los principales abanderados de esta postura.
Llegar al pueblo, el gran reto
A la disidencia cubana le está negada la posibilidad de acceder a los
medios masivos de comunicación. Eso limita significativamente la
capacidad de difundir sus propuestas y programas políticos. En lugar de
permitirles al menos un minuto frente al micrófono, el gobierno de Raúl
Castro utiliza la televisión y la prensa oficiales para acusarlos de
"asalariados del Imperio" o "grupúsculos sin importancia". Objeto
frecuente de estas lapidaciones mediáticas han sido el activista de
derechos humanos Elizardo Sánchez, la líder opositora Martha Beatriz
Roque, el laico católico Dagoberto Valdés y el propio grupo de las Damas
de Blanco.
Desde diferentes perspectivas, estos actores sociales podrían ser claves
en los años venideros. Junto a varios proyectos de promoción socio
cultural como el dirigido por Antonio Rodiles, que atrae incluso a
personas involucradas con instituciones estatales. Acompañar ese
accionar con una constante labor informativa se vuelve vital, de ahí la
importancia que irán ganando los periodistas independientes y los
blogueros alternativos.
En el actual escenario, la muerte de Oswaldo Payá abre una interrogante
sobre el futuro del Movimiento Cristiano Liberación, que cuenta con
numerosos miembros a lo largo de toda la isla. Que esta fuerza política
logre sobrevivir al fallecimiento de su fundador, mostraría también la
madurez de toda la oposición cubana. Por otro lado, Raúl Castro se ha
adueñado de algunos puntos que conformaban la agenda de sus adversarios
políticos. La apertura a la pequeña empresa privada, la posibilidad de
comprar y vender casas o autos y la entrega en usufructo de tierras
ociosas, conforman parte de las medidas que el Gobierno ha implementado
en los últimos cuatro años. Tal panorama obliga a los grupos opositores
a trazarse nuevos horizontes y a redefinir sus propuestas.
http://internacional.elpais.com/internacional/2012/07/28/actualidad/1343505301_033237.html
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