Monday, April 02, 2012

Carlos Saladrigas y las dos Cuba

Opinión

Carlos Saladrigas y las dos Cuba
Iván García
La Habana 01-04-2012 - 7:21 pm.

El empresario exiliado ofreció una conferencia en el Seminario San
Carlos, en La Habana.

Ahora mismo existen dos Cuba. La visible, del inmovilismo oficial, el
desencanto popular y el futuro desconocido. Y la que se gesta en los
pocos espacios autorizados por el régimen para debatir a camisa quitada,
y donde a quienes piensan diferente no les llaman "mercenarios", ni los
acusan de ser agentes de Estados Unidos.

Parece un galimatías. Mientras a un cubano que grita democracia y
libertad en la vía pública lo trituran a cabillazos y golpes de karate
propinados por expertos de la inteligencia en peleas callejeras,
lentamente y a puertas cerradas, gana espacio el pensamiento liberal,
respetuoso y tolerante.

Uno de esos bolsones de debate democrático está ubicado en el antiguo
Seminario San Carlos, en la parte antigua de La Habana. Allí, el viernes
30 de marzo, la revista Espacio Laical, publicación de la iglesia
católica, organizó una conferencia con el empresario cubanoamericano
Carlos Saladrigas. Su título: "Cuba y la diáspora".

El acceso era libre. En la abarrotada sala se dieron cita cerca de 200
personas. Usted podía ver a blogueros alternativos como Yoani Sánchez o
Miriam Celaya. Periodistas independientes al estilo de Reinaldo Escobar
y Miriam Leiva; economistas al margen del Estado como Oscar Espinosa
Chepe; activistas por la integración racial como Juan Antonio Madrazo y
Leonardo Calvo, y una nueva generación de disidentes, como Eliécer Ávila
o Antonio Rodiles.

También en la charla se encontraban neocomunistas aplomados como Félix
Sautié o Pedro Campos; el moderado politólogo Esteban Morales; el
sacerdote contestatario José Conrado y el culto Monseñor Carlos Manuel
de Céspedes, un aténtico hombre de corcho.

La mayoría de la disidencia democrática en la Isla aprueba estos
espacios de polémica civilizada. Es la sociedad por la que ellos apuestan.

Justo a las 4 de la tarde por el pasillo central de la Sala Félix
Varela, se abrió paso Carlos Saladrigas. Vestía una guayabera blanca de
mangas largas, barba retocada y espejuelos de montura metálica.

Luego de saludar al auditorio prendió su tableta Apple y comenzó la
ponencia. No fue extenso. En poco más de 30 minutos trazó con puntadas
de brocha gorda sus impresiones sobre el exilio cubano.

Saladrigas sabe lo que es el destierro. Hijo de un político de alcurnia
en la etapa republicana, heredó de su padre los genes de negociador duro
y puro. Su historia es la visión que tenemos de Estados Unidos. El niño
solitario que llega en una operación fraguada por la iglesia católica,
conocida como Peter Pan, y que cuando su familia pudo viajar, tuvo que
lavar platos y recoger tomates al sur de la Florida, según contó el
propio Saladrigas. Luego se convertiría en un empresario de éxito, con
un patrimonio de varios cientos de millones de dólares.

Entre aquel Saladrigas, que desconsolamente lloraba y rezaba en el
último banco de una pequeña parroquia de madera en el Miami de los años
60, a éste, sentado con su inmaculada guayabera en un sitio de debates
en la capital cubana, existe un giro de 180 grados.

En una etapa, pedía la cabeza de Fidel Castro en bandeja. Era el tiro al
blanco por todo lo perdido. Tuvo que vivir aplatanado en Miami, mientras
sentía el arrullo de la "Habanera Tú" o "La Bayamesa" en la distancia.

