Iglesia cubana realiza labor de hormiga
MIMI WHITEFIELD
mwhitefield@miamiherald.com
Santiago de Cuba -- Los sábados por la noche, el mobiliario de la sala
de un apartamento en un tercer piso es empujado hacia el fondo de la
habitación, y se sacan bancos, una mesa que sirve de altar y un gran
crucifijo. El sacerdote está al llegar.
Debido a que el Distrito José Martí, el enorme complejo de viviendas al
estilo soviético donde está situado el apartamento, fue construido
después de la revolución — Cuba era todavía un estado ateo — a nadie se
le ocurrió dejar espacio para una iglesia que diera servicio a los miles
de residentes del lugar.
Pero, como parte del programa Casa de Misión de la Iglesia Católica,
Reinaldo Sang Sarabia ha estado invitando a amigos y vecinos a su casa
durante casi 10 años para asistir a misa, clases de catecismo y otros
eventos religiosos.
En este país que fue oficialmente ateo desde 1962 hasta 1992 y que
expulsó a sacerdotes a principios de los años '60, hay una gran escasez
de iglesias y de sacerdotes. Un seminario que abrió el año pasado, uno
de los frutos de una mayor apertura hacia la Iglesia que comenzó después
de la visita de Juan Pablo II en 1998, será una ayuda.
Pero en un país con más de 11 millones de habitantes hay solamente 300
sacerdotes.
"Alrededor de la mitad de ellos son como yo, de afuera", dice Luis del
Castillo, obispo retirado de 77 años, oriundo de Uruguay. Cuando llegó a
la edad de retiro obligatorio de 75 años para los obispos de su país,
decidió venir a Cuba donde es ahora el sacerdote de la parroquia de la
Sagrada Familia.
Pero, lo mismo que muchos sacerdotes que dicen la misa en sus propias
parroquias el domingo, él pasa el resto de la semana viajando,
escuchando confesiones y ejerciendo su ministerio en algunas de las 70
casas de misión en Santiago.
Monjas y laicos también están activos en el programa, que trata de
brindar al menos una experiencia religiosa a la semana a comunidades que
carecen de iglesias.
Es este tipo de actividad de base lo que permite a la Iglesia Católica
propagar la fe en un país donde los creyentes religiosos eran
perseguidos y la Navidad era un día de trabajo como otro cualquiera.
El gobierno dio a los trabajadores la semana pasada tiempo de trabajo
pagado para que asistieran a las misas del Papa Benedicto XVI, cuya
visita de tres días a Cuba terminó el miércoles. Y el Papa tomó nota de
las casas de misión.
"No puedo dejar de mencionar a las muchas personas y sus familiares que
desean vivir profundamente el Evangelio en sus hogares y ofrecen sus
hogares como centros de misión para la celebración de la misa", dijo.
La cantidad exacta de católicos que hay en Cuba es una cuestión a
debatir, pero la cifra de católicos practicantes es baja en comparación
con los que han sido bautizados. "Nosotros no nos preocupamos por las
cifras. Ese es el territorio de Dios", dice el arzobispo de Santiago
Dionisio García Ibáñez.
En el apartamento de Sang, una extensión eléctrica con un bombillo en el
extremo fue colgada en la oscura caja de la escalera para iluminar el
camino a la misa. Las personas, en su mayoría mujeres y niños, han
empezado a entrar y buscar asiento. Del Castillo empieza a confesar en
otra habitación.
"Yo estoy retirado, así que tengo más tiempo para dedicarme a esto",
dijo Sang, quien es conocido cariñosamente como Papi Sang.
Un retrato del Papa Benedicto XVI cuelga en la ventana de su apartamento
y es visible desde la calle. Esos afiches son un artículo codiciado.
"Mucha gente me ha preguntado por los afiches, pero dicen que quieren
colgarlos adentro de sus casas, porque si los ponen en la puerta alguien
se los roba", dijo el padre Gustavo Cuñil.
Para ser una misa oficiada en un apartamento, es asombrosamente
completa. Hay dos monaguillos, y sacan un teclado para acompañar los
himnos. Unas 60 personas se amontonan en la sala.
"La iglesia no puede crecer más porque no hay más espacio", bromea una
mujer.
"Estamos viviendo un momento histórico en nuestra comunidad", dice Cuñil
a los fieles antes de la visita de Benedicto. "Creo que el Papa
Benedicto nos está llamando a la reconciliación y a la paz. Somos un
pueblo dividido por muchas cosas, por la ideología, por la economía,
divididos por la política, divididos por la religión".
Aunque él dice que algunas personas se sentían escépticas con respecto a
la visita del Papa, dijo que el pontífice vino "para permitirnos que
sintamos que Dios está dentro de nosotros".
Eso es exactamente lo que un joven sacerdote y dos monjas — una de la
India y la otra de Haití, miembros de la orden de la Madre Teresa de
Calcuta, las Misioneras de la Caridad — estaban tratando de hacer esa
mañana en Los Cocos, una comunidad en las afueras de Santiago.
Es un pobre asentamiento de calles de tierra y casas hechas de tablas
rústicas y separadas entre sí por cercas de cactus, que tampoco cuenta
con un edificio para su iglesia.
Pero sí tiene un pabellón abierto con techo de guano en que el padre
Eliosbel Pereira, quien fuera ordenado el 27 de diciembre, viene a decir
misa.
A la llegada del jeep en que vienen las dos monjas, en sus hábitos
tradicionales azules y blancos, un grupo de niños viene corriendo a
cargar las bolsas de paja de las hermanas y acompañarlas a su casa de
misión, conocida como Nuestra Señora del Rosario.
Pereira, quien viste jeans y una gorra de béisbol, se pone rápidamente
un alba blanca y la estola morada de la Cuaresma y comienza la misa.
Hay 33 personas presentes — ocho mujeres, dos hombres y 23 niños — y así
sucede a menudo en las mismas celebradas durante el día laboral. Para
tener una mayor participación de los hombres, los sacerdotes tratan de
programar algunos eventos para después de las 6 de la tarde.
"Todo nace en la nueva creación", cantan las mujeres, siguiendo la
ceremonia en misales forrados con hojas de almanaques viejos.
http://www.elnuevoherald.com/2012/03/31/v-fullstory/1167429/iglesia-realiza-labor-de-hormiga.html
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