Monday, December 26, 2011

Un viejo bolero

Reforma migratoria, Cambios

"Un viejo bolero"

Cada vez que los dirigentes cubanos (…) nos repiten semejantes llamados
a una paciencia y cautela demasiado parecidas a la parálisis, bien
podríamos responderles con el estribillo del recordado bolero "Estás
perdiendo el tiempo pensando, pensando… Por lo que tú más quieras hasta
cuando, hasta cuando"

Armando Chaguaceda, México DF | 26/12/2011

Siempre que te pregunto que ¿Cuándo? ¿Cómo? y ¿Dónde?
Tú siempre me respondes: Quizás, quizás, quizás
Y así pasan los días y yo desesperando y tú,
tú contestando: Quizás, quizás, quizás.
"Quizás, Quizás, Quizás" (Osvaldo Farrés, 1946)

Un viejo y gastado bolero. Eso es lo que nos ha cantado, a los millones
de cubanos de dentro y fuera de la Isla, el presidente Raúl Castro, con
su parca alusión a los cambios de políticas migratorias en el resumen de
sesiones de la Asamblea Nacional cubana celebrado este viernes en la Habana.

En la también escueta nota reseñada en el portal de Cubadebate las
escasas referencias al discurso presidencial hablan de "…la invariable
voluntad del gobierno de introducir, paulatinamente, los cambios
requeridos en la política migratoria" de como "esto se realizará sin
dejar de valorar en toda su integralidad los efectos favorables y
desfavorables de cada paso dado en relación con ello". Lo cual
significa, en este rubro, la continuidad de una retórica carente de
plazos y compromisos firmes que permitan a la gente medir la
implementación y voluntad de cambio real de sus gobernantes.

Semejantes alusiones expresan una postura que, más allá de reconocer la
complejidad administrativa de aplicar tales reformas[1] revela un
absoluto desconocimiento —o aún peor, desprecio— por las frágiles
esperanzas y derechos de millones de compatriotas. Como si la envejecida
dirección cubana sintiese que posee "todo el tiempo de los cedros"
—aquel que con cursi lirismo mostraba una hagiógrafa isleña— para
introducir los cambios y hacer esperar por ellos a la cansada población.
Y es que cada vez que los dirigentes cubanos —y en especial el
presidente Raúl Castro— nos repiten, una y otra vez, semejantes llamados
a una paciencia y cautela demasiado parecidas a la parálisis, bien
podríamos responderles con el estribillo del recordado bolero "Estás
perdiendo el tiempo pensando, pensando… Por lo que tú más quieras hasta
cuando, hasta cuando".

Para colmo al reconocer que "no pocos consideran urgente la aplicación
de esa nueva política" el mandatario expresó —según nos cuenta
Cubadebate— que estos compatriotas olvidaban "las circunstancias
excepcionales en que vive Cuba bajo el cerco de la política injerencista
y subversiva del gobierno de Estados Unidos" el cual, recordó "se
encuentra siempre a la caza de cualquier oportunidad para conseguir sus
conocidos propósitos". Así, lo que comienza como un reconocimiento
sublimado —pero agradecible— de una realidad mayor (los muchos,
muchísimos que claman por reformas que eliminen tantos vejámenes y
privilegios) termina como un lamentable ejercicio de (auto)
justificación para legitimar una política superada por la vida y el
derecho de gentes.

Pero Raúl ha contribuido, involuntariamente, a dejar en ridículo a
quienes —por fanatismo o conveniencia— son entusiastas defensores de
cuanto giro de timón realizan las autoridades cubanas. Porque este tema
(la reforma de las restrictivas políticas migratorias) ha generado un
abrumador consenso entre cubanos de todo perfil profesional, ubicación
geográfica y tendencias políticas. No se puede descalificar a los que
aplauden los cambios presentándolos como "mercenarios del Imperio"
cuando entre ellos se encuentran laureados artistas como Vicente Feliú o
académicos como Carlos Alzugaray y Jesús Arboleya, todos plenamente
identificados con el Gobierno cubano.

Además, en los últimos tiempos estas posturas han cobrado una resonancia
inaudita en diversos espacios. En el excelente reportaje Expectativas
Migratorias de la periodista Dalia Acosta, de Inter Press Service, así
como en un foro virtual (Café 108) organizado por dicha agencia, el
protagonismo y reclamo aperturista de personas residentes en la Isla fue
claro. También el debate, llegó con fuerza a las redes sociales. Para
rematar, en cada mercado, guagua o casa de la Habana no se ha dejado de
comentar (y esperar) por estos días los esperados cambios.

Así que alguien debería informarle al Presidente lo que la inmensa
mayoría de su pueblo piensa (aconsejándole el despido de unos cuantos
analistas de "Opinión del Pueblo" como parte de su política de
actualización) o tendremos que considerar, en su defecto, que una mezcla
de torpeza y arrogancia ha obnubilado la capacidad de la máxima
dirección cubana para acometer estas ansiadas reformas. Mismas que le
darían, adicionalmente, cuotas importantes de legitimidad en momentos en
que su capacidad de construir una auténtica hegemonía (tarea de toda
élite que quiera garantizar su dominio) se encuentra por el suelo y
depende, en buena medida, del apoyo activo de una minoría entusiasta, y
el control que ejerce sobre una expectante mayoría silenciosa.

Ahora, si bien estas declaraciones del Gobierno cubano provocan molestia
y azoro en los defensores de las reformas (previsibles o en curso)
dentro de la Cuba actual, ofrecen una posibilidad para algunas
reflexiones. Ante todo, como les recordaba recientemente a varios
colegas raulistas en sendos encuentros en México y la Habana, estas
posturas oficiales en torno a los avances o demoras en las esperadas
reformas rescatan el valor del timing, de los plazos que daremos –—desde
la mirada científica, política y ética de cada cual— a estos cambios, a
sus resultados previstos y emergentes. Plazos y saldos sobre los cuales
serán hechas las valoraciones que definan nuestras posturas sucesivas,
como impulsores de una democratización (en mi caso con contenidos
socialistas ya expuestos) del orden vigente o como meros defensores de
un reacomodo empresarial, tecnocrático y autoritario de las élites
isleñas y sus socios foráneos.

Pero también —y acaso sea lo mas importante— el tema de la
(postergada?¡) reforma migratoria destaca la existencia de amplios
consensos en temas puntuales, que valdría la pena proteger y cultivar de
cara al futuro inmediato, sin que nadie se sienta con el derecho de
imponer a los demás agendas taxativas ni raseros ideológicos rígidos.
Sería bueno que en la mas amplia diversidad de foros y medios (desde la
UNEAC a Diario de Cuba, de las asambleas del PCC a las convocatorias
académicas del Bildner Center, desde los encuentros La nación y la
emigración a las iniciativas de los múltiples grupos culturales
autónomos de la Isla) estuviera presente la capacidad y compromiso de
promover y exigir, con los medios y lenguajes de cada actor o contexto,
un cambio en las políticas migratorias vigentes. Y hacerlo sin la
retórica de barricada del anticastrismo trasnochado o los giros
abstractos de cierto reformismo oficial que terminan, respectivamente,
por asustar u ocultar una demanda real y concreta de la gente: el
respeto y vigencia de sus derechos, que no pueden ser sustituidos por
costosos permisos o privilegios gremiales.

[1] Para lo cual han tenido el tiempo suficiente y se cuenta con
estudios realizados sobre la situación migratoria cubana y planes
operativos sobre la posible conversión de la Dirección de Inmigración y
Extranjería en una dependencia civil, afín a sus homólogas internacionales.

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/un-viejo-bolero-272120

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