Después de haber sido un conservador negado al diálogo con los
autócratas de verde olivo y de oponerse a que un crucero cargado de
católicos de la otra orilla viajara a Cuba en 1998, durante la visita de
Juan Pablo II, Saladrigas mudó sus posiciones políticas de la
ultraderecha al centro, tal vez un poco corrido hacia la izquierda.

El porqué de su transformación es algo que no queda claro. Si creyéramos
a pie juntillas sus declaraciones públicas, llegaríamos a la conclusión
que su fe católica a prueba de misiles, fue una de las causas de su
replanteamiento político. Hay quienes alegan otras razones.

Desde su retrovisor, Carlos Saladrigas observa cómo las hojas del
almanaque van cayendo inexorablemente y la economía cubana hace agua por
todos lados. Castro II está apostando descaradamente por el capitalismo
de Estado. Y una isla virgen abre sus piernas para, en un futuro
cercano, recibir la danza de los millones. Quizás no quiere llegar tarde
a la hora de repartir la tarta.

Al menos eso piensa un sector del exilo y la disidencia en la isla. No
se puede ser ingenuo. Algo se cuece en las alcantarillas del poder. En
esa misma sala, hace unos meses, un fidelista a pie firme como Alfredo
Guevara, respondió preguntas a "mercenarios vendepatrias" como Oscar
Espinosa Chepe, mandado a encarcelar en la primavera del 2003 por su
amigo Fidel.

Por el Seminario San Carlos también han pasado tipos sospechosos, como
Arturo López-Levy, graduado en una universidad estadounidense y profesor
en Denver, primo de Luis Alberto López Callejas, yerno del General Raúl
Castro y el mayor recolector de moneda dura en Cuba.

La disertación de Carlos Saladrigas no fue nada del otro jueves.
Periódico viejo. Lo que todo cubano conoce, porque al menos tiene un
pariente en el exilio. La clave no fue la charla sosa y políticamente
correcta. No. Fue el mensaje de ida y vuelta que envía Saladrigas a la
disidencia y al exilio sobre el futuro de Cuba: las reformas están en
camino y él quiere ser uno de los agentes del cambio.

Después de su exposición, Saladrigas respondió una batería de preguntas.
Deslizó varios análisis, de los cuales se desprende, que el empresario
cubanoamericano no está realizando un juego estéril y está bien
conectado e informado, más de lo que uno se pueda imaginar.

Aseguró que dentro de 5 años la situación de Cuba indefectiblemente
cambiaría. Y, por supuesto, no a más socialismo, contrario a lo que
indicó recientemente en una conferencia de prensa el zar de la economía,
Marino Murillo, cuando dijo que en la isla no acontecerían reformas
políticas.

Con serenidad y confianza, Saladrigas diseñó un futuro de ensueño. De
una Cuba inclusiva, tolerante y rica. Para lograrlo, dijo, el país
cuenta con un capital humano envidiable. El astuto empresario hizo un
guiño al régimen al afirmar que el gran mérito de los hermanos Castro
era haber sabido administrar la pobreza.

"Hay naciones que pueden generar riquezas, pero no saben administrar la
pobreza", apuntó. En un intento de estimular a aquellos desalentados que
están esperando la menor oportunidad para huir de Cuba, expresó: "Si
tuviese 25 años, no me pasaría por la cabeza marcharme del país".

Carlos Saladrigas lo ve todo muy claro. Demasiado. Me llamó la atención
que no cuestionara los cientos de detenciones de disidentes por la
visita del Papa alemán o la golpiza a un espontáneo que gritó "Abajo el
comunismo" en la Plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba. Tampoco nadie
se lo preguntó.

Y es que estos espacios abiertos por la Iglesia Católica generan cierta
desconfianza y algunos, por no decir casi todos, asisten para ver y oír,
no para indagar. Es la falta de costumbre tras cinco décadas escuchando
un solo discurso. Y muchos aún no se lo creen.

http://www.diariodecuba.com/cuba/10411-carlos-saladrigas-y-las-dos-cuba

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