"Cuba es una izquierda fallida"
Silverio es un veracruzano que intenta cambiar su vida migrando por mar
a Estados Unidos pero en lugar de ello recala en La Habana.
Con la esperanza de mejorar su condición de vida, Silverio (Silverio
Palacios) emprende un viaje a Estados Unidos desde el puerto de
Veracruz; para conseguirlo convierte su VW en una balsa. Una trampa del
destino lleva al improvisado navegante a La Habana. Sobre esta anécdota
se sostiene Acorazado, la ópera prima de Álvaro Curiel, que mediante el
absurdo y la ironía plantea una agridulce crítica a los rasgos propios
del carácter de "El mexicano".
¿Cómo surgió la idea de un migrante que se pierde y llega a Cuba?
Surgió mientras estaba con un amigo en el Festival de La Habana tomando
un mojito. Cuba me parecía un país espectacular por muchas cosas, de
modo que, con la sensibilidad a flor de piel, le dije: "Me cae que un
día van a llegar balseros mexicanos". A partir de entonces empezamos a
pelotear la idea. Se lo conté a una productora francesa y me hizo ver
que ahí tenía una película.
Pero una cosa es tener una buena idea y otra desarrollarla como película…
Me puse a estudiar como loco. Durante dos años leí sobre historia y
mucha novela cubana. La literatura es lo que mejor te muestra la
realidad de un país. Al final me identifiqué con los escritores que
están en La Habana, en especial con Pedro Juan Gutiérrez; de hecho, en
la película le rindo varios homenajes.
Aunque él es un escritor sórdido y su película no tiene nada de eso.
Lo quise evitar a toda costa. Tenía otro guión más sórdido pero lo usé
para mi tesis. Con Acorazado quería divertir primero y luego dejar una
sensación agridulce.
La idea de un "vocho" convertido en balsa puede parecer una burla a lo
que se conoce como "el ingenio del mexicano".
Qué bueno que lo veas así. El personaje interpretado por Silverio es un
mexicano ejemplar, tiene voluntad e inteligencia. El problema es para
qué las usa.
¿No es ambicioso hablar de "El mexicano"?
Sí, pero traté de hablar de cosas muy precisas y que tienen que ver
conmigo. De alguna manera el Acorazado soy yo.
¿Cómo creó su perfil sobre "El mexicano"?
Me permití ser irreverente. No tuve pudor para irme a las últimas
consecuencias; por eso la película empieza muy divertida y cambia el
tono conforme el personaje llega a Cuba.
¿El humor suaviza la crítica?
Sí, la esconde. Pretendo que te diviertas mientras te voy diciendo una
serie de cosas delicadas. Hay quien define a la película como una farsa,
yo prefiero verla como una falsa comedia. No quería que el espectador se
pusiera un escudo y para eso ayuda el humor. Ante el drama, el
espectador se protege, pero ante la comedia es más común que baje la
guardia.
¿Cómo tradujo este bagaje de investigación en imagen?
La primera condición es no aburrir al espectador. Uno hace cine para que
alguien lo vea. Aunque meto mucho contexto no pretendo que se sostenga
sólo con esto. En principio podría parecer una película ligera pero
depende de cada espectador. En Francia la interpretaron como una
reflexión sobre la caída del capitalismo, algo que no había pensado. En
fin, todo se vale. Estás perdido si pretendes darle respuestas a la
gente; de lo que se trata es de generar preguntas.
Tengo entendido que tuvo dificultades para filmar en La Habana.
Sí, pero fueron las normales. Para obtener el permiso oficial necesitas
que alguien lea tu guión, que se apruebe. Me tardé más de un año en
conseguirlo. Fue desesperante porque no me contestaron el teléfono en
ocho meses. Un funcionario de nombre Camilo Vives me hizo la vida
imposible. Tuve que viajar para esperarlo afuera de su oficina. Por
suerte llegué con una empresa de publicidad que moría de ganas por hacer
un largometraje y ellos me ayudaron a resolver todos los problemas.
¿Cómo cuidar el humor y las metáforas para no terminar haciendo una
cinta ni muy pretenciosa ni muy light?
No tenía una consigna política. Hay quien me dice que soy de izquierda
por filmar en Cuba. Otros me dicen que soy de derecha porque critico
algunas cosas de la isla. Tenía prohibido caer en el lugar común. Yo soy
una persona de izquierda y por lo mismo mi crítica va hacia ese sector,
porque lo siento paralizado. Pongo los ojos en Cuba, porque es una
izquierda fallida. Al ampliar mi visión la película gana y gusta más. Me
interesa que mis películas hablen de nosotros como sociedad, no sobre
las instituciones.
Ha sido asistente de muchos directores. ¿Qué les aprendió?
De Arturo Ripstein aprendí el rigor narrativo. Intento llevar la fiesta
en paz pero soy obstinado. El español Villalonga me enseñó que había que
dejar la vida en cada plano. Me gusta el plano secuencia porque es un
movimiento donde todo está en juego. De Erick Zonca me impresionó su
manera de crear la puesta en escena, en América Latina eso es algo que
no se cuida. Todos los directores queremos tomar la cámara pero se nos
olvida que hay que mover a los actores. Yo tengo prohibido meter la
cámara al set hasta que no haya movido a mis personajes. No obstante, no
fue sino hasta el rodaje cuando hice conscientes las enseñanzas.
Carlos Jordán • gonzalezjordan@gmail.com
